E nueva cuenta el terrorismo doméstico atacó a la sociedad norteamericana en donde más le duele y en donde es más vulnerable.
En una agresión bestial, tres hombres armados hasta los dientes irrumpieron en un centro de atención para personas discapacitadas, en San Bernardino, California, una ciudad montañosa que forma parte de la zona metropolitana de Los Ángeles.
Hasta el momento de escribir este artículo sumaban catorce los muertos y diecisiete las personas heridas, algunas de ellas muy delicadas.
Decimos que el golpe fue donde más les duele por los siguientes motivos:
En primer lugar el ataque fue realizado -según las evidencias-- por norteamericanos de carne y hueso, no fueron terroristas musulmanes ni tampoco fanáticos radicales. Vaya ni siquiera hispanos lo que hubiera puesto loco de contento al inefable Donald Trump.
En segundo lugar el fatal tiroteo se realizó en el Inland Regional Center en donde los internos de capacidades limitadas y sus instructores celebraban un festejo decembrino.
Las victimas fueron personas inocentes e inermes que no hacían daño a nadie y que no tenían la menor posibilidad de defenderse. El terrorismo, pues, no es propio de los islámicos y radicales religiosos, también se presenta y con inusual frecuencia en la Unión Americana.
En tercer lugar los malhechores portaban armas sofisticadas y de grueso calibre, estaban perfectamente adiestrados y sabían a la perfección lo que hacían y lo que deseaban lograr.
Un testigo de la balacera relató que los kamikazes yanquis descargaron sus fusiles sin la menor misericordia en contra de los presentes, quienes despavoridos buscaban escapar de la embestida.
Una vez que las balas de sus rifles se agotaron, procedieron a recargar tranquilamente sus armas para reiniciar la cacería humana sin ningún remordimiento.
Una versión aun no confirmada señala que podría tratarse de algún empleado o familiar de alguno de los internos que había salido iracundo del centro por alguna razón desconocida para regresar a cometer la brutal masacre.
El presidente Barack Obama salió al paso para decir lo que siempre dice en estos irracionales y cada vez más frecuentes sucesos sangrientos de Norteamérica, pero sin ofrecer una solución o al menos una estrategia para contener de una vez por todas tales incidentes.
De poco vale ordenar el envío de aviones para bombardear Afganistán, Irak o las zonas dominadas por el Estado Islámico, cuando en su propia casa no le es posible mantener una paz social estable y duradera.
De nuevo surgirán las propuestas para reglamentar el uso de las armas en Estados Unidos, país que ha defendido a ultranza el derecho a poseerlas debido a una tradición hasta cierto punto explicable.
Pero ni siquiera una medida de tal naturaleza, que se antoja imposible en estos momentos, sería capaz de frenar a tantos agresores irracionales que lamentablemente son en su mayoría jóvenes inadaptados que han vivido y sufrido los efectos de la cultura de guerra y violencia.
Es muy soñador pensar que los norteamericanos se pondrán las pilas y se enfocarán a sostener un liderazgo mundial fincados en una cultura a favor de la vida, del respeto y de la tolerancia. Ya no basados en su poderío militar y en la fuerza de sus corporaciones policiacas.
Quizás algún día llegue ese momento, por ahora no queda más que rezar por tantas familias desgarradas por la violencia doméstica y seguir soñando hasta que la cordura se imponga.
Es sorprendente que al arrancar el cuarto año de gobierno de Peña Nieto se viva una desenfrenada actividad con miras a la sucesión presidencial del 2018. Al contrario de lo que pasaba años atrás, hoy en día ni políticos, ni partidos ni medios de comunicación se contienen en sus deseos de promover a tal o cual figura. Por cierto, la juventud comienza a imponerse en algunos sectores, pero ya hablaremos de ello en una futura entrega.