Los tres partidos políticos con mayor preferencia electoral están en proceso de renovar su dirigencia nacional: en los casos del PRI y el PAN porque de acuerdo a sus estatutos y las fechas de elección de los actuales dirigentes éste era el momento correspondiente; mientras en el PRD es la respuesta a la importante caída en las preferencias electorales.
Para dar una idea de la pérdida de la participación electoral de los tres partidos políticos basta señalar que en 1997, primera elección en la que el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados, los tres concentraban el 93.4% de las preferencias de los votantes mexicanos y en la última elección (la del pasado 7 de junio) consiguieron el 68.2%, es decir, más de 25 puntos porcentuales menos en los 18 años del sistema pluripartidista mexicano. Obviamente cada uno de los partidos ha tenido su propia evolución y el más afectado en este proceso es el PRD; pero los otros dos también han tenido una constante pérdida de votos.
En el caso del tricolor la caída no es tan pronunciada, dado que pasó de 39.9% en 1997 a 32.6% en la pasada elección, es decir, apenas 7.3 puntos porcentuales menos, pero muy importante si se toma en cuenta que a pesar de ser el partido individual con la mayor preferencia electoral, dicho porcentaje no le brinda ninguna garantía para ganar una elección presidencial sin necesidad de una coalición.
El blanquiazul tuvo su momento estelar en la elección del 2000, cuando en la elección de diputados (que es la que sirve de base para estas comparaciones) llegó a acumular el 40.8% de los votos y se convirtió en la primera fuerza en preferencia electoral (probablemente porque en dicha elección participó en alianza con el Verde y en esos momentos no se podía separar los porcentajes de votación, pero puede intuirse que el PAN debe haber acumulado por sí mismo alrededor del 36%), de ahí empezó su caída, con una volátil recuperación en el 2006, para llegar al 23.5% que obtuvo en el 2015, es decir, más de 12 puntos menos que en esos años estelares.
Mientras tanto los amarillos (como partido en lo individual) tuvieron su mejor momento precisamente en la elección de 1997, con el 26.3% y después han tenido alzas y bajas, pero ninguna tan pronunciada como el 12.1% que obtuvieron en junio pasado, que los ubica con menos de la mitad de los puntos de los que lograron hace 18 años, así que perdieron 14.2 puntos porcentuales.
Vale la pena aclarar que los porcentajes se calculan sobre la llamada votación nacional emitida, es decir, después de restarle los votos que se emitieron por candidatos no registrados, votos nulos, candidatos independientes e, incluso, los partidos que perdieron el registro, pues si se calculara sobre la votación total emitida (todas las boletas introducidas en las urnas) el porcentaje de los votos que obtuvieron en el 2015 fue: PAN, 21%; PRI, 29.2; y PRD, 10.9, con lo cual únicamente acumulan el 61.1%, es decir, ni las dos terceras partes de los mexicanos que acudieron a las urnas votaron por alguno de estos 3 partidos que en el 97 concentraron 88.9%, es decir, la caída es todavía un poco más pronunciada pues se incrementa en casi tres puntos más para quedar en 27.8.
A nivel de partidos sucede exactamente lo mismo: el PAN pasa de aproximadamente 34%, en el 2000, su punto más alto a 21 en 2015, es decir, 13 puntos porcentuales menos; el PRI de 38% en 1997 a 29.2 en 2015, es decir, casi 9 puntos porcentuales menos; y el PRD de 25 a 10.9, es decir, 14 puntos menos. Ése es el tamaño de la crisis que viven.
En el PRI el acuerdo de supervivencia entre Manlio Fabio Beltrones, próximo presidente del CEN priista, y el presidente Enrique Peña Nieto, ya resolvió la sucesión a favor del primero, que encabezará dicho órgano partidista a cambio de permitir que Peña Nieto le coloque a todos los secretarios (o al menos a todos los importantes) incluyendo a su prima Carolina Monroy del Mazo, en la secretaría general.
Mientras tanto en el PAN, a pesar de que formalmente los militantes blanquiazules acudirán hoy domingo a las urnas para elegir a su próximo presidente entre Ricardo Anaya y Javier Corral, el próximo dirigente será el primero y la votación es un mero formalismo.
Donde las tribus todavía no llegan a un acuerdo y casi todo puede suceder es en el partido del sol azteca; pero también es en el partido en el que el cambio de dirigencia puede tener más trascendencia, tanto para las elecciones de los 12 gobernadores el próximo año (particularmente en algunas entidades como Veracruz, Oaxaca y Zacatecas) como para la elección presidencial del 2018, pues cuando uno revisa la votación total de los partidos de izquierda de 1997 a 2015, el porcentaje se mantiene estable en los 28-29 puntos porcentuales, así que si logran encontrar un dirigente que logre hacer acuerdos con Morena y Movimiento Ciudadana e, incorporar a los ex militantes petistas, tienen posibilidades de recuperar posiciones.
Sin embargo, en ninguno de los casos se vislumbra que la nueva dirigencia tenga la capacidad de iniciar la transformación de fondo que requieren los tres partidos políticos sí efectivamente pretenden mantenerse como opciones para la ciudadanía. Es decir, la renovación en los tres casos tiende más a ganar posiciones electorales que a recuperar la interlocución con la ciudadanía y, por ende, su confianza.