Siglo Nuevo

Patricia Highsmith

Una unidad fragmentaria

Patricia Highsmith

Patricia Highsmith

Jessica Ayala Barbosa

Una desmedida obsesión por el crimen, angustias, enojos, culpas y deseos tan extraños como aterradores; la materia prima de la novela negra reunida no sólo en la pluma de una verdadera maestra del género sino en su propia personalidad.

Dos historias quizá bien conocidas, mas no así su autora. La primera comienza en un tren. Dos de los pasajeros Guy y Bruno, hombres aparentemente opuestos, comienzan a platicar. Conforme la charla transcurre, Bruno va orillando casi demencialmente a Guy a revelar su punto débil: quisiera librarse de su esposa, quien le traicionó y podría obstaculizar su futuro. Bruno, por su parte, odia a su padre porque, según él, le hace la vida imposible. Bruno le propone a Guy un pacto para que ambos se liberen de sus respectivas cargas: matar cada uno al enemigo del otro, eliminando así los móviles de los crímenes para eludir la justicia. Guy toma el pacto en broma y lo rechaza, sin embargo Bruno cumple con su parte y a partir de entonces presionará a Guy para que haga la suya.

La segunda nace en las calles de Nueva York. Tom Ripley huye de un bar tras percatarse de que está siendo vigilado. Palidece al pensar que podría ser un policía, no obstante decide tentar a la suerte y afrontar, en dado caso, las consecuencias de sus actos (¿qué actos?) entrando en otro bar y esperando a que su perseguidor lo aborde. El supuesto policía resulta ser un desesperado Herbert Greenleaf, el padre de Dickie Greenleaf, un joven con aspiraciones artísticas que vive en un remoto y apacible pueblo de Italia. El señor Greenleaf, al pensar que Tom es amigo de su hijo, tiene la esperanza de que tal vez mediante cartas, este pueda persuadirlo para que regrese a casa y encause su vida de una vez por todas. La suerte juega del lado de Ripley, un don nadie que de pronto se encuentra en un viaje completamente auspiciado por el padre de Dickie hacia Italia. En Mongibello, el pueblo ficticio donde vive Dickie, Tom confiesa el motivo de su viaje y se gana la confianza del joven Greenleaf. La relación entre ambos va de más a menos y cuando Tom se percata de que el vínculo que los une se reduce a la simple cortesía decide tomar un arriesgado camino que le permitirá gozar de una envidiable vida sibarita que sólo la otredad le podría proveer.

Los argumentos descritos son los de Extraños en un tren (Strangers on a Train), la primera novela de la prodigiosa escritora estadounidense Patricia Highsmith, publicada en 1950 y llevada a la pantalla grande por Alfred Hitchcok bajo el mismo título un año después; y El talento de Mr. Ripley (The talented Mr. Ripley), adaptada dos veces al cine, primero por René Clément (A pleno sol, 1960) y décadas después por Anthony Minghella (El talentoso Sr. Ripley, 1999). Es el éxito tanto de los libros como de las adaptaciones cinematográficas la razón por la que las historias suenan conocidas, pero, ¿y el de la autora?

RASTREANDO A LA TALENTOSA MISS HIGHSMITH

“Patricia Highsmith es la más famosa desconocida escritora que América ha producido”, dice Joan Schenkar, quien llevó a cabo un extensa investigación acerca de la escritora estadounidense, publicada en 2011 como The Talented Miss Highsmith: The Secret Life and Serious Art of Patricia Highsmith (Patricia Highsmith: Biografía definitiva, en español).

Schenkar hace un retrato nada complaciente de Patricia Highsmith y la oscura, obsesiva y depresiva atmósfera de la que rodeó su vida, misma que reflejó en toda su obra, especialmente en los cinco libros dedicados al inescrupuloso Tom Ripley, acaso su álter ego.

Patricia Highsmith nació el 19 de enero de 1921 en Fort Worth, Texas, apenas nueve días después de que sus padres, Jay Bernard Plangman y Mary Coates, una pareja de ilustradores, se divorciaran. Plangman había presionado a Coates para que abortara bebiendo aguarrás, pero no resultó. El hecho atormentó a la futura escritora toda su vida y es una de las bases de la relación de amor y odio que construyó con su madre. Otra es que tras nacer la dejó al cuidado de su abuela y se fue a Nueva York para luego arrancarla de ese cómodo hogar y llevarla a vivir con su nueva pareja, Stanley Highsmith, en un diminuto apartamento de Manhattan. Cuando conoció a su padrastro, Patricia contaba entonces con poco más de tres años de edad y el odio que le provocaba por haberle robado el cariño de su madre la hizo comenzar a obsesionarse con la muerte. “Quería matar a su padrastro”, afirma la biógrafa.

A los 12 años decidió que era un chico en el cuerpo de una chica, y no estaba tan equivocada. Un buen número de las casi 300 personas entrevistadas por Joan Schenkar la describen como una joven hermosa y seductora que aunque prefería a las mujeres no dejaba de intentar salir con hombres. Highsmith era bisexual, cosa que no era bien vista ni por la sociedad (la homosexualidad incluso era ilegal) ni por su madre, a quien siempre buscó agradar.

Obsesión, angustia, culpa, vergüenza, frustración, ira, y una desmedida atracción por el crimen, “el asesinato para ella es tan interesante e importante como el amor”, asegura Joan; la personalidad de Patricia conjuntaba todos los ingredientes necesarios para hacer nacer a una maestra de la novela negra, y así fue, tras graduarse de la Barnard College (1942), la prestigiosa universidad para mujeres donde estudió literatura inglesa, latín y griego, nunca dejó de escribir hasta el día de su muerte, dejando un extenso legado compuesto por más de 30 libros entre novelas, colecciones de cuentos, ensayos y otros textos.

FORZOSA HUIDA

Aunque en la década de los cuarenta, Patricia Highsmith llevó una vida bastante social, su madurez estuvo marcada por el aislamiento. Nunca dejó de reclamar un espacio propio, el cual debía estar completamente blindado. Se encargó de construir entre ella y el mundo al menos dos capas divisorias, el muro de su casa y su personalidad, explica Schenkar.

Y tal como los personajes de sus historias, en los momentos de mayor tensión huía. En 1963 emigró a Inglaterra y en 1967 se instaló en Francia para posteriormente mudarse a Suiza, en 1981, donde murió en completa soledad.

Pero, ¿de qué huía? Las posibilidades son múltiples: de sus recuerdos, de la gente, del amor: Las personas que nos atraen o de las que estamos enamorados son como una especie de caucho que nos aísla de la chispa de la inspiración, escribió en Sus… pense. Cómo se escribe una novela de misterio, la guía que la autora dejó para los amantes de la novela negra; de la posibilidad de echar raíces profundas, incluso de sus deseos de matar: Hay una situación quizá única que podría llevarme a cometer un asesinato: la vida familiar, la cercanía, cita Joan en su biografía.

El retrato que la Joan Schenkar hizo de Highsmith muestra a una mujer adusta, alcohólica y, si cabe trastornada, cuyo progreso en la vida únicamente puede seguirse a través su archivo personal (depositado en los Archivos Suizos de Berna), conformado por álbumes, cuadernos, correspondencia y diarios, donde registró su incesante malestar, sus cambios de humor, enfermedades, así como sus extrañas y aterradoras obsesiones y deseos más profundos. Lo más inquietante es que los deseos que secretamente confesó en sus cuadernos coinciden con los representados por sus personajes. Situación de la que era consciente.

Me preocupa la sensación de ser varias personas (...) No me sorprendería en absoluto si en mi madurez me volviera esquizofrénica. Creo que tengo algunas tendencias esquizoides que hay que Observar (sic). Me asusta la locura que tengo dentro, muy cerca de la superficie.

La poco saludable vida que llevaba (nunca disfrutó mucho de la comía, se dice que en su casa nunca había comida; mucha leche, mantequilla de cacahuates, alcohol y cigarrillos integraban toda su dieta hacia los últimos años) terminó por cobrarle factura a la edad de 74 años, edad a la que murió a causa de dos enfermedades simultáneas: anemia aplásica y cáncer.

Twitter: @gsi_k

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