El término "partidocracia" tiene un fondo de repudio y desagrado del ciudadano mexicano, cansado de ser desatendido por unos pocos en sus decisiones y que se han apoderado del poder político, cuando debiéramos vivir en la era democrática.
Hoy, la elección de personas para ocupar un puesto público en la política nacional, tiene que pasar por filtro muy cerrado, llamado "partido político", que se ha transformado en un nuevo sistema dictatorial disfrazado de autodeterminación.
Antes de continuar, debo advertirle que mi postura ha sido siempre apartidista, al no sentirme representado por ninguno de los existentes y sí en franco repudio a sus maneras de actuar en el medio nacional y estatal.
Empecemos por analizar lo declarado por el Instituto Nacional Electoral: "Los partidos políticos son entidades de interés público que tienen como fin promover la participación de los ciudadanos en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y como organizaciones de ciudadanos, hacer posible el acceso de éstos al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo". De todo lo enunciado, ningún propósito se cumple.
Ahí empieza el problema nacional, cuando en la práctica real, para pertenecer a un partido político, el ciudadano debe someterse a un proceso "escalafonario" y de sumisión en el que se impone la voluntad e interés de los líderes -que ante todo buscan mantenerse en el poder- por encima de la plataforma política que ellos mismos hubieron prometido defender y cumplir. El descaro ha superado, por mucho, al pudor dictado por la ética profesional.
Con el paso de los años, todos los líderes a fin de sostener a los partidos en sus posiciones de poder -y cobrarnos altas contribuciones para mantener sus existencia de franco derroche- han renunciado a sus posturas fundamentales que justificaron su existencia. Baste una sola cita para ejemplificar: la izquierda -PRD y otros-, o los izquierdistas moderados -PRI- y la derecha extrema o moderada, -aún PAN- se pueden unir a través de un candidato común, si acaso sienten que pueden perder alguna elección, lo que demuestra que en política "el agua y el aceite sí se mezclan", aunque sea contra natura. El colmo es el Partido Verde, saltando de una a otra postura en el poco tiempo que tienen de existencia y siendo causa de escándalo sin que nada suceda de fondo.
El crecimiento poblacional también ha tenido efectos; aquellos que fundaron los partidos, con el paso de los años desarrollaron intereses familiares que deben defender y los hijos y hasta nietos desean seguir el camino de padres y abuelos para "colgarse del presupuesto" creando un cuello de botella para todos aquellos que no son "Mirreyes de la política"; incluya a los putativos y comprenderá por qué deben crear y sostener estructuras que defiendan las posiciones y sus "ganancias". Le llaman "clientismo".
A mayor tiempo transcurrido, el crecimiento poblacional de las fuerzas de poder al interior de los partidos es mayor y consecuentemente genera más rudeza y hasta vulgaridad en sus acciones. Así inició el canibalismo político, dando vigencia, más que nunca, al "quítate tú para ponerme yo".
Ya no hay manera de retornar a los orígenes y esa realidad, ante la falta de oportunidades, hace que los individuos cambien de partido continuando con su muy particular postura ¿ideológica?
Los contrarios los aceptan, no por contar con méritos, tampoco por capacidades profesionales e intelectuales, sino por sus posibilidades de sumar adeptos del otro redil; al fin y al cabo, ¿la afiliación de miembros y votos no tiene que ver con mayores dineros recibidos y hasta su desafiliación, de no alcanzar el porcentaje de ley? El interés por el pueblo se diluye aún más.
Decía un cínico "el político pobre es un pobre político" y tenía razón, cuando revisamos el procedimiento de las cadenas de poder y confirmamos que es a base de compra de simpatías y votos rentados como los líderes se eternizan. Usted puede mencionar casos y hasta linajes familiares.
Sin embargo, los votos son cada vez más difíciles de conseguir y los votantes estamos cansados de los mismos personajes con sus desenfrenados y descarados abusos continuados a través de sus seguidores y familiares; de ahí el nuevo recurso: conseguir payasos, cómicas o deportistas populares para que sean sus imágenes visibles, aunque no tengan capacidades profesionales, intelectuales, ni éticas para representarnos.
Sin duda la partidocracia ha desgastado todos sus recursos y sólo le queda la indiferencia ciudadana, reflejada en la falta de participación política social y hasta el ausentismo a las urnas. Piense que el actual presidente de México sólo obtuvo uno de cada cuatro votos posibles.
Estamos en plena precampaña política y es tiempo de que nos hagamos responsables del México que creemos merecer. ¿Actúa?
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