Una vez celebrados los comicios del domingo pasado tendientes a renovar la Cámara de Diputados al Congreso de la Unión y los Gobiernos Estatales en nueve entidades de la República, los primeros resultados indican que Enrique Peña nieto seguirá gobernando como hasta ahora con una cómoda mayoría en la Cámara Baja, lo que implica una gran responsabilidad para el Presidente y un gran riesgo para los gobernados, ante la falta de contrapesos efectivos que amenaza consolidar el camino de regreso al pasado.
El abstensionismo fue el gran triunfador, pues no fue posible llegar al cincuenta por ciento de expresión del voto, que según un estudio acucioso de la politóloga Jane Kinkpatrick, exembajadora de los Estados Unidos ante la Organización de las Naciones Unidas en la era de Reagan, constituye la barrera aritmética que hace la diferencia entre un proceso electoral que recoge la voluntad popular y otro que no lo hace.
La escasa votación que se refugia en el argumento de lo que se ha dado en llamar el "hartazgo de la política...", constituye un fenómeno mundial que socaba a los regímenes democráticos, que deriva de un desafecto no solo en relación a la política, sino respecto a cualquiera otra forma de participación social que implique compromiso del hombre light de nuestro tiempo, con la comunidad de la que forma parte.
Es cierto que la política ejercida como se ejerce en nuestro aquí y ahora adolece de profundas deficiencias, pero ello no le resta importancia a una función que como tal, debe ser dignificada con la participación ciudadana y en eso todos somos responsables.
A reserva de observar los resultados definitivos de la jornada conforme se vayan configurando en los próximos días, están a la vista dos fenómenos dignos de comentario a saber: El triunfo de Jaime Rodríguez "El Bronco" como candidato independiente al gobierno de Nuevo León y el triunfo del Senador con licencia Francisco Domínguez, como candidato del Partido Acción Nacional al gobierno de Querétaro.
En el primer caso se trata de un caso sin precedente en nuestro país, en el que la sociedad neolonesa se construye a sí misma una alternativa de gobierno al margen de los partidos existentes, para enfrentar la problemática enorme que se avizora para ese importante estado norteño, al paso del gobierno depredador del priista Rodrigo Medina.
No faltan voces pesimistas que presagian malos augurios para Nuevo León, la mayor parte de ellas alentadas por el propio sistema priista empeñado hoy día en la restauración del gobierno vertical integrado de arriba hacia abajo, en virtud de que toda expresión de construcción del poder desde la base ciudadana, constituye una amenaza para la cúpula del priismo.
El caso de Querétaro, también tiene sus propias características singulares. El actual gobernador José Calzada Rovirosa ha sido un gobernante aceptable de acuerdo a los estándares priístas, sin embargo la queretana es una sociedad que no se conforma con cualquier cosa, y lucha en forma constante por un mejoramiento sustancial que en el caso concreto, espera encontrar en la alternancia por la que ha optado, votando con un margen de diez puntos a favor del abanderado panista.
En el caso de Coahuila las cosas se han dado en forma muy diferente a los citados casos de Querétaro y Nuevo León, porque una vez más el moreirato se lleva el "carro completo", en una forma tan inexplicable que sólo es comparable con los resultados de Iguala en el Estado de Guerrero, que después de la desaparición de los cuarenta y tres normalistas en la que se vieron involucrados el alcalde y las fuerzas policiacas bajo su mando, vuelve a ganar el PRI la Presidencia Municipal. Increíble, pero cierto.
A dos años vista de las elecciones locales que nos darán a los coahuilenses, la oportunidad de sacudirnos el yugo que padecemos, es tiempo de visualizar y construir nuestro futuro frente a las alternativas de soportar el advenimiento de un Moreira tercero descarado o encubierto, o de darnos un gobierno propio como han sido capaces de hacerlo los ciudadanos de Nuevo León y Querétaro.