Fachada de una de las primeras sedes del Colegio Nicolás Bravo, antecedente del ahora centenario Colegio Isabel la Católica de Gómez Palacio, Dgo.
El Colegio Isabel la Católica de Gómez Palacio está cumpliendo sus primeros cien años de existencia. Muchas generaciones de kínder, primaria, comercial, secundaria y preparatoria engalanan su trayectoria y la convierten en el Alma Mater y recinto donde muchas niñas que florecieron en hermosas jovencitas y con el tiempo en abnegadas madres, alentaron fantasías y sueños en el seno de sus aulas y en la algarabía de la hora de recreo.
Es el 15 de enero de 1915, día en que las habitaciones de una casa particular (utilizada como cuartel durante los aciagos días de la Revolución), previamente acondicionadas como salones de clase, se inundan con la energía, la capacidad de asombro y la sonrisa de un puñado de niñas. Inician las clases. Nace el Colegio Particular para Niñas, que un año después y para cumplir con la ley civil de incorporación de estudios, adopta el nombre de Colegio Nicolás Bravo.
Sin embargo, la historia no comienza en esa fecha. La congregación religiosa Misioneras Hijas de la Purísima Virgen María, fundada en 1903 por las madres Julia Navarrete Guerrero y Virginia Rincón Gallardo, bajo la dirección del padre Alberto Cuscó Mir, S. J., había establecido desde 1910 en Ciudad Lerdo, Durango, el actual Colegio Primo Verdad, y a partir del 21 de diciembre de 1914 religiosas de esa Corporación se instalaron en Gómez Palacio para dar vida a un colegio gemelo.
Eran los tiempos álgidos de la Revolución Mexicana. Al Colegio Primo Verdad (inicialmente denominado del Sagrado Corazón de Jesús y posteriormente Lic. Francisco Primo de Verdad y Ramos, en memoria de uno de los precursores de la Independencia de México), le toca nacer el 28 de noviembre de 1910, unos días después de que Jesús Agustín Castro y sus valientes se levantaran en armas en Gómez Palacio, tomaran la plaza y salieran en franca huida, para eludir a los soldados federales, rumbo a Lerdo. Por su parte, al Colegio Nicolás Bravo le corresponde vivir su gestación unos meses después de la Gran Batalla de Gómez Palacio en 1914, antesala de la Toma de Zacatecas, que expulsó definitivamente del poder al usurpador Victoriano Huerta.
En verdad, si contextualizamos los momentos en que nacen esos dos ahora centenarios centros del saber, se necesitaba mucho valor y una acendrada vocación para emprender una empresa de esa índole, sustentada en un puñado de misioneras: María Antonia Medellín Soberón, Rosa Brioso Vasconcelos, Emilia Aguilera Castañeda, Juana Flores Delgadillo, Isabel Ortiz Retes, Refugio Morales Vega, Rafaela Ramírez Cailín y María Calderón Guijón. Nuestra tierra es cuna de acciones heroicas; el desierto no es hábitat para seres delicados. Ya lo decía Adelita Ayala: "Nunca ha nacido corazón pequeño / a la sombra del Cerro de la Pila".
A mayor abundamiento -como decimos los leguleyos- desde el año de 1906 y establecido precisamente a las faldas del Cerro de la Pila, escenario de la citada Gran Batalla, había abierto sus puertas el Colegio De Villa de Matel, auspiciado por las religiosas del Verbo Encarnado. ¡Malaya, quién dijo miedo!
Ciertamente, la proliferación de escuelas particulares -que no así de las oficiales para educar al pueblo, que eran escasas- se debió a la demanda de las familias de los directivos, altos empleados y técnicos de las empresas que desde las dos últimas décadas del siglo XIX se habían instalado en Gómez Palacio, "Ciudad Industrial", alcanzando su población cifras que superaban los quince mil habitantes.
Pero volvamos a nuestro objetivo central, el Colegio Nicolás Bravo, que durante su larga existencia ha ocupado distintas sedes, antes de asentarse en Orestes Pereyra No. 130 de la colonia Bellavista. Al respecto, doña Loreto Hubbard Alba, alumna decana, nos comenta que llegó a Torreón procedente de su natal San Antonio, Texas a la edad de tres años, en 1919. Dos años después se mudó a Gómez Palacio, donde estudió los primeros dos años de educación primaria en una escuelita hogareña y luego ingresó al Colegio para cursar el tercer año, cuando éste funcionaba en una casona que se conocía como "Los Arcos" y que se ubicaba por la avenida Victoria, frente a donde actualmente se encuentran las oficinas del Sideapa.
De aquellos lejanos ayeres, doña Loreto, que conserva su bella presencia y una lucidez extraordinaria, recuerda su paso por el Colegio Nicolás Bravo: "un edificio que tenía al frente un porche construido sobre arcos que descansaban en una serie de columnas, que daba paso a los salones de clase distribuidos alrededor del patio; al fondo se ubicaba un segundo patio para el disfrute del recreo", donde terminó su educación primaria y comercial, cuando era dirigido por la madre Cira Castañeda y fungían como profesoras las madres María de la Luz, María de la Paz y Natalia, entre otras.
Doña Loreto, fue el alma del periódico gomezpalatino "La Época", desde el 5 de agosto de 1954, fecha de su fundación, hasta la última edición aparecida el 27 de abril de 1993. Siempre solidaria, en la administración y la redacción, con su esposo don José González Cantú, su inolvidable director. A sus 99 años, continúa su labor periodística como correctora de edición del semanario "4º Poder" de su hijo Miguel Ayax González Hubbard. ¡Un auténtico milagro de vida!
Posteriormente el Colegio Nicolás Bravo, se instaló por la actual avenida Hidalgo, en la acera de frente a la puerta lateral de la ahora Catedral de Guadalupe, donde por algunos años fue el consultorio del Dr. Francisco Galindo Chávez, quien en su juventud fue seleccionado olímpico en baloncesto y más tarde presidente municipal de Gómez Palacio (1956-59). En ese caserón se impartían clases de kínder, primaria y estudios comerciales.
Desde sus inicios el Colegio Particular para Niñas (1915-16), después Nicolás Bravo (1916-50), más adelante denominado de la Inmaculada Concepción (1950-52), tuvo como directoras a las religiosas: Antonia Medellín Soberón (1915-17), Mercedes Azco Camarena (durante tres períodos: (1917-20), Consuelo Ocampo (dos períodos: 1920-24), María Antonia López (1924-25), Cira Castañeda (1925-30), María de Jesús González (1932-34 y 1936-48), Rosa Murillo (1948-49) y Celestina Ponce (1949-55).
Entre los años de 1935 y 1936, las religiosas dejaron de impartir sus enseñanzas en las aulas del Colegio Nicolás Bravo, ya que el 13 de diciembre de 1934 se reformó el artículo Tercero Constitucional a iniciativa del presidente Lázaro Cárdenas y se instituyó que: "La educación impartida en escuelas oficiales y particulares (primaria) sería laica. Las corporaciones religiosas y los ministros de los cultos estarían impedidos para establecer o dirigir escuelas primarias. Las escuelas primarias sólo podrían establecerse si se sujetaban a vigilancia oficial y que las escuelas oficiales impartirían enseñanza primaria en forma gratuita".
Fue en esa época, que proliferaron las "escuelitas" que funcionaban en las casas particulares, auspiciadas por las familias católicas que se oponían a que sus hijos fueran adoctrinados en la ideología socialista que había sido integrada al proceso educativo nacional. Las religiosas se despojaron de sus hábitos y siguieron cumpliendo con su magisterio en muchos hogares mexicanos, amparando sus "visitas" en el despiste de "la comadre".
Al respecto, el Arq. Manuel Ruiz de Esparza, apreciado exdirector del Instituto 18 de Marzo, nos comentaba, en días pasados, que él ingresó al Colegio Nicolás Bravo en 1934 para cursar el kínder, y que al cerrar sus puertas dicha institución, el primer año de primaria le fue impartido en la casa de don Miguel Aranda -el que compartió con sus hijos: Luis, Lucita, Miguel y Carmen, además de otros niños- situada por la calle Centenario, precisamente en el espacio donde expende sus tacos "El Caminero" a unos pocos metros de la escuela primaria Francisco Zarco.
Por cierto, nos ilustra nuestro amigo Ruiz de Esparza que cursó cuarto, quinto y sexto grados de primaria, en la mencionada escuela Zarco, y que segundo y tercero los hizo en el prestigiado Colegio Guanajuatense, que se encontraba en la esquina de Independencia y Allende -actual dulcería "Chavita"-, en el mero Barrio de las Banquetas Altas. Continuará. Nos encontramos el próximo domingo, D. M. Agur.
P.D. La tarde del pasado viernes 27 de febrero, en el seno de un Teatro Alberto M. Alvarado, pletórico, el Dr. Mayagoitia, a 35 años de haber dejado el cargo, refrendó su calidad de Gobernador Lagunero, en ocasión de la presentación del libro biográfico "Héctor Mayagoitia Domínguez, el Gobernador de la Unidad", auspiciado por el gobernador Jorge Herrera Caldera, y escrito por Luis Ángel Tejada Espino. ¡Felicidades!
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