Pedro Páramo cumple 60 años
El vendedor de libros apareció en una escenografía de aviones militares AT-6, AT-11, P-47, PT-17 y un monumental -en aquella escenografía- B-25. Algunos se erguían completos, otros esperaban descompuestos. Podría parecer escena de película gringa de guerra pero era en la ciudad de México en 1962.
La locación se revelaba como un gran conjunto de talleres de aeronáutica militar. Por eso en nuestra época la presencia allí del vendedor de libros podría parecer hasta surrealista. Sin embargo, en aquel tiempo las editoriales empleaban agentes que vendían libros como vender Avón.
A un agente de esos en el lugar de talleres le compré mi primer Pedro Páramo, la genial novela (el genial poema) de Juan Rulfo. Realmente en esa ocasión me hice de todo un lote de la Colección Popular del FCE, completado con Juan Pérez Jolote, El diosero y El llano en llamas.
Todavía diez años después seguía habiendo aboneros de libros. Cuando trabajaba en el departamento de prensa de la UNAM, al de editorial Aguilar le compré en abonos los tomotes, forrados con piel, de las obras completas de Dostoyevski y Tolstoi y un tomito con obras de Pushkin.
Los libros de la Colección Popular, entre ellos los dos de Rulfo, salían en papel barato. Todavía sus pliegos venían cosidos en el lomo. Los tirajes de Pedro Páramo llegaban a 10 mil ejemplares cuando otros famosos autores veían que el de sus títulos era apenas de mil.
Por lo copioso de los tirajes se puede notar la gran aceptación que Pedro Páramo tuvo desde sus primeras ediciones. La obra pronto se internacionalizó y conquistó a importantes autores, entre ellos Mario Benedetti, quien calificó a Rulfo como el mejor narrador de América Latina.
Con el tiempo el reconocimiento para la obra ha venido creciendo y ha llegado a la edad de 60 con el mérito suficiente para que se le homenajeara ruidosamente. La historia de la literatura mexicana dice que Rulfo escribió Pedro Páramo por estos días, hace sesenta años.
Entre abril y septiembre de 1955, Rulfo fue edificando Comala, insuflando vida al protagonista, a Susana San Juan y al resto de los personajes; creando la sofocante atmósfera subterránea; hilvanando los rasgos de verosimilitud de las psicologías; pintando lacras sociales con pincel de artista.
Ahora que he mencionado a Susana San Juan y al propio Pedro Páramo puedo referir el gusto de Rulfo por los juegos de palabras, por ejemplo, el de sonidos repetidos al armar ambos nombres: la repetición del sonido an en el de la mujer, y el labial explosivo p, en el del cacique.
Aparte de que se puede apreciar el mismo juego en el título del otro libro famoso de Rulfo, El llano en llamas (lla-lla), en el cuerpo de la novela se encontrará muchas veces repetido. Como lector frívolo me he entretenido participando de ese ludismo.
He encontrado el juego de los ecos en las siguientes construcciones, entre otras: “estaba lleno de agujeros como de agujas”; “la devolvían en pedazos, despedazada”; “Como que sabe, ¿sabe usted?”; “ni para que me sirva de bordón servirá”; “Dicen por ahí los díceres”; “para hacerle hacer sus necesidades”; “como mueren los que mueren muertos de miedo”; “y yo allí, rezando rezos”; “trabajo que dio dar”; “hirviendo en su propio hervor”; “Déjame consolarte con mi desconsuelo”.
Ese juego con la palabra es igual al que en 1919 López Velarde practicó en “El retorno maléfico”, donde podemos leer “cubo de cuero / goteando su gota categórica”, “Las golondrinas nuevas renovando / con sus noveles picos”, “el amor amoroso de las parejas pares” y más).
Para celebrar su sesenta aniversario, vale la pena leer la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, autor mexicano a quien Mario Benedetti llamó “el mejor narrador de América Latina” y encontrar en tan grandiosa obra juegos quizá pueriles, como el comentado de las repeticiones, aliteraciones.
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