¿A usted le quita el sueño que las delegaciones de la ciudad de México no tengan un cabildo con regidores? ¿Le preocupa que el jefe de gobierno no pueda designar al secretario de seguridad pública o al procurador de la capital sin la aprobación del presidente o que éste pueda destituir al secretario como hizo Vicente Fox con Marcelo Ebrard? ¿Piensa usted que hay que tomar medidas para que la ciudad de México pueda endeudarse sin tener que pasar por la aprobación del gobierno federal? ¿Considera usted que, además de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los capitalinos deberíamos tener una segunda constitución?
Si es usted como la mayoría de las personas que conozco, seguramente habrá respondido "No" a todas las preguntas. Pero la lógica de la clase política es distinta a la de los ciudadanos comunes y corrientes. Por eso el Senado aprobará esta semana la reforma política del Distrito Federal.
Yo soy chilango de cuerpo y alma. No me avergüenza reconocer que nací en la ciudad de México. Aquí crecí, me eduqué, me enamoré y tuve a mis hijos. He vivido la mayor parte de mi vida en esta urbe. La he elegido para ser mi hogar en la vejez y mi último lugar de reposo.
En su momento luché por la democratización de la ciudad. El proceso fue lento, pero los chilangos obtuvimos el derecho de elegir a nuestros gobernantes cuando Ernesto Zedillo era presidente y Óscar Espinosa regente. En el año 2000 Cuauhtémoc Cárdenas se convirtió en el primer gobernante electo de la ciudad de México. Desde entonces la ciudad ha vivido en democracia.
Pero una cosa es tener un jefe de gobierno, jefes delegacionales y diputados locales electos por los ciudadanos y otra muy distinta la reforma que hoy se está discutiendo. Un cabildo electo en cada una de las 16 delegaciones no dará a la ciudad un mejor gobierno sino que simplemente incrementará la burocracia. Los límites que hoy tiene el jefe de gobierno para nombrar o mantener al secretario de seguridad o al procurador me parecen razonables en una ciudad en que por naturaleza conviven los poderes federales y locales. Los chilangos, por otra parte, no nos vamos a beneficiar de un sistema en que el gobierno capitalino pueda incrementar más su deuda porque al final ésta siempre la tendremos que pagar los contribuyentes. No necesitamos tampoco una segunda constitución; nos basta con la que ya compartimos todos los mexicanos.
La clase política no comparte mi actitud. Sus incentivos son otros. El que se abran nuevos cargos políticos en las delegaciones permitirá a muchos colocar a allegados en puestos remunerados de poder. Los regidores generarán más asesores y personal de apoyo. Me preocupa, por otra parte, que el gobierno capitalino aumente más una deuda que ya parece excesiva.
Entiendo que nada podemos hacer los ciudadanos. Desde hace semanas el PRD, el PRI y el PAN lograron un acuerdo para impulsar la reforma. Lo que han estado peleando sus personeros en las últimas semanas no tiene ya nada que ver con el fondo del tema sino con la conformación de la asamblea constituyente que redactará la nueva constitución de la ciudad de México. Pero hasta en eso los acuerdos son cuestionables. La asamblea constituyente será un cuerpo separado de la actual Asamblea Legislativa y estará formada por algunos legisladores electos democráticamente y por otros nombrados por "dedazo". Hasta en eso hay un retroceso.
Nos dicen los partidos que han acordado la reforma para el beneficio de los ciudadanos. Yo veo más bien un nuevo golpe para darse más poderes y recursos.
300 PESOS
La otra noche salí de un concierto en el Auditorio Nacional y traté de tomar un taxi de esos que de manera ilegal hacen base en el Paseo de la Reforma y lo bloquean. El taxista, sin embargo, me cobraba 280 pesos. Caminé una cuadra y tomé un Uber que me cobró 52 pesos. Con razón los taxistas quieren prohibir el servicio.
Twitter: @SergioSarmiento