Por un estado de derecho
Tenemos buenas razones para quejarnos del 2014. Fue un año con mayores impuestos y menor crecimiento económico. Un año en que la violencia, que había sido soslayada en el gobierno de Enrique Peña Nieto, reapareció con fuerza. Un año en que las movilizaciones y los bloqueos de vías de comunicación se convirtieron en una pesadilla cotidiana en algunas regiones de nuestro país. Un año en que el peso se devaluó y los precios del petróleo se desplomaron. La gran pregunta es si las cosas pueden mejorar en el 2015.
En principio así podría ser porque, a final de cuentas, la mejoría de un país depende en primer lugar de la voluntad de mejorar de todos los ciudadanos. La interrogante es si los mexicanos realmente podemos ponernos de acuerdo para construir mejores instituciones y prácticas de gobierno.
En el mes de junio de este 2015 tendremos elecciones de medio sexenio. Hay quien piensa que, por no implicar un cambio en la Presidencia de la República, los comicios no tienen importancia. Pero la verdad es completamente distinta. Uno de los grandes males de nuestro país es pensar que todo el entramado de poderes del Estado depende del presidente. En un país de instituciones el presidente puede ser un guía pero no debe ser un monarca absoluto. Es más importante tener buenos legisladores, gobernadores y presidentes municipales.
Crisis como la que vivimos en los últimos meses de 2014, especialmente a partir del secuestro y presunta ejecución de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, son fundamentalmente producto de la falta de un estado de derecho. El que las organizaciones del narco hayan penetrado un gobierno municipal como el de Iguala es una consecuencia de esa situación, como lo es el hecho de que algunos grupos políticos puedan impunemente bloquear vías de comunicación, robarse las cuotas de las autopistas, secuestrar vehículos públicos y privados de transporte público, quemar edificios públicos o privar de la libertad y humillar públicamente a servidores públicos o militantes de partidos políticos.
El Estado mexicano ha perdido el rumbo, pero no ahora, sino desde hace mucho tiempo. Cada año gasta más y cada año tiene menor control sobre los acontecimientos que ocurren en el país. La guerra contra las drogas ha rebasado la capacidad del Estado y ha generado una estructura de poder que rivaliza con la del gobierno. El Estado mexicano gasta enormes cantidades de dinero en cosas que no son necesarias, pero pierde de vista que su principal responsabilidad es garantizar la seguridad de los ciudadanos.
Es muy posible que la crispación que ha sufrido el país en los últimos meses de 2014 se vaya desvaneciendo poco a poco. Es verdad que vienen las elecciones, que usualmente generan momentos de tensión e incluso de violencia, pero el tiempo tiende a borrar cualquier agravio.
Pero es insensato seguir adelante sin hacer cambios importantes en la estructura del Estado mexicano. El presidente Enrique Peña Nieto tuvo un gran éxito al lograr la aprobación de 11 reformas económicas de fondo en sus primeros dos años de gobierno. La gran reforma que necesita México, sin embargo, es la construcción de un verdadero estado de derecho, de un sistema en que el gobierno cumpla realmente con su responsabilidad de garantizar la seguridad y en que la ley se aplique a todos… incluso a políticos y manifestantes.
Si México alcanza ese objetivo, realmente podrá colocarse entre los países líderes del mundo. Sin un verdadero estado de derecho, el país seguirá sufriendo los embates del crimen, la violencia, la corrupción y la pobreza.
Twitter: @SergioSarmiento