El año que comienza es una invitación a salir de nuestro egoísmo. El sistema capitalista y neo-liberal ha probado su fracaso por ser simplemente contradictorio a la esencia del hombre que es la inter-personalidad que es mucho más que ser "individuo". Ahora es necesario reconstruir la comunión, la solidaridad, la hermandad, la sociedad. Nuestra Patria ha sabido ser un mosaico polícromo bien amalgamado y la crisis que estamos viviendo es por adoptar un sistema que no pertenece a nuestra tradición y que hay que revertir. Sin embargo, el camino de regreso será duro y penoso, ya que hemos hecho un largo recorrido en sentido contrario a la solidaridad y a la humanización al centrar nuestra vida en el "ego". En lugar de reafirmar nuestra identidad con la natural apertura al otro y al Otro (trascendente divino) que es el único camino para crecer como personas. Nos habíamos encerrado en nosotros mismos cayendo en un "hoyo negro" que nos absorbía y nos condenaba a la "no-personalización", a monadas, a sólo "individuos" egoístas cerrados y encerrados. Buscando nuestro ser nos deshacemos. El consumismo nos "llena" de cosas y nos incapacita el ser-para-el-otro. No somos bodegas, sino pozos; más grandes en la medida en que más saquemos de nosotros mismos.
Aparentemente inocua y sólo teórica, esta mentalidad ha tenido consecuencias funestas en las relaciones personales, familiares, sociales, económicas, políticas y religiosas, pues se ha enraizado en la cultura en sus diversas expresiones impregnando, envenenando todo, deshumanizando, despersonalizando. El hecho de que esta mentalidad se base en la competencia encarnizada para poder estar sobre el otro, en vez de ser "motivadora de superación personal" se hace destructora de las relaciones: En la familia el hermano deja de serlo para hacerse competidor y enemigo. Los cónyugues caen en esta lucha y el matrimonio deja de ser "alianza de amor" y se convierte en una guerra con consecuencias funestas. Quién gana más, quién manda, quién se queda con los niños, quién se lleva al perro…
Esto también trasciende a lo social: Los orgullosos y soberbios que producen esta mentalidad, forman grupos que no son donación amorosa en búsqueda del bien del otro, sino yuxtaposición convenenciera para intereses mezquinos, que sólo benefician a los individuos del grupo (ni siquiera al grupo), que abandonan en cuanto deja de ser útil para el individuo. El interés por lo social y el bien común son categorías retóricas que en la práctica son totalmente ignoradas. Partidos políticos, sindicatos y gremios sólo luchan para intereses particulares sin pensar en dar un servicio a la comunidad. El nulo interés por el mejoramiento del servicio público de transporte urbano en nuestra región lagunera es un ejemplo de falta de sensibilidad ante el sufrimiento de los laguneros que tienen que trasladarse. Los recursos metropolitanos sólo se reparten y los intereses que prevalecen son los de sindicatos, grupos, partidos y gobernantes. La incomodidad del transporte, el tiempo de traslado, el precio del boleto y las condiciones de las unidades no son aspectos a considerar porque no interesan.
El camino que nos queda por recorrer este año es arduo y va más allá de propósitos particulares como bajar de peso o dejar de fumar. Incluye abrirnos a la participación social y política que haga sentir de forma efectiva las exigencias de transformación. Limitados como estamos en la toma de decisiones por la misma estructura, se deben aprovechar todas las que existen y presionar para crear nuevos espacios de participación que incidan en las políticas públicas. Esto va más allá de las elecciones, pero las incluyen. ONGs, grupos, asociaciones nuevas y ya existentes, deberán ser fortalecidas por una ciudadanía que ha despertado y descubierto las consecuencias de su apatía y su desinterés por lo social y ahora está dispuesta a revertir sus efectos con una gran movilización, pues sabe que no es poco lo que está en juego: La muerte, el dolor de madres sin hijos, el no poder completar para lo más elemental en el hogar, la deficiencia en la educación, los secuestros, dispendios fraudes y desfalcos, la falta de seguridad, la deficiencia en los servicios urbanos, etc. son consecuencia directas de nuestra falta de interés por el bien común. Somos también culpables, cómplices, por habernos desinteresado, por haberlo permitido, por no hacer nada por evitarlo. Para lograr la paz se requiere no sólo buenos deseos al inicio del año, sino un arduo trabajo para restablecer las condiciones para la paz, con colaboración de todos: No sólo a nivel personal, sino también de instituciones políticas, económicas, religiosas y sociales. Es tiempo de participación, de protesta, de lucha social, de reclamar, de exigir eficiencia y transparencia, de exigir castigo, de acciones solidarias, del trabajo colaborativo, del servicio desinteresado, de formación, de organización.
Es evidente la interrupción del proceso de crecimiento del ser humano, la deformación de su belleza y dignidad a causa del rechazo trágico de nuestra vocación a ser hermanos. No es fácil realizar la tarea de vivir unidos, preocupados unos por otros. Tendremos que nadar en contra de la corriente; de todo un sistema que ha creado y fomenta la apatía, la ignorancia y la falta de participación. Pero nos anima el despertar ciudadano del que estamos siendo testigos, la conciencia de muchos que han descubierto estos males, sus causas y consecuencias, y la convicción de que es posible hacer cambios. La participación ha dado frutos en otros lugares y a nivel internacional y nacional hay muchos que están apoyando, promoviendo y uniéndose a esta tarea.
Importante para entrar en esta dinámica es la fe en la presencia de Dios en nuestra historia, que hemos celebrado en esta Navidad. El "Dios con nosotros". Que no se desentiende del hombre y lo impulsa desde el interior a trabajar por la paz con justicia y dignidad. Esto requiere una opción de la libertad personal y social a salir de nosotros y encontrarnos con el otro y los otros en el espacio de comunión vivida en el amor. Nadie puede excluirse.
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