Ya ha sido comentado abundantemente la sentencia en la Suprema Corte de Justicia de la Nación a favor del consumo legal de la mariguana, que avala su uso lúdico, siembra y consumo personal.
Aunada a otras leyes similares como el aborto o la eutanasia u otras menos sonadas, pero igual de retrógradas como la laboral y la energética, que, bailando al son que les tocan los poderes internacionales y las modas extranjeras, envidian a una tendencia internacional, sin darse cuenta que están siendo arrastradas al fracaso, junto con las sociedades a las que admiran.
Variados personajes públicos y privados de los diversos ámbitos de la sociedad como el político, el intelectual y el artístico, hablan de "modernizarse", "desarrollarse" como algunos países del primer mundo. Pero debido a que la evoulución del hombre depende de decisiones libres y de acciones humanas falibles, la evolución puede ser también involución, el progreso puede ser más bien retraso y el desarrollo subdesarrollo.
De hecho el Papa Francisco está invitando a una profunda revisión de nuestros estilos de vida. De los modelos de producción, de los paradigmas de consumo y de la estructuras de poder, montadas sobra la tecnología y las finanzas, que dejan marginados a los humanos. La crisis ecológica no es sino la punta del iceberg de todo una estructura caduca. Retomar rumbo, corregir lo que se está haciendo mal, no es retroceso, sino progreso. Continuar en un camino que lleva a la destrucción es irracional. Pero la característica de este sistema caduco es que se niega a cambiar, aunque con ello continúe un camino suicida, justificando lo injustificable, dando razones de lo lo irracional y legalizando el crimen y el mal.
El cambio de época está exigiendo cambios estructurales, pero estos cambios corren el riezgo de ser peores que los anteriores. La nueva humanidad que se está construyendo en vez de avanzar está retrocediendo y paradójicamente lo está haciendo en nombre de la modernidad y el progreso. Los protagonistas de esta nueva época están siendo unos cuantos con intereses mezquinos que lo que menos les importa es el progreso de la humanidad. Las grandes conquistas del ser humano en sus milenios de civilización están siendo echadas a la borda como si cambiar de época implicara comenzar de cero.
La reflexión y la búsqueda del bien común por encima de intereses particulares es la clave. La protección de la familia y de los débiles es esencial. La base es el respeto de la dignidad de la persona humana, tanto en su individualidad personal y su libertad como en su capacidad de relacionarse y hacer "civitas". la defensa o pérdida de estos campos es lo que va a llevar a la evolución humana auténtica. Si, en cambio, vamos para atrás como los cangrejos con bandera de modernos, y además rechazando los valores y logros de la humanidad como retroceso, fanatismo o fundamentalimo, la consecuencia será la involución y tal vez hasta la desaparición de la especie humana.
Hagamos una pausa reflexiva en el camino de nuestra vida en este mundo cambiante, que tiene el riesgo de absorbernos con los medios; poderosos megáfonos de permisividad moral, de transgresión y superficialidad hedonista y consumista. Es necesario interpretar la nueva realidad social y cultural en la que vivimos que es siempre más compleja, no sólo por las manifestaciones exteriores, sino, sobre todo, por las "ideas-ideologías" que están en el origen de esas manifestaciones y que van creando una nueva problemática cultural alérgica a todo lo que sepa a moralidad. Mas que con moralismos se trata de que intentemos encontrar respuestas eficaces a la nueva realidad, que nos alienten a seguir con esperanza, optimismo y gusto considerándola como oportunidad para testimoniar nuestra fe en la humanidad.
La irrupción de nuevas ideas, en efecto, ha provocado grandes transformaciones en todos los campos de la vida social y la Revolución Francesa nos lo ha enseñado muy bien con su "liberalismo" radical. Sin embargo, las nuevas ideas nunca habían sido tan radicales y perversas como las de las últimas décadas del siglo pasado y las primeras de este nuevo siglo XXI. Ideas que han generado hoy fenómenos sociales devastadores como la globalización del capitalismo liberal, la economía del egoísmo y del individualismo; la obsesión consumista y hedonista; el terrorismo y los odios entre naciones; el crecimiento de la pobreza; la crisis de las grandes religiones; la dictadura del relativismo. Todos estos fenómenos han desorientado y desconcertado a todo mundo.
Estas causas han traido como efecto en el aspecto legal la tolerancia jurídica que protege la permisividad generalizada y se refleja en los divorcios exprés, los matrimonios entre parejas de un mismo sexo, los adulterios, la legalización del aborto y de úteros subrogados, la utilización de células estaminales embrionarias, la legalización de las drogas, etc. El surgimiento de una "cultura de muerte" es una auténtica conjura contra la vida, que utiliza el derecho para legalizar delitos y reconocer legislativamente derechos inexistentes; es decir: "disparates legales". Las propuestas legislativas de legalización o de despenalización, del aborto y otras de índole similar se ubican en esta nueva realidad cultural globalizada de extravío antropológico, ético y jurídico-legislativo.
Hoy se asiste a una especie de "retroceso" de civilización, fruto inevitable de esa concepción de la libertad humana subjetivista y distorsionada. Aun el consenso, democráticamente logrado, tampoco es aceptable cuando van de por medio valores, principios y normas que no dependen de una mayoría en una votación, sino de la naturaleza humana, de esa ley moral natural que es fundamento, incluso, de la vida social humana y que a nadie le es lícito borrar. Además, el ámbito jurídico no puede invadir el campo de la ética, hasta convertir en bueno lo que es moralmente malo, o en derecho lo que es legalmente delito. La fuente última de los derechos humanos a la vida, a la integridad física, al respeto, a la salud y a la dignidad no se encuentra en la mera voluntad de los seres humanos, ni en la realidad del Estado o en los poderes públicos, sino en la esencia del hombre mismo y en Dios su Creador. Que los legisladores se arroguen poderes, que no les corresponden, en nombre de la representación del pueblo, es indebido y arrogante.
Un falso concepto de libertad subjetivista, desvinculada de normas éticas, de tradiciones y costumbres, de credos religiosos, de valores morales naturales y universales. Una libertad alejada de toda verdad y que tacha de "fanático" e "intolerante" a quien se atreva a proponer alguna verdad innegociable. El derecho por su propia índole y esencia, tiene la función de proteger y tutelar los grandes valores humanos; el no hacerlo es contrario a su finalidad y, desde luego, serían ilegítimas sus decisiones y sus leyes. ¿Crees que el afán obsesivo de "modernidad" es justificante para sacrificar valores e instituciones ya consolidadas? ¿No será mas bien una verdadera regresión de la humanidad?