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Prevenir, no Escobar

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

Bueno es prevenir, triste es lamentar y peor es Escobar.

El nombramiento del dirigente del Partido Verde, Arturo Escobar, como subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación es un agravio a la sociedad y reitera que, pese al reconocimiento de la falta de confianza en las instituciones y en quienes las encabezan, no hay el propósito de revertir esa situación.

Cuanto se sabe de Arturo Escobar imposibilita su presencia en esa Subsecretaría. Quién sabe cuánto tiempo ocupe el puesto, pero sin duda no ejercerá el cargo. Quizá quiera, pero está negado. No previene el delito, lo fomenta; no alienta la participación ciudadana, la desanima; no garantiza la gobernación, la corrompe.

Su designación choca con la afirmación presidencial, formulada el pasado dos de septiembre, donde el mandatario dijo: "A la mitad de una administración, no es momento para empezar de cero ni de improvisar o actuar a partir de ocurrencias". Si no se remueve a Escobar, la conclusión no puede ser otra: aquella sentencia era un decir. Moldura de una oratoria insustancial.

Hace un mes -el 15 de agosto, a fuer de ser precisos-, en este espacio se reflexionó sobre "El estilo de designar" del presidente Enrique Peña Nieto y se conjeturó que la práctica de esa facultad tenía en el Ejecutivo una doble vertiente:

"En una, el mandatario muestra inteligencia política, calibra correctamente la realidad, advierte el peligro que le puede suponer equivocarse y, desde esa perspectiva y aun a su pesar, la necesidad lo lleva a nombrar al indicado. En la otra, el mandatario atiende a su inteligencia emocional y, por encima de la realidad y la necesidad, privilegia al deseo y la amistad sin reparar mayormente en las consecuencias que la decisión le puede acarrear".

Visto que la designación de Arturo Escobar no encaja en ninguna de ellas, es menester considerar una tercera vertiente en el estilo presidencial de nombrar colaboradores. Aquella donde a pesar del peligro que puede suponer equivocarse y a pesar de la falta de deseo, se entrega una posición fundamental sin importar sobre quién recae, en pago de un compromiso. Sólo se entiende la decisión si, parafraseando la célebre frase, responde a la pasada elección y no a la próxima generación.

Sólo así se explica la llegada de Arturo Escobar a una posición clave en el propósito de prevenir la violencia y la delincuencia, en lugar de sólo perseguirla y combatirla cuando el daño está hecho. Posición donde el trabajo de Roberto Campa y, luego, de Eunice Rendón, aún con sus bemoles, dejaron advertir compromiso en la tarea. Sólo así se explica que, al darle posesión del puesto a Escobar, ocho palabras le resultaran muchas al secretario Miguel Ángel Osorio Chong para resaltar una sola cualidad, si lo es, de Escobar: "Destaca por supuesto su amplia experiencia como legislador". Fue todo. El resto de las veintiocho líneas que comprendió el anuncio de la designación reseñaron lo hecho en el rubro de la prevención de la violencia y el delito.

El mismo Arturo Escobar patina al justificar su incorporación al puesto. Un increíble lapsus lo echa de cabeza: confunde el nombramiento con un premio. Se pinta de cuerpo entero. La invocación a que "dejemos que los hechos hablen" ignora precisamente los hechos protagonizados por él, que desfiguran su supuesta aptitud.

Un promotor de la pena de muerte es mucho mejor en la procuración de venganza que en la prevención del delito. Un cómplice que abandona a su socio, al ser descubiertos en la operación en turno, funciona mejor como testigo protegido. Un dirigente político que viola reiteradamente la ley, creyendo que los dividendos superarán con mucho el monto de las multas, no puede presentarse como impulsor de la cultura de la legalidad. Un cuadro que enfurece ante la crítica y carga en contra de ella no anima la participación ciudadana.

Hay funcionarios que, por su desempeño en otros puestos, se les puede dar el beneficio de la duda en uno nuevo, pero hay otros a los que resulta imposible. Tal es el caso de Arturo Escobar. Él no puede "perfeccionar lo perfectible" -como dice-, pero sí puede echar a perder lo poco que se ha hecho.

Con la civilidad que suaviza la exigencia o con la dureza que expresa el hartazgo ante la incapacidad o la pusilanimidad de servidores públicos indignos de tal denominación, una multitud de organizaciones civiles, especialistas y académicos interesados en el derecho, la justicia y la seguridad han manifestado su preocupación, su inquietud por la designación de Arturo Escobar en Gobernación o han expresado su rotundo rechazo.

"Nos negamos a que nuestros impuestos sean usados para retribuir a un personaje que no cuenta con los méritos, ni la capacidad para la función que se le está encomendando y que es además representante de un partido político que debería haber perdido su registro por las constantes violaciones a la ley", dice el comunicado de Iniciativa Ciudadana y Desarrollo Social, A.C.

La trayectoria de Escobar y su fama pública, así como la opinión de quienes buscan reconstruir el tejido social y abatir la violencia que lo desbarata hacen insostenible la permanencia del funcionario en el puesto.

Si, al desafortunado nombramiento, se agrega el recorte presupuestal previsto a la prevención del delito y la violencia, el mensaje enviado a la sociedad es terrible. Es un doble agravio. La tarea ha dejado de ser prioritaria, tanto que la posición de su titular es pieza de canje político, plaza libre de ocupar sin importar quién llegue a ella.

***

El nombramiento ha sido hecho; el recorte presupuestal, previsto; y el malestar social ante esa desafortunada y combinada decisión, expresado. Resta sólo saber si cabe o no la rectificación. En la reconsideración o la desconsideración se sabrá qué importancia le concede el Presidente de la República a la prevención del delito y la violencia y participación ciudadana.

Lo que está fuera de duda es que más vale prevenir que Escobar.

sobreaviso12@gmail.com

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