El termino "Amor" tiene un ámbito de significado tan vasto y variado que podría originar equívocos: ordinariamente va acopañado de una carga erótica.
"Caridad" expresa mejor el objetivo y misión que nace de la naturaleza misma de la persona, hecha por el Dios-amor que lo origina, por amor como motivo de haberlo creado y con la llamada al amor como objetivo, vocación y tarea por parte de la creatura, pero recuerda asimismo la limosna, que, si bien puede ser su concretización, puede también camuflar y coartar una realidad tan amplia y elevada. En todo caso suena como expresión compleja y alejada de lo normal. El término "agape", sobre todo opuesto a "eros" podría expresar mejor esta cualidad humana. ¡Lastima que sea un termino griego que suena entre nosotros como un barbarismo! Finalmente podemos usar el término que nos parezca, lo que si queda claro es que esta complejidad manifiesta una realidad que no puede dejar de ser misteriosa y profunda y que si no es discernida adecuadamente puede fallar a la hora de su aplicación concreta. En seguida veamos algunos puntos que pueden ayudarnos.
La época navideña busca sacar de dentro de nosotros este innato deseo de amar. El amor gratuito de Dios expresado en la encarnación nos atrae, de modo que la alegría y el gusto de tal amor despiertan en nosotros el hambre y la sed de una experiencia más profunda de él y del gran arte de amar a todos sin límites. El problema es que al intentar hacerlo, confundimos el amor con el simple asistencialismo que denigra al que lo recibe en lugar de hacerle el bien, como lo exige el verdadero amor, o caemos en la trampa de creer que una ayuda pasajera es suficiente. suponemos que amamos pero no queremos hacer lo que exige el amor, y nos contentamos con remedos caricaturescos del amor que incluso dañan en vez de beneficiar.
Es una práctica muy común la explotación y manipulación de los sentimiento que se despiertan en esta temporada por parte de vivales; algunas veces alcanzamos a desenmascarar el engaño, pero otras veces jugamos su juego más o menos conscientemente, porque contribuye a acalla nuestra conciencia al hacernos creer que estamos cumpliendo con la caridad. Es más fácil bajar la ventanilla del auto y dar una moneda, que comprometernos a una promoción auténtica de esa persona.
El sistema neoliberal y consumista produce cada vez más pobres que se suman a los explotadores y vivales que han encontrado en la asistencia social un modus vivendi. Entran también en esta inmensa masa los manipulados por el asistencialismo que solo estiran la mano para que papá gobierno los tenga pendientes de sus requerimientos.
Uno de los mejores medios para ayudar a la persona es en la política, porque con ella se pueden cambiar las causas que producen la pobreza: cambios estructurales, educación, seguridad, aplicación de la justica, promoción del empleo. Pero al igual que en el campo personal se puede dañar a alguien con muy buenas intenciones, pero equivocadamente (por ejemplo con sobreprotección a un hijo), también en el campo de la política se necesita mucho más que buena intención para hacer cumplir la misión de verdadera caridad con la comunidad. Hemos visto muchas veces los grandes daños causados por errores, ineficiencias e ignorancia en la administración pública local y nacional. El cinismo o la ignorancia (o ambos) hacen pensar a algunos que están "ayudando al pueblo" con dádivas navideñas, pero no hacen nada por superar las situaciones de corrupción e injusticia. Incluso creen que un regalito o un espectáculo ocasional en esta temporada navideña compensa los actos de corruptela cotidianamente cometidos en los que se participa y se obtienen muchos beneficios personales.
La perspectiva justa de la caridad en lo que respecta a la responsabilidad política piensa tanto en la liberación persona del egoísmo y de la sed de poder como en la lucha contra el egoísmo colectivo y en los cambios estructurales profundos que son indispensables frente a la hidra policéfala de la mala política. La urgencia de conversión personal, va de la mano con la lucha contra las potencias colectivas del sistema político corrupto, en particular cuando éstas tienen relación con el abuso de autoridad y de poder. Si con la política se puede practicar de modo efectivo la caridad, es también un especio en el que se puede hacer mucho daño.
La práctica de la caridad exige una formación continua y extendida a todos los estratos de la población; pensar y pensar para discernir la mejor forma de amar; formar la conciencia para saber qué valores están en juego en las decisiones individuales o políticas y cuales valores deben estar por encima de otros. Una conciencia madura en la caridad se orienta teniendo una visión clara de la verdad y permanecer vigilantes frente a los peligros del egoísmo personal o de grupos.
¡Es un gran error apelar a la caridad para pisotear los deberes de justicia! Si es verdad que el amor es más perfecto que la justicia, es asimismo verdad que ésta supone ante todo la observancia de los deberes de justicia que es lo mínimo de la caridad. Caridad y justicia no deben contraponerse y, de por sí tampoco integrarse. La justicia es una minicaridad, mientras que la caridad permite realizar perfectamente la justicia y superarla.
El fin, aunque sea bueno, no puede justificar los medios cuando son malos. La caridad exige el respeto de la persona. No podemos decir que somos muy caritativos cuando lo que le estamos dando se lo debíamos por justicia. No puede haber verdadera caridad donde es pisoteado el derecho. Amar no es sólo sentimentalismo, se requieren todas nuestra facultades como personas. La caridad inteligente, organizada y efectiva exige un compromiso de toda la persona y no sólo unas monedas sobrantes. El sistema despiadado neoliberal tiene que ser vencido por un nuevo sistema más solidario y menos depredador; ejerceremos verdaderamente la caridad cuando contribuyamos efectivamente y comprometidamente a realizar los cambios necesarios para transformar este sistema. Cáritas de Gómez Palacio está en esta línea y necesita colaboradores.