La confrontación de Rubén Moreira con el obispo de Saltillo Raúl Vera, en la que el gobernador llama mentiroso al prelado católico, revela el malestar que existe en nuestra vida pública local, así como la falta de comunicación entre gobierno y sociedad, que es consecuencia de la opacidad del gobierno.
Como es del conocimiento, el obispo Vera hizo una crítica al gobierno de Coahuila al estimar que los empleos que se están generando en Coahuila están siendo pagados con "sueldos miserables", lo que fue referido por el líder religioso como una forma de complicidad entre el abuso de algunos empresarios y el disimulo de las autoridades.
Moreira revira en contra del obispo, diciéndole que "es pecado decir mentiras…" y sin querer queriendo revela la existencia de "denuncias" que al decir del gobernador, existen en contra del dignatario eclesiástico ante la Junta de Conciliación y Arbitraje, según las cuales es el obispo no tiene inscritos en el Seguro Social a sus empleados.
El nivel de la reyerta da pena. La retórica es una disciplina clásica que implica la expresión de las ideas a través de la palabra con la finalidad de convencer, cuyo ejercicio incluye diversas áreas del conocimiento como es la literatura, el derecho, la política y las ciencias de la comunicación entre otras.
El estilo retórico de Moreira pretende que los coahuilenses acepten la promoción festiva de supuestos logros de su gobierno, que gracias a un nivel de gasto de mil millones de pesos anuales en publicidad que pagamos todos los coahuilenses, colocan a Coahuila como un estado de vanguardia en el primer lugar en la transparencia de las finanzas y de la información pública en general, en la productividad, en la calidad de los servicios públicos, etcétera y muy especialmente en la generación de empleos.
Sin embargo, la realidad es otra. Según información publicada por El Siglo de Torreón el día de ayer, la misma Secretaria del Trabajo de Coahuila reconoce que no existen reglas claras para los trabajadores agrícolas de la entidad en materia de alimentación, alojamiento y otras prestaciones laborales, y hace saber a la reportera de la fuente que hay ranchos en los que la dependencia a su cargo ha detectado a trabajadores agrícolas viviendo en "un corral para puercos…", lo que no dista mucho de la realidad denunciada por el obispo Raúl Vera.
Llama la atención que Moreira en lugar de limitarse a expresar su opinión sobre el tema objeto de análisis, frente a cualquier cuestionamiento revira descalificando al crítico en turno, y montando enseguida una acusación en su contra con el propósito no de llegar al conocimiento de la verdad sino de atemorizar y de paso, eludir la respuesta frontal y de fondo que exige el cuestionamiento de que se trate.
A ello corresponde que en días pasados el gobernador haya echado la culpa de la megadeuda de Coahuila al Gobierno de Felipe Calderón, en una declaración tan increíble como absurda.
Si es cierto como asegura Moreira, que el obispo de Saltillo está violando la ley en materia de seguridad social, sin que con anterioridad el Gobierno haya hecho algo al respecto, es de sospechar que Moreira mantiene una actitud de disimulo en espera de emplear dicho incumplimiento como moneda de cambio, para comprar el sosiego y el silencio del obispo frente a los yerros del poder temporal.
Algo parecido está ocurriendo con el hijo de Noé Garza, otrora secretario de Desarrollo Rural del gobierno de Moreira que se autodestapó por la libre como precandidato a gubernatura, cuya indisciplina le ha sido cobrada con la consignación penal del hijo del exfuncionario, bajo el cargo de vender marihuana a una menor de edad.
La conclusión es muy clara. O Moreira miente, o envía a sus gobernados un mensaje según el cual, en Coahuila se pueden dejar de pagar las cuotas del Seguro Social o vender marihuana, mientras no se contradiga al gobernador.
