Nuestro sistema está en crisis como parte de todo un cambio de época. Nuestra cultura está sufriendo transformaciones mucho más profundas que las que ordinariamente enfrentaba están quedando caducas estructuras que antes sólo requerían ajustes. Estos cambios sólo se dan cada trescientos años aproximadamente, como sucedió con la época medieval o industrial. Es por eso que se están dando los cambios estructurales en la economía, en la política, en la educación, en la religión, y en todas las instituciones que forman parte de la cultura, para que puedan corresponder a esta nueva época, ya que las anteriores simplemente ya no funcionan.
Las transformaciones de estructuras e instituciones no pueden dejarse en manos de unos cuantos, y menos en aquellos pocos que se estaban beneficiando con las estructuras caducas que están cayendo, pues los cambios sólo serían aparentes o hechos según los intereses mezquinos de individuos o de pequeños grupos. Un ejemplo de ello: La reforma energética solo favoreció al uno por ciento de la población.
Hoy más que nunca, es necesaria la más amplia participación de la sociedad en la reconstrucción de estructuras nuevas en todas las áreas culturales. Si la ley de víctimas es una de las pocas reformas que valen la pena, es porque detrás de ella estuvo una gran movilización social que acompañó las propuestas. Aunque aún falta su aplicación, las organizaciones de la sociedad que la originaron, siguen pendientes de la legislación secundaria y su aplicación. En casi todas las demás cacaraqueadas reformas, hubo sólo arreglos de partes interesadas, como ladrones que se reparten el botín, seguros de que los dueños de la casa están dormidos. "Perro no come perro", y si no se presiona más en la eliminación de la gran lacra del país como es la corrupción, los cambios no vendrán por parte de quienes se benefician de ella. La ley anticorrupción, la ley de transparencia y rendición de cuentas, la ley de la función pública y las comisiones investigadoras, sólo serán efectivas en la medida que haya una ciudadanía fuerte que acompañe, proponga y esté atenta a su aplicación adecuada. Un fiscal pagado por el mismo que debe ser investigado, no garantizará frutos aplaudibles.
El sistema económico dominante inspirado históricamente en el capitalismo liberal será una de las estructuras a cambiar, ya que ha probado su fracaso en medio de esta cultura individualista y globalizada que nos ha hecho creer que el valor de la persona y su desarrollo está en la posibilidad de tener, de comprar, aunque no se necesite. Pero esta economía de la exclusión mata, margina, no es equitativa. Aunque este sistema ya es insostenible, se aferra en mantenerse por lo que no será fácil transformarla y poner en su lugar una economía que hable de cooperación, intercambio, solidaridad, subsidiariedad, ayuda mutua, etc.; contra el predominio de la propiedad privada, el valor económico, la sobrevivencia, la lucha por destacar, la comparación de los bienes. Dice el Papa Francisco: "Eso es inequidad. Hoy todo entra en el juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: Sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar" (Evangelii Gaudium, 53). El dinero y no el ser humano es lo prioritario en este sistema; la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: El consumo. (n. 55).
De nada sirve aliviar a las víctimas de este sistema. Produce demasiadas. Esta nueva época necesita otro sistema económico que manifieste un progreso del hombre y no una involución. La diócesis de Gómez Palacio, por medio de Cáritas y la Pastoral Social, está buscando humanizar la economía por medio de "una cultura de solidaridad" a partir de sus estructuras eclesiales, alentando los esfuerzos que realizan algunas comunidades y grupos para ir estableciendo nuevas formas de producción conjuntas y solidarias, que acudan a la autogestión, el autoabastecimiento y la ecología; que ofrecen productos con precio y calidad, que conforman un precio justo; y que invitan al consumo responsable y al abastecimiento prioritario del mercado lagunero.
Creemos que otro mundo es posible, un mundo solidario, distributivo, con justicia social, integrador, promotor de la persona como centro del desarrollo y guardián de nuestra casa común. Las estructuras de esta nueva época que se quiere construir, pueden ser impulsadas desde una economía solidaria que promueva un desarrollo duradero, atendiendo a la solución de las necesidades de los laguneros actuales y futuros, participando concretamente en la lucha contra las causas de la exclusión y la pobreza y no únicamente sobre sus consecuencias. Una consecuencia muy importante de este tipo de economía es favorecer el crecimiento social y espiritual de cada uno, equilibrando el tiempo dedicado a la formación, a una actividad remunerada, al servicio comunitario, al desarrollo de la vida plena en el ámbito personal, familiar y social. No se centra en la economía, sino que es una nueva forma de construir las estructuras desde valores nuevos: La tolerancia, la democracia, la transparencia, la equidad, la libertad, la colectividad, la diversidad, la solidaridad con la humanidad y el medio ambiente, la subsidiariedad, el ecumenismo.
Comunícate con Cártias de Gómez Palacio (7 32 51 55) para que seas partícipe de esta construcción de una cultura nueva.
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