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PIÉNSALE, PIÉNSALE

ARTURO MACÍAS PEDROZA

¡Formemos al joven

que México necesita!

Los jóvenes de todos los tiempos y lugares buscan la felicidad y corren al encuentro de quien pueda responder a sus ansias de sentido y sus anhelos de vida plena. Pero la compleja situación que enfrentan en México hace que muchos sientan desconfianza y desánimo. El futuro está en sus manos a condición de que sean protagonistas.

A las puertas de las elecciones muchos han perdido el interés de responder las preguntas clásicas de conocer quiénes son y qué proponen los candidatos: ¿Tienen principios y los sostienen? ¿Garantizan reconstruir el tejido social dañado por la violencia, la corrupción, la impunidad, el narcotráfico y la pobreza? ¿Respetarán la vida, dignidad y derechos de la persona? ¿Actuarán con transparencia y honestidad? ¿Velarán por la justicia? ¿Qué proponen para crear fuentes de trabajo y erradicar las causas de la pobreza, o seguirán teniendo a los pobres como clientela electoral? Con un pesimismo muy realista perciben que la democracia es más que votar. Que incluso una votación manipulada, vendida o realizada con criterios egoístas es contraria a la misma democracia; que se requiere participación, unión y organización para exigir el cumplimiento de sus obligaciones y promesas de quienes resulten ganadores. El dispendio en campañas, acompañado de la maquinaria gubernamental que ensucia el proceso electoral y las propuestas incoherentes e incumplibles, mina las esperanzas juveniles.

La realidad de los jóvenes plantea desafíos nuevos. El cambio de época que estamos viviendo es complejo y son vulnerables. Para ayudarlos hay que discernir, desentrañar los grandes desafíos en el momento y lugar histórico que nos toca vivir, desde una mirada de la realidad iluminada por la sabiduría que da la experiencia y el verdadero amor. Como sociedad nos sabemos continuadores de la obra de formación de esta juventud, pero la tarea incluye superar nuevos retos. Sus vidas necesitan un nuevo horizonte orientador; un proceso (más que una formación), que de itinerarios capaces de hacer posible un proyecto de vida. Los adultos más que enseñanzas necesitamos darles acompañamiento, comprensión y testimonio coherente. Revitalizar todas las instancias educativas en opción por los jóvenes, tanto a nivel de instituciones (familia, escuela, Iglesia, partidos, medios de comunicación) como a nivel personal (escucharlos fascinados, acercarnos, escucharlos, palpar sus riquezas y sus necesidades, sus alegrías y sus tristezas, sus esperanzas y sus angustias). ¿Queremos vivir un verdadero proceso de conversión? ¿Queremos cambiar de dirección? ¿Queremos ir a su encuentro? ¿Queremos unirnos para ofrecer un proyecto educativo común y propuestas concretas? ¿Estamos dispuestos a andar nuevos caminos? ¿Estamos dispuestos a dejarlos ser los protagonistas principales en su formación y desarrollo? ¿Estamos convencidos del potencial que representan los jóvenes para el presente y el futuro del país y del mundo?

Juntos abriremos caminos para favorecer verdaderos procesos integrales de formación y promoción para los jóvenes: Es necesario un primer anuncio motivador que encienda y acompañe el proceso, luego educar y reeducar para nuevas actitudes, reorientación de acciones que los prepare a asimilar los valores individuales y sociales y los haga vivir en plenitud.

Es necesaria una instancia, que convoque a todos los jóvenes a convertirse en protagonistas prioritarios en esta tarea de formación de los demás jóvenes, a ser audaces y atrevidos agentes de transformación de la propia realidad social, conscientes del potencial que representan para el presente y futuro de nuestro país. Esta instancia sólo puede ser la Iglesia, a condición que haga una opción efectiva por la juventud, reoriente sus esfuerzos y acciones hacia los jóvenes reconociéndoles su importancia como constructores del futuro. Están en el momento de las más gigantescas transformaciones de la historia del mundo. Son los jóvenes quienes, recogiendo lo mejor del ejemplo y enseñanzas de sus padres y sus maestros van a formar la sociedad de mañana; se salvarán o perecerán con ella. Los obispos mexicanos reunidos en asamblea apenas hace dos semanas han retomado su opción preferencial por los jóvenes de México. Decía San Juan Pablo II que los jóvenes son la juventud de la sociedad, de cada familia y de toda la humanidad. "todos nosotros en cierto sentido volvemos a ser jóvenes constantemente gracias a ustedes. Por eso, su juventud no es sólo algo suyo, algo personal o de una generación, sino algo que pertenece al conjunto de ese espacio que cada hombre recorre en el itinerario de su vida y a la vez un bien especial de todos. Un bien de la humanidad misma…".

Pero esta opción implica un compromiso serio y decidido para enfrentar los desafíos que la realidad juvenil presenta:

En primer lugar es una realidad multiforme. Hay muchas realidades juveniles influenciadas por la cultura posmoderna que requieren una reflexión profunda de la realidad social juvenil. La Iglesia debe abrir sus horizontes más allá de los grupos juveniles y llegar a las diferentes expresiones, intereses y valores juveniles actuando en ellos de forma encarnada, orgánica y planificada.

Un segundo reto que enfrenta es el fuerte cuestionamiento que se hace a los valores tradicionales a causa del profundo cambio de época y las instancias destructivas de jóvenes que este mismo cambio está provocando. Ante ello se requieren gestos y signos esperanzadores más que palabras y doctrinas moralizadoras y procesos formativos que respondan a las necesidades específicas de los jóvenes, haciendo sinergia con los procesos ya existentes.

Un tercer desafío es la formación, pues parecen estar hechos de una pasta diferente, compleja, distinta de otras épocas que exige nuevas formas para recuperar su identidad y su rumbo. Están atrapados en la cultura del consumo y del individualismo y ven a la Iglesia como extraña a ellos, tradicional, clerical, burocrática y poco creíble. Para afrontar ese reto es necesario que la Iglesia ofrezca espacios de capacitación a jóvenes y formadores de jóvenes, para responder a las exigencias planteadas por el momento presente.

El último desafío es la organización y estructuración de la acción de la Iglesia hacia los jóvenes. Salir de los templos y dar opciones de posterior participación en la formación de más jóvenes, unificando las diversas instancias formativas juveniles y aprovechando las tecnologías de la información para promover los valores en ellos.

La construcción de una mejor sociedad pasa por la superación de problemáticas sociales como la pobreza, la violencia, la corrupción, el abuso del poder y el desprestigio de la política. La formación crítica que pase del análisis al compromiso tienen que incluir la participación política y social de la juventud.

piensalepiensale@hotmail.com

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