Celebramos la fiesta de la vida, los judíos unieron fiestas antiguas y diversas con la celebración de la liberación de la esclavitud de Egipto y el cristianismo celebra la resurrección como una re-creación de la humanidad.
Aquí en La Laguna las tinieblas de la muerte han extendido su sombrío manto poco a poco: La desaparición de las lagunas que se formaban por los ríos Nazas y Aguanaval, a causa de la creación de las presas y la existencia de arsénico en el agua, por la sobreexplotación de las aguas del subsuelo, hacen marco físico a un creciente ambiente social que podemos llamar "cultura de la muerte", caracterizada por el deterioro de la vida social, manifestada en el crecimiento de la violencia. Si la cultura comprende los comportamientos cotidianos que manifiestan la forma de ser de cada cual y tratan de responder a las cuestiones esenciales, la cultura de la muerte responde internalizando la violencia en las diversas formas de conducirse ante el mundo. La imagen urbana cada vez más deteriorada expresa el abandono y retroceso. Corrupción, impunidad, ineficiencia en los servicios, pobreza, desempleo, salarios muy bajos, son consecuencias de una cultura de la muerte que hunde sus raíces en las conciencias personales negativas, en actitudes cotidianas destructivas, en lenguaje agresivo y hasta autodestructivo.
Cuando se pierde lo que tanto se ama y que da sentido a toda nuestra vida, se experimenta una terrible oscuridad; no se espera, sino también morir. Pero el milagro de la Primavera enmarca una esperanza. El espíritu humano se rebela contra la muerte: El amor, el arte, la cultura… en general toda vida humana en sus diversas manifestaciones contradice la muerte; su ser mismo y de actuar de persona exigen la trascendencia. Pero los zopilotes que promueven y lucran con la cultura de la muerte no quieren cambiar; los pocos beneficiarios de un sistema neoliberal que es perverso, genocida, etnocida, ecocida y suicida, quieren hacernos creer que es inútil luchar, que las decisiones han sido tomadas, que el destino es fatal y sólo nos resta el egoísmo, como huida comprensible del misterio de la muerte.
Sin embargo, el que está muerto es el sistema; el fuerte hedor de la corrupción es signo inequívoco de su deceso. Necesitamos una reestructuración basada en el amor. Sólo la muerte por amor hace fructificar inesperadamente, extraordinariamente, generosamente. Intempestivamente a una nueva experiencia. El amor es siempre un hecho de muerte, de entrega, de sembrar: En el matrimonio, en la familia, en la vida común de cada día, en la construcción de la ciudad. No es sólo regresar a una vida anterior, sino abrirse a una realidad impensable. Es luz penetrante que ve no sólo lo superficial, sino la esencia; la razón de ser de lo que ilumina. La Vida siempre sorprende y maravilla y nos hace creer que la renovación es posible; no hablamos de un ideal o de un proyecto, sino de un "Alguien" que es Amor, que es vida, que es camino.
La muerte no es la última palabra. La luz ha vencido a las tinieblas. La muerte, el poder más fuerte del mundo, es, sin embargo, menos fuerte que el amor. La victoria radica en esta manera nueva de existir-para-amar. Entonces el poder vivifica y lleva a la victoria final a través de la muerte. La fe Pascual es tener la convicción de la presencia de la Vida. Alégrense porque el que ha hecho la vida la rehace. La Primavera del mundo es una realidad personal trascendente-inmanente. La vida se ha manifestado y nosotros somos testigos de esta presencia invisible, pero vivificante. Espíritu que comunica fuerza, alegría, energía y esperanza. Es la percepción de sucesos nuevos, de nuevos horizontes.
No es razonamiento. Es intuición. Es fe. Intuimos con los signos de la luz, de la vida, de la niñez que se anuncia, de la flor, del amoroso…. Se tiene la seguridad, por sobre las elucubraciones de la inteligencia y de la constatación que encierra al hombre del mundo moderno, limitándolo a conocer sólo lo físico. Algo de inaudito ha sucedido y el primer impulso es decirlo a los otros. Si aún el sabor de la nostalgia impide descubrir el sabor de lo eterno que es una necesidad, es tiempo de hacer contacto con quienes han tenido esa experiencia y reflejan como antorchas esa luz. Lo eterno es una necesidad para la plenitud humana.
Cuando hay una relación personal en el amor, el destino de la condición humana nos hace descubrir el límite de la relación; la aflicción, el dolor, la angustia son indecibles cuando el amado desaparece. No puede, sino nutrirse de la soledad y la soledad del dolor. Pero la nueva dimensión vivida no se da por vencida del fin de su amor. El que ha percibido ese amor, sigue buscando lo eterno que da sentido a lo temporal; sigue buscando la intimidad, el dialogo profundo, la relación personal inédita e irrepetible, aunque con todas las características de una normal vivencia humana.
Podemos quedarnos llorando nuestra sociedad de muerte y añorando el vivaz pasado de La Laguna, podemos abandonarnos a la desesperación o llevar una vida ligera que disimule el sufrir, o, por el contrario, podemos buscar algo que dé sentido a la vida. No "algo"; Alguien que una el tiempo y la eternidad. Que vive en una dimensión más allá del tiempo y de la historia y al entrar en relación con ella recibe el sello de la inmortalidad. El camino de búsqueda de ese "Alguien" ha encontrado una respuesta que reviste la humanidad de la gloria de Dios. Esto es una invitación en la lógica del amor de donación, no de soledad o afecto sensible o diálogo de dos, sino amor como comunicación, como un inquieto y fatigante caminar, con el corazón lleno de alegría, hacia aquellos que no saben todavía que se puede vivir esta dimensión nueva. Creer esto es el inicio de una nueva vida y de una nueva sociedad, como ofrecimiento de sí a los otros, a través de los varios modos que el amor sugiere a cada uno. Por tanto, no sólo la historia de la dolorosa limitación humana, sino la esperanza de la vida en plenitud, la esperanza que aquello que es transitorio se hace eterno, absoluto. Que la luz de este domingo de Pascua disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestra sociedad y nos impulse en solidaridad a revivir las relaciones de amor que construyan una nueva sociedad humanizada y que hace humanidad.
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