— John Maynard Keynes
Retender que el desplome del tipo de cambio no hace daño es cerrar los ojos a la realidad. Es verdad que hasta este momento la depreciación no se ha reflejado en la inflación oficial, pero muchas empresas están registrando pérdidas cambiarias cuando debieron haber tenido utilidades. Estas pérdidas significan menor capacidad de inversión y menor actividad económica.
Ayer el precio de la mezcla mexicana de crudo de exportación se ubicó en 27.63 dólares por barril. El desplome es brutal ante los precios de 100 dólares y más de 2011 a 2013. La caída del petróleo, sumada a la incertidumbre sobre el alza en las tasas de interés de los Estados Unidos, ha provocado el nuevo golpe al peso.
El tipo de cambio fix del Banco de México se encontraba en 13.08 pesos por dólar el 31 de diciembre de 2013. Ayer se ubicó en 17.38. En ventanillas bancarias el tipo de cambio cerró en 17.62. El aumento del dólar en este período ha sido de 34.9 por ciento. No asombra que tantas empresas estén teniendo pérdidas cambiarias.
La depreciación no ha sido un fenómeno sólo mexicano. Muchas divisas han perdido terreno frente al dólar en los últimos dos años. El peso, de hecho, se mantuvo firme durante buena parte de 2014, pero en este 2015 ha sufrido una caída superior a otras divisas. Todos los indicadores sugieren que el peso se encuentra subvaluado, pero esto sirve de poco o nada cuando ahorradores e inversionistas compran dólares porque no saben qué va a ocurrir en el futuro.
El 31 de diciembre de 2014 las reservas internacionales del Banco de México cerraron en un nivel máximo histórico de 193,239 millones de dólares. Este pasado 4 de diciembre habían caído a 171,954 millones de dólares. El Banco de México ha utilizado 21,285 millones de dólares de sus reservas en un intento por estabilizar el tipo de cambio. Para eso están las reservas, me dirán, pero el problema es que el peso no ha dejado de caer.
Hace unas semanas el Banco de México anunció que el mercado estaba ya tranquilo y que reduciría sus intervenciones en el mercado. Pero el anuncio precedió sólo en unos cuantos días al nuevo desplome
En realidad la caída del precio del petróleo no debería generar un problema serio en la economía mexicana. La industria petrolera ya no representa más que un 11 por ciento de la economía nacional y un 6 por ciento de las exportaciones. Los inversionistas y ahorradores retiran su dinero de México porque mantienen todavía la idea de que el nuestro es un país petrolero. Pero esto es falso. De enero a octubre de 2015 las exportaciones petroleras fueron de 20,649 millones de dólares cuando las no petroleras se elevaron a 298,137 millones de dólares. Ni siquiera tenemos ya un superávit comercial. Nuestras importaciones petroleras, de 28,298 millones de dólares, fueron muy superiores a las exportaciones petroleras en los 10 primeros meses de 2015.
La economía mexicana, que es consumidora antes que productora de petróleo, debería beneficiarse de la caída de los precios. El problema es que tenemos un gobierno con una enorme dependencia de los ingresos petroleros.
La Comisión de Cambios, que incluye a la Secretaría de Hacienda y al Banco de México, debe cambiar de política. No tiene caso seguir arrojando dólares a un mercado de incertidumbre. La depreciación del peso nos dice que los inversionistas necesitan un mayor premio para colocar o mantener su dinero en nuestro país. El mensaje nos obliga a elevar la tasa de interés. Poco importa si lo hace o no la Reserva Federal. El mercado cambiario está reaccionando a dudas que sólo un aumento en los intereses puede revertir.
XAVIER OLEA
Curioso que los partidos de izquierda se opusieron a la designación de Xavier Olea como nuevo fiscal de Guerrero porque supuestamente fue abogado de Raúl Salinas. En realidad fue abogado de Paulina Castañón, como también lo fue de Lydia Cacho. Pero ése es el trabajo de los abogados: defender a sus clientes. Y todos tenemos derecho a un defensor.
@SergioSarmiento
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