Casi todos los indicadores económico-sociales se nos presentan como negativos. El Inegi, institución por ser independiente, nos ofrece datos confiables. Hoy, por ejemplo, nos informa que el ritmo de la actividad económica del país ha venido decreciendo en los últimos meses lo que explica por qué no estamos creando el número de empleos formales que necesitamos.
El que no generemos los empleos formales que requerimos para sostener un buen nivel de demanda interna frena a su vez la producción con lo que se cierra un círculo: no hay demanda suficiente porque no hay ingresos personales suficientes porque no hay empleos suficientes porque no hay producción que los requiera.
La solución del problema puede venir desde fuera. La demanda de productos que reanimaría el ritmo de producción nacional son las exportaciones. Hasta muy recientemente, empero, esta demanda de nuestros compradores extranjeros, ha sido débil. En el caso de Estados Unidos hay indicios de que su crecimiento alcanzará en 2015 poco más del 2 % para fines de año lo que significa que hay que esperar para mejorar nuestras ventas a ese mercado. La economía mexicana que depende, según algunos cálculos, en 35 % del comercio exterior, destina más del 83 % de sus exportaciones a ese país.
Lo anterior ha repercutido en nuestra actividad económica cuya demanda interna se ha reducido lo que, aunado a la drástica reducción de nuestras ventas petroleras por baja de producción y precios, obliga a un ajuste a la baja del gasto gubernamental. Esto significa que su derrama en la economía es mucho menor que antes. Se prevé un nuevo ajuste en el año 2016.
La secuela de hechos arriba descritos tiene un aspecto menos trágico. La parte que corresponde a la actividad petrolera dentro de la economía mexicana es solo de un aproximado 8 % y el mismo porcentaje es su contribución a las exportaciones.
La economía nacional no está petrolizada. Atrás quedaron los años ochenta en que las exportaciones de petróleo crudo significaban el 90 % de nuestras ventas totales.
El que no dependamos del petróleo como fuente fundamental de nuestros ingresos externos significa que el tema del petróleo recibe, sin restar su indudable importancia estratégica lo que es otro asunto, una atención exagerada, como si toda la vida económica de México dependiera de él.
Lo que urge es continuar con la diversificación de nuestras exportaciones a fin de que cada uno de sus componentes, productos agrícolas sin procesar y agroindustrializados, manufacturas de chicas, medianas y grandes empresas, al lado de los servicios cada vez más relevantes, integren un canasto variado de oferta a los mercados internacionales sin que ninguno sea predominante.
Las reflexiones anteriores se sintetizan en los siguientes puntos: Primero, nuestra industria del petróleo siendo estratégica dentro del esquema mundial no es esencial para catalogar el comportamiento de la economía nacional y debe ser atendida en su debida proporción.
Segundo, el decaimiento del ritmo económico nacional no es atribuible a la caída de la producción petrolera ni a la de sus precios internacionales que no depende de nosotros. Sus efectos no inciden siquiera en un 10 % del desempeño económico nacional.
Tercero, la reducción de los ingresos petroleros sí es grave para las finanzas públicas que dependen en 35-40 % de ellos y, por ende, reduciendo su capacidad de pago y de inversión en la economía nacional. La baja en el gasto público es el efecto más palpable para la vida económica nacional.
Cuarto, la caída en la actividad económica general del país es un resultado de su vinculación con el comercio exterior que, por otra parte, es sano si se entiende la exportación como complemento a la demanda interna. Sostener la demanda interna, sin embargo, requiere inyectar recursos públicos a sectores débiles que no cuentan con capacidad acumulada para mantener un nivel de vida que se traduzca en consumo cotidiano real.
Finalmente, el fenómeno de reducción en la vida económica, o de "atonía", será temporal si sabemos aprovechar cada una de las oportunidades de exportación, por pequeñas que sean, para activar, caso por caso, cada sector mientras, que internamente sepamos aplicar juiciosamente, sin fugas ni filtraciones, los recursos públicos que hacen falta para sostener la demanda de productos nacionales de las clases más vulnerables.
La acción del gobierno será la de indicar a los actores económicos privados cuáles son las áreas más convenientes, desde el punto de vista de estrategia de desarrollo, para su acción.
La etapa que vivimos de decaimiento de la economía nacional tiene solución. Saber vencer los retos como el actual son los que distinguen a las comunidades exitosas.
juliofelipefaesler@yahoo.com