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PIÉNSALE, PIÉNSALE

Blasfemia

ARTURO MACíAS PEDROZA

"Matar en nombre de Dios es una blasfemia" Así calificó el Papa Francisco a las motivaciones religiosas que se aducen para los ataques terroristas del pasado 13 de noviembre.

Irlanda, Bosnia-herzégovina, Irán, Argelia, Sudán, Afghanistán, Kosovo, Israel, Siria, … Los conflictos que sufren estos países desde hace muchos años no tienen sino razones políticas, que usan a fanáticos para sus intereses. Los motivos religiosos son puestos también delante, afirmados fuertemente. La religión y otros valores sagrados sirven para justificar la violencia y motivar los combatientes. Acciones terroristas, comandos suicidas, masacres de poblaciones civiles son frecuentemente perpetrados por gente convencida de que cumple la voluntad de Dios e incluso de ser el brazo vengador de Dios.

Esta colusión de las religiones con la guerra no es reciente. Es sin duda tan vieja como las religiones mismas. La mayor parte de las religiones han sacralizado la guerra y se han presentado sus dioses marchando a la cabeza de sus ejércitos. Esta alianza aparece tan evidente que algunos llegan a acusar a las religiones de ser responsables de la violencia del mundo y de alimentar los fanatismos. Pero grandes creyentes como Francisco de Asís, Gandhi o Martin Luther King han sido hombres de paz y de fraternidad, y grandes fanáticos responsables de las más grandes hecatombes, como Hitler, Stalin o Pol Pot eran ateos.

Vivimos en una sociedad secularizada, laica, en donde la religión es un asunto privado y no interviene en los asuntos públicos, políticos. Tenemos en consecuencia mucha dificultad en representarnos el funcionamiento de sociedades en donde la religión penetra toda la vida pública. En las sociedades antiguas o tradicionales la religión es omnipresente, lo que significa que ningún sector de la vida privada o de la vida social escapa a su control ni a la atención de la divinidad. La guerra fue un elemento importante de la existencia humana, la religión y la divinidad estuvieron necesariamente presentes ahí: el general antes de entrar en batalla, consulta los oráculos para ver si los dioses le son o no favorables. Y el rey cristiano pide a los hombres de Iglesia bendecir sus armas.

La historia precolombina presenta el espectáculo de hombres, mujeres y niños inmolados, cuya sangre corría sobre los altares de los dioses sedientos que debían ser constantemente renovados. Los sacrificios humanos permiten al sol renacer cada mañana: la muerte de los hombres da vida al sol. Por tanto la guerra tiene una función religiosa y el objetivo no es matar, sino tomar prisioneros, a fin de inmolarlos al sol.

La guerra toma aquí una dimensión cósmica, los guerreros son instrumentos de este servicio de salvación del cosmos. El mensaje de paz de la imagen de la Guadalupana cambia totalmente esta mentalidad. Es comprensible para los antiguos pobladores de nuestra tierra, el mensaje pacificador de la imagen misma que habla de armonía entre el día y la noche, entre el sol y la luna, entre la tierra y el cielo.

Ahora son a los inmigrantes, pero desde Nerón que culpó a los Cristianos de incendiar Roma, o a las brujas o judíos de contaminar las aguas en la Edad Media, la historia está llena de individuos o grupos designados como responsables de la inseguridad y demás desgracias. La evolución de la conciencia religiosa y las mutaciones culturales deben llevar al hombre a salir del círculo del pensamiento mágico y de la manipulación de la ignorancia. Hacer evolucionar la imagen de Dios y el estatus del hombre podrá liberarnos de fanatismos y radicalismos que experimentamos también entre nosotros. ¿Cómo puede una pertenencia a uno u otro grupo religioso promover el odio o al menos la separación de comunidades y familias? Precisamente ahora que La Laguna necesita de sinergias, las escisiones religiosas no abonan a ello. Ante las grandes tareas es necesaria una unificación en la acción.

También se están formando fanáticos entre nosotros cuando la ignorancia hace a muchos fácimente manipulables. Cuando la religión "intimista" y "a la carta" que se acomoda a nuestra "santa voluntad", creando una religión quimera, formada de las más variadas ofertas: orientales y occidentales, mágicas y cristianas, precolombinas y esotéricas. ¡Todo en una sola persona!.

El relativismo nos aleja engañosamente de la verdad, haciendo que cada uno tenga "su verdad" individual, que a fin de cuentas no es sino errores o a lo sumo verdades aisladas sin una coherente integración. Los fanáticos formados así, no se inmolan con bombas en la cintura, pero tienen otros tipos de manifestaciones destructivas de ellos, de los demás y de la comunidad.

La formación del hombre incluye una auténtica religiosidad que comprenda el sentido profundo de la experiencia de Dios, la fe en un Dios que quiere que el hombre viva y sea libre, que le da la vida a quien estaba condenado a la muerte. San Irineo de León expresaba esta fe afirmando que "la gloria de Dios, es el hombre viviente". Una conciencia religiosa bien formada descubrirá la contradicción de la violencia. Es en el corazón del hombre en donde tiene lugar el sacrificio y el esfuerzo de su "apertura" al otro, hasta que la lucha contra el odio se convierte en una victoria interior y se elimina por tanto la violencia.

Son blasfemos quienes toman la religión, u otros valores sagrados como la libertad, la democracia o la patria, como pretexto para ocultar oscuras intenciones. Ya es muy censurable La muerte y dolor que provocan la corrupción, la impunidad, la injustica o la falta de participación en la promoción del bien común, pero lo es más quien pretende justificar estas prácticas como parte de una religiosidad.

El diálogo la comprensión del otro puede permitir a cada uno purificar su propia fe, las propias imágenes que se hacen de Dios. Reconocer el error es un primer paso a la verdad, descubrir las injusticias que sufren los oprimidos desarma al opresor. Las religiones verdaderas no sólo no violentan, sino que promueven la paz. Las religiones inspiran los comportamientos de los hombres, pero son los hombres quienes, en definitiva, interpretan y toman las decisiones. Son ellos los que pueden arrastrar un sistema religioso hacia el fanatismo, la tolerancia o el pacifismo. No hay religiones químicamente puras, porque la religión no es sino una dimensión de la existencia humana.

Piensalepiensale@hotmail.com

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