Hemos celebrado ya la fiesta de las madres y de los maestros, pero los estudiantes son también una parte muy importante de la población lagunera; nuestra región cuenta con una gran oferta educativa de todo tipo y calidad. El día de ayer celebramos el día del estudiante y eso nos da la oportunidad de analizar la problemática tan particular por la que está pasando esta importante parte de la sociedad que, precisamente a la familia y a la escuela se le ha confiado su desarrollo y formación.
México es un país de jóvenes, la mitad de la población tiene 26 años o menos. Según datos del INEGI 2014 en México residían 31.4 millones de jóvenes de 15 a 29 años, monto que representa 26.3 % de la población total, insertos en un contexto social complejo de cambios continuos, reaccionan con indiferencia y relativismo, pero no pierden su espíritu de servicio y deseo de compromiso. Hoy hay más de 3,450 000 alumnos universitarios. El número de egresados se ha multiplicado impresionantemente (hace 50 años apenas eran 60 000). Cada año egresan de licenciatura poco más de 350, 000 graduados. Esto quiere decir que hay una fuerza y una masa crítica con el tamaño y la diversidad de especialidades capaz hacer algo relevante en la resolución de las necesidades sociales de nuestra región. Tras el exitoso camino recorrido en la cobertura y ampliación de la oferta educativa y de la calidad académica, es tiempo de pasar a un nivel más alto con el análisis del impacto de los estudiantes en los problemas de la región, y de encontrar e implementar soluciones concretas y efectivas a estas problemáticas. Es tiempo de salir del individualismo para entrar en la solidaridad en base a valores y competencias sociales.
Ser estudiante es un privilegio. Muchos jóvenes en nuestro país desean avanzar en la educación media y superior, pero son el soporte económico de sus hogares y les resulta imposible combinar trabajo y profesionalización. Otros no son atendidos por las instituciones educativas y tampoco tienen las capacidades suficientes para entrar en el mundo del trabajo o no hay ningún puesto disponible para ellos. Las únicas puertas que se les abren son el autoempleo informal o la ociosidad. Esta situación deplorable los empuja a fenómenos más específicos como la migración, la violencia y el crimen organizado.
La inequidad y la incapacidad institucional para formar a todos los niños y jóvenes con una educación de calidad, genera que los estudiantes muchas veces no cuenten con las aptitudes y capacidades necesarias para integrarse en la vida productiva del país y emigran. Más de la mitad de los migrantes hacia los Estados Unidos son jóvenes que no cuentan con una preparación educativa o técnica y por tanto se convierten en mano de obra barata, prescindibles y sin derechos ciudadanos ni laborales. Pero también la región está perdiendo a los jóvenes que prepara, ya que al no encontrar perspectivas viables y descubrir que cada vez hay menos trabajos, no pierden oportunidad de escapar de esta tierra enferma y sedienta. Casi cualquier opción laboral dentro o fuera del país es mejor que las ofrecidas en nuestra comarca.
Pero la falta de educación y oportunidades para los jóvenes tienen una de sus expresiones más graves cuando se convierten en presa fácil de las actividades de reclutamiento por parte del crimen organizado. Estos jóvenes son al mismo tiempo víctimas de una sociedad que no les ha dado un espacio para su realización y víctimas de las mafias criminales que suelen prometer dinero fácil y metas falsas.
Creemos que la solución de los grandes problemas sociales de la región y del país era sólo asunto de planes de gobierno y de políticas públicas, con fuerte intervención del Estado, y que el sector privado colabora sólo en manera lateral y complementaria, en forma individual o con organizaciones no gubernamentales. Tal vez con sorpresa para muchos, es mucho lo que se puede hacer. No se trata de ver que ha hecho bien o mal el Estado con sus políticas públicas y los recursos de que dispone, sino de realizar experiencias concretas por parte de esa gran fuerza que son los estudiantes. Hay una enorme capacidad de actuar fuera del ámbito gubernamental. Se trata de acciones solidarias que pueden realizarse.
Es cierto que hace falta todo un proceso estructural que coordine los grandes elementos. Se requiere un marco jurídico sólido, un gobierno fuerte, capaz y honesto que pueda asegurar un estado de derecho, con políticas sociales y económicas. Requerimos recursos, infraestructura y servicios, empleos bien remunerados, sistemas educativos de calidad. Si las cosas no van bien, consideramos que hace falta un cambio de gobierno y de reforma de estructuras, pero falta también activar la enorme capacidad de los estudiantes para ver qué se puede hacer y hacerlo. Son muchos y se pueden utilizar las grandes habilidades dentro de las estructuras, con resultados que pueden ser sorprendentes, de donde las mismas políticas públicas pueden aprender y reorientar sus modelos y proyectos. La idea no es retirar ni debilitar la responsabilidad que tienen las instancias del Estado mexicano, ni dejar de reconocer su mejor funcionamiento estructural. Hay que demandar la correcta actuación de los que mueven las grandes estructuras, pero no se puede perder el enfoque de hacer lo que cada uno podemos hacer, proponer y llevar a cabo con nuestros medios. ¿Qué puedo hacer como estudiante? ¿Qué podemos hacer como estudiantes organizados?
Los estudiantes han de colaborar de un modo especial en la creación de una cultura participativa, representativa y respetuosa de ser humano, que supere el desencanto que está viviendo y adquiera el sentido crítico ante la realidad. Como un signo de esperanza está surgiendo una propuesta en este sentido desde la estructura de la ULSA y de la Iglesia a través Cáritas de Gómez Palacio, con esperanza de grandes y efectivas soluciones de la problemática social.
Cuando los jóvenes encuentran el sentido radical de su vida pueden colaborar más y mejor con el compromiso a favor de su comunidad y de su nación. Con su inquietud y natural rebeldía hacia la injustica y la mentira son constructores de una nueva sociedad.
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