La gente difícil no debe impedirnos el alcanzar nuestras metas. Si comprendemos por qué la gente es problemática, nos ayudará a detectar quién puede resultar cuestionable y así podremos actuar de cierta manera para evitar dificultades.
Todos reaccionamos de modo diferente ante las presiones y todos tenemos distintas expectativas en la vida. Muchas veces es complicado tratar con alguien con valores internos opuestos a los nuestros. Para una mejor comprensión propia y de los demás debemos aprender a no juzgar a otros y dejar de intentar el cambiarlos, sino por lo contrario, procurar valorar lo que nos aportan.
Las personas con intereses desiguales contribuyen con habilidades complementarias a cualquier grupo trabajando juntos. También pueden originar problemas, por lo tanto necesitas entender las diferencias individuales para convivir en armonía. En todas las oficinas nos encontramos con estos tipos de personas:
EL EVASIVO. No muestra entusiasmo, suspira, se encoge de hombros, pero nunca dirá que algo anda mal.
LA APROVECHADA. Descarga sus tareas en otros, especialmente las más engorrosas.
EL CÍNICO. No tiene escrúpulos, se acredita los trabajos de otros y se afana en alcanzar mejores posiciones.
LA QUEJUMBROSA. Se queja constantemente hasta de las cosas más insignificantes y es muy difícil darle gusto.
EL OPORTUNISTA. Se vanagloria de sí mismo cuando todo va bien y culpa a los demás por los errores.
LA TRIUNFADORA. Siempre tiene la primera y la última palabra y constantemente se coloca un paso adelante de los demás.
Como parte de un equipo de trabajo, tienes que conservar un balance entre la tensión de sobresalir como persona, y la necesidad de contribuir como miembro del equipo. Obsérvate a ti mismo y asegúrate de conservar un balance entre tu desarrollo individual y tu trabajo en equipo. Como orientación, hazte estas preguntas:
¿Me consideran mis compañeros de la oficina como un colega?
¿Recibo con gusto las sugerencias que ellos me hacen?
¿Estoy en posición de influir en los demás?
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