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Queda camino por recorrer ante el cambio climático

MARIO MOLINA

El Acuerdo de París marca un punto de inflexión en la historia de las negociaciones sobre el cambio climático en varios sentidos.

De entrada, es el más comprehensivo, universal y balanceado que se haya firmado en los 23 años que el tema ha estado en la agenda internacional. Establece que todos los países, sin distinción alguna, determinen su contribución nacional y se comprometan a hacer y comunicar sus esfuerzos en términos de reducción de emisiones, que deben ser ambiciosos, aunque siempre acordes con sus capacidades. Fija asimismo mecanismos de transparencia y rendición de cuentas para verificar sus compromisos, no sólo en términos de reducción de emisiones y esfuerzos de adaptación, sino también de apoyos en términos de financiamiento, transferencia de tecnología y desarrollo de capacidades. El Acuerdo es flexible y contempla procesos de revisión periódicos, al menos cada cinco años, con miras a aumentar su nivel de compromiso.

Vemos con mucho optimismo el acuerdo. Significa un triunfo del multilateralismo y una muestra del valor del esfuerzo colectivo de los países, que a pesar de sus diferencias en nivel de desarrollo y capacidades, grado de responsabilidad en las causas del problema, vulnerabilidad ante los impactos que provoca, e intereses nacionales, fueron capaces de establecer metas y acciones comunes ante el mayor reto que enfrenta actualmente la humanidad.

Con el Acuerdo de París se da un paso fundamental en el sentido correcto, pero aún queda mucho trabajo por hacer para consolidarlo y convertirlo en acciones concretas, y todavía más para que éstas se refuercen y se aceleren a la velocidad que el fenómeno amerita.

Los esfuerzos acordados se encaminan a no sobrepasar la meta aspiracional de calentamiento promedio de la superficie del planeta de dos grados respecto a la era preindustrial, acordada en Cancún hace cinco años. Para aumentar las probabilidades de cumplir con las metas de elevación de temperatura establecidas en el Acuerdo, incluso las que son más ambiciosas, habrá que impulsar con seriedad una transformación profunda en la manera como se produce y consume la energía y otros bienes, y en última instancia en el actual modelo de desarrollo.

Para cumplir lo pactado, será importante no sólo la voluntad, sino asegurar la transferencia de tecnología, el desarrollo de capacidades y el financiamiento adicional, enfocado tanto a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como a adaptarse a los impactos del cambio climático. A este respecto, los países desarrollados confirman que continuarán liderando la movilización de recursos hacia los países en desarrollo, entre los que destaca el Fondo Verde Climático y el compromiso de 100 mil millones de dólares al año a partir de 2020.

En resumen, quedan aún muchos detalles por afinar para asegurar una implementación efectiva y consolidar un esfuerzo suficiente, pero el hecho de haber logrado un nuevo acuerdo universal que siente las bases para detener el cambio climático y enfrentar sus consecuencias a escala global, es un triunfo político y un paso fundamental e impostergable en la dirección correcta, para asegurar el progreso de la humanidad y la sobrevivencia de las especies que habitan el planeta.

Enfrentar el cambio climático con decisión requiere transitar hacia una economía que sea menos intensiva en emisiones de contaminantes, más eficiente en el uso de recursos, y más resistente a los impactos del cambio climático.

Reconocemos que México ha sido un actor muy activo y fue el primer país en desarrollo en presentar su contribución nacional y establecer metas ambiciosas. Aunque algunas de estas metas están condicionadas a recibir apoyos y a la efectiva implementación del acuerdo multilateral, será tarea tanto del gobierno como de la sociedad vigilar que se cumplan los compromisos y que se concreten acciones, más allá de las intenciones. Sólo así se asegurará el tránsito hacia un desarrollo de bajo carbono, el cual se puede lograr sin sacrificar el desarrollo económico, e inclusive mejorando la competitividad de la industria nacional. Movernos en esta dirección nos prepara para un probable impuesto a las emisiones de carbono que se adopte a nivel internacional.

Premio Nobel de Química 1995

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