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PAN y PRD anularon su voto

DAVID PÉREZ

El "voto de castigo" es una práctica en las democracias electorales en la que los ciudadanos pueden expresar su descontento con el partido en el poder votando por un partido opuesto, contrario no en imagen sino en criterios políticos, diferente en su fondo y forma de ejercer el poder público. En México no existe esa posibilidad para el próximo domingo. Pensemos por qué.

El resultado electoral del año 2000 es leído por muchos analistas políticos como un triunfo del PAN que en buena medida se entiende bajo la lógica del "voto de castigo". El capital político que representa abanderar un amplio descontento social fue desperdiciado paulatinamente por el blanquiazul hasta llegar a igualarse en la forma de gobernar al partido que había hartado al electorado.

El PRD en la medida que toma distancia de sus orígenes priistas y se convierte en crítico de su pasado puede asumir un papel político de oposición. Pero en los últimos 8 años este partido se ha dedicado a eliminarse así mismo. Parece estar en un proceso inverso de autopoiesis política, es decir, en una dinámica de reproducción en "tribus de caníbales" que los va anulando sistemáticamente como oposición.

Los dos partidos políticos cuando los votantes los han elegido como alternancia o búsqueda de nuevas formas el resultado básicamente es lo mismo. Ninguno de los dos decidió emprender la auténtica "guerra" que necesita el sistema político mexicano, la de enfrentar contundentemente en los hechos concretos a la impunidad y corrupción.

PAN Y PRD con su participación obsequiosa, acrítica y entreguista en el Pacto por México finiquitaron su posibilidad de ser oposición para convertirse en comparsa política del partido en el poder. Se derrotaron electoralmente a sí mismos al depender de la cantidad de votos que puedan intercambiar a la hora de aprobar leyes o presupuestos. Se redujeron a una oposición de spot televisivo, su crítica política se ejerce en los hashtag de las redes digitales.

La irresponsabilidad política de estos dos partidos es muy grave. Anularon las opciones y la diferencia en términos políticos. Se homologaron entre sí y tomaron distancia de las necesidades de la ciudadanía. Tienen un alto grado de responsabilidad en el desencanto político y en la crisis social del país. ¿Por qué no existe una petición en change.org para quitarles el registro? ¿Por qué esto no nos sorprende?

Esto que pasa en los distintos niveles de la política partidista nacional quizá nos parece normal porque también sucede, ocasional o frecuentemente, en nuestras relaciones sociales cotidianas. Quizá en la vida diaria también tendemos a anular la diferencia. Asumimos como criterio cotidiano no confrontamos con el pensamiento diferente al nuestro.

Podríamos preguntarnos a nosotros mismos cuántas veces nos reunimos con gente que piensa diferente a nosotros, y que la reunión no sea por una mala coincidencia, sino porque explícitamente decidimos compartir ideas con alguien con quien sabemos de antemano que no vamos a coincidir en todo. ¿En lo cotidiano nos disponemos para crear espacios de encuentro con la finalidad de enriquecernos con la diversidad?

En nuestra sociedad neocortesana parece estar estipulado implícitamente que el mayor pecado social es cuestionar, disentir o manifestar cualquier tipo de desacuerdo. La gravedad de esta "mala" conducta radica en que es el opuesto a las prácticas que permiten obtener algún beneficio por parte de las personas o estructuras a las que en algún grado decidimos ser parte o cómplices.

El ámbito de los afectos no se ve excluido de este proceso neocortesano. Es muy común identificar nuestras posturas ideológicas con nuestros sentimientos, por lo que asociamos a quien piensa diferente con la animadversión personal. Para no correr el peligro de ser rechazados preferimos consentir con los demás, mucho mejor si hacemos una asociación afectiva con quien nos puede retribuir con algún tipo de beneficio.

Quizá por eso nos es familiar un escenario político de "camaradería" o "compadrazgo" donde nadie se cuestiona nada, donde se finge ser oposición. Quizá por eso nos parece anecdótico o simpático que se otorguen contratos millonarios a los amigos o a quien retribuye con palacios a los políticos en agradecimiento por "favores recibidos". Y nadie puede cuestionar nada porque todos compartimos las mismas prácticas o participamos de ellas en algún grado.

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