Esperanza para los desesperanzados
Hay un estado de desconfianza y cinismo en cuanto a la vida económica y política. Los tres primeros años de gobierno actual no ha cumplido con las espectativas que se tenían. Las promesas de campaña a nivel local han quedado defraudadas y con ellas un amargo sabor de boca...
... ante la crisis de confianza en los políticos y en la política.
Todo esto se traduce en lo económico. No se puede hablar de política sin hablar de economìa. La ambición por el poder dominador ha dejado a un lado la utopìa del poder al servicio del bien común. Servicios, sueldos, infraestructura, inversiones, empleo, educación y demás áreas que esperaban ser atendidas siguen durmiendo el sueño de los justos. Los impuestos con que se grava a la población desaparecen dejando un vacío en las arcas y en el alma.
La gran desconfianza que produce la crisis global de la economía paralizada por influencias externas e internas se concretizan en nuestro entorno y en nuestros bolsillos. La desconfianza paraliza de modo que los consumidores no consumen, los empresarios no contratan, los inversores no invierten y los bancos no prestan. Se van empresarios "maquileros" o despiden a muchos de su trabajo. La gran angustia que se ha vivido siempre frente a la miseria y la pobreza, y sobre todo frente a la falta de trabajo o el duro trabajo informal, se agrava día con día disminuyendo las expectativas y no se ve salida.
Vivimos al mismo tiempo una desconfianza profunda y generalizada de la política y de los políticos. Aunque algunso voten, no creen que las polìticas de la democracia vayan a realizar los cambios estructurales profundos que se necesitan. La gente ve el incumplimiento de las promesas electorales. Con las próximas elecciones de gobernador y alcaldes, vamos a ver de nuevo las mismas y viejas costumbres clientelistas de candidatos que juegan a Santa Clos con los votantes regalándoles fiestas, juegos pirotécnicos, comidas, camisetas, gorras, e incluso dinero, creando en nuestra región un desánimo al ver una imagen corrupta de la política que no da la menor señal de querer cambiar.
Tenemos necesidad de esperanza después de haber sufrido tantas desilusiones. Aristóteles dice que la esperanza es el sueño de un hombre despierto. Esta esperanza sin embargo no debe ser irracional sino fundamentada en razones para seguir esperando. Es memoria que analiza evidencia y cuestiona la debilidad y falsedad de todos los absolutos humanos en los que había puesto sus esperanzas y que lo han decepcionado y que pone su confianza en la única alternativa que no puede fallar. La visión de la divinidad se levanta en esta temporada navideña trascendiendo el consumismo y la mercadotecnia. En la visión de la plenitud de la divinidad que se hace Emanuel: Dios con nosotros, se renueva la esperanza de restauración del hombre y del universo.
Las peregrinaciones guadalupanas y demás tradiciones religiosas de estos días navideños resumen esa esperanza que contiene las demás esperanzas sin reducirse a ninguna de ellas. No obstante el declive de la credibilidad de la Iglesia sigue siendo la más alta en relación con otras instituciones y podrá crecer en la medida que, con el ejemplo e influencia del Papa Francisco, represente coherente y auténticamente esta esperanza fundamentándola y manifestando sus exigencias. Si es capaz de acercarse con misericordia a los pobres y a los que sufren, alejándose de las élites dominantes.
La Región Lagunera vive un despertar religioso. Pero esta religiosidad es válida si hace que lo invisible transforme lo visible, sin sustraer a los hombres de su responsabilidad frente a la historia y al mundo. Religión que dispense de este compromiso so pretexto de "espiritualidad" será solo una evasión cómoda e irresponsable. La acción concreta no sólo de ayuda sino de crítica y transformación de la realidad deberá ser criterio de autenticidad. Prescindirá también de toda manipulación ideológica y explotación económica para poder ser factor general de mejora social.
La participación social, necesaria en nuestra región para revertir tendencias, está encontrando en la esperanza cristiana su fundamento y su fuerza. Iniciativas concretas de formación en los jóvenes, y matrimonios, así como acciones coordinadas de promoción de la persona y su dignidad, por medio de instituciones oficiales de ayuda como Cáritas o Pastoral para la Vida son capaces de hacer desde ahora una diferencia en el sistema económico y político caduco. La iniciación de un Plan Diocesano de Pastoral con acciones transversales y con mucha intercomunicación de sus actores, dará resultados concretos de transformación y bienestar en la población que tendrá que ser apoyada por las fuerzas del estado, so pena de quedar marginadas, desacreditados y desenmascarados. La renovación de la Iglesia universal y local es un por tanto un signo de esperanza para los desesperanzados.
La esperanza nos sitúa radicalmente ante nuestra responsabilidad personal y social frente a lo que le pasa y le pasará al mundo. Frente a la inquietud y al miedo, estamos llamados a «alzar la cabeza» ansiando, esperando, trabajando y atisbando nuestra liberación. Si lo único que esperamos para Navidad es una reunión familiar y unos regalos entonces no será una esperanza verdadera y profunda; no será espera cierta de la perfecta restauración de la persona y de la humanidad y las acciones que se hacen paso a paso, para llegar a ese futuro deseable; Trasciende lo material, se realiza con lo concreto y en lo concreto; destinada a la eternidad; armoniza el presente, el pasado y el futuro; hace coexistir el "ya" "con el todavía no", la posesión con la espera, la alegría y la tristeza, el amor y el deseo, el gozo y el llanto.
El hombre de esperanza camina y avanza en la historia y no se deja manipular ni engañar, pues capta a los engañadores en la política, en la economía en la religión. Sabe descubrir a los que ofrecen falsas esperanzas o quieren destruir la esperanza nuestra.
Que estas celebraciones de la época navideña hagan crecer en nuestra Comarca Lagunera la esperanza profunda, la que no defrauda, la que se concretiza en el pequeño niño de María: El Dios con Nosotros.