Y que esperábamos? ¿Qué los Santos Reyes nos trajesen un cambio automático? ¿Qué por arte de magia se cumplieran todas las ya de por sí rasuradas reformas? ¿Qué la corrupción se acabara y todos regresaran el dinero robado?
¿Qué el sistema neoliberal cumpliera por fin sus predicciones nunca realizadas de que la riqueza se derramaría a todos? ¿Que los que tienen el poder lo soltaran nomás porque si? ¿Qué los que se aprovechan de la ignorancia del pueblo simplemente dijeran "mea culpa" y comenzaran a dejar de engañar y manipular y perder así todo lo que ganan de esa manera? ¿Acaso los partidos políticos, nada más porque sí, dejarían el control del presupuesto, de las leyes y de la economía en perjuicio de ellos mismos? ¡Pues claro que no! El sistema que está controlando la economía y la política está insensible a los cambios que necesita el país. No podría ser de otra manera. El gran cinismo con el que se actúa no es sino la prueba de la insensibilidad y la falta de voluntad política para cambiar la realidad. Sería iluso pensar que el cambio tan necesario vendría precisamente de quienes están beneficiándose de la situación. Es cierto que el país necesita una nueva estructura. Hemos llegado al colmo de la impunidad, la corrupción. La violencia imperante es ya insoportable aunque se quiera maquillar con datos manipulados. Se habla incluso de una refundación del Estado nacional, como reacción al desastre económico, ambienta, fraude electoral, corrupción y violencia, nacidos de decisiones basadas en intereses internacionales y nacionales neoliberales que han puesto en riesgo el futuro de nuestro país, de la sociedad civil mexicana y de cada una de las personas, que constituimos el pueblo de México.
El ambiente en la Laguna sigue careciendo de decisiones que beneficien a la población. Los recursos gubernamentales siguen llegando a cuentagotas y las acciones de gobierno nacionales, estatales y municipales no se concretizan en beneficios a la comunidad. Divisiones entre los estados y municipios de la región e ineficiencia en administración diluyen las acciones necesarias a la región y mantienen alejado el desarrollo económico y social de la comarca lagunera. Los gobiernos de Coahuila y Durango siguen sin ocuparse de los problemas locales, la violencia y la falta de inversión se suman a la ya complicada problemática nacional que también repercute en la región. Los discursos triunfalistas e informes amañados cada vez son menos creíbles y descubren el cinismo con el que actúan las autoridades.
En tales circunstancias la superación de la crisis pasa por la necesaria refundación del Estado Nacional que restituya las bases éticas, económicas, políticas y culturales necesarias para garantizar la independencia, la justicia, el bienestar social, la democracia y la paz social. Seríamos unos pobres ilusos si pensáramos que tal renovación vendrá de la corrupta clase política reinante, ni de sus partidos e instituciones que sólo han servido para perpetuar la impunidad de sus integrantes. Solo la sociedad civil, agraviada y víctima, podrá ser factor de cambio. Algunos piensan que no es posible porque tienen la sartén por el mango, pero los movimientos que han surgido últimamente en diversos ámbitos de la sociedad, estando dando motivos de esperanza para generar las bases de un nuevo Proyecto Nacional que haga valer nuestro derecho de modificar la forma de gobierno, como lo establece la Constitución en su artículo 39. El estado debe reconocer la realidad de las personas y grupos sociales y ser una síntesis propulsora y no su enemigo. Se trata de construir las condiciones necesarias para que los ciudadanos nombren sus representantes auténticos y llevar ante la justicia a los responsables de la tragedia nacional. Esto comprende incluso la resistencia y la desobediencia civil pacífica a través de la comunidad y la ciudadanía. La elección de representantes de un nuevo congreso debe estar sujeta a la voluntad ciudadano que destierre las prácticas actuales que han hecho de la gestión pública un botín.
El sistema capitalista neoliberal no es la única opción económica, como se nos quiere hacer creer; parte de la transformación que está requiriendo el país es la promoción de la economía social, como respuesta concreta a un mundo donde la violencia no sólo se manifiesta en los crímenes de la nota roja, sino en la que promueve la injusticia, la desigualdad y la pobreza cultural, de valores, ecológica, espiritual y económica. Esta opción económica es un enfoque de desarrollo humano integral y solidario frente a una sociedad que le ha sido impuesto un modelo neoliberal.
La economía social es una realidad posible y un proyecto realizable, incluso desde el marco jurídico actual en México, basado en la economía popular y solidaria. Aplicable en el medio rural y urbano requiere sin embargo organización y formación. La Iglesia de Gómez Palacio, en su interés por la vivencia de la fe en el ámbito social, ha iniciado por conducto de Cáritas, esta opción aprovechando la estructura eclesial y el plan diocesano que está por implementarse. Las ecotécnias, las cooperativas y los proyectos productivos, llevan implícito un diseño comunitario nuevo que desarrolla el espíritu emprendedor liberando de la dependencia clientelar y paternalista de programas que esclavizan; desarrolla capacidades y habilidades comunitarias y gestiona recursos económicos, materiales y humanos en un proyecto solidario que puede ser la base de esta reestructuración social que genere empoderamiento solidario, libere de dependencias y desarrolle procesos que incidan en el desarrollo económico, político, social cultural y relacional. Todo esto aunado a un proyecto de promoción de la participación social y política, será un detonante concreto de esta renovación social.
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