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Riquillos

Diálogo

YAMIL DARWICH

Don Emilio Herrera, personaje importante en mi vida adulta y uno de mis dos inductores al periodismo, tenía muchas máximas que utilizaba para orientar a sus oyentes, en el sentido del mensaje que estaba dándoles. En una de ellas, que no tiene desperdicio, decía que "hay ricos y riquillos; los ricos saben para qué es el dinero -se refería al servicio- y los riquillos creen que es de ellos".

Enseñanza que no es ni mandada a hacer para referirse al xenofóbico Donald Trump, dueño de cinco mil millones de dólares, pero carente de visión humanista.

Sus comentarios referentes a los mexicanos emigrados a los Estados Unidos de Norteamérica, más que ofensivos y degradantes, son para su propia persona descripción de pobreza espiritual y de calidad humana; representan la bajeza que se puede vivir cuando se trata de promover a su propia persona para la candidatura de la presidencia del país vecino del norte. Sin duda que tiene un tufillo de corrupción ("con-", junto; "rumpere", hacer pedazos; "tio", acción y efecto).

Es evidente que el amasar fortunas no da, necesariamente, inteligencia social y es el caso de quien deja la puerta abierta a las críticas de personas de otras partes del mundo y del mismo país, además de la repulsa a su ser y actuar, cuando lo han rechazado y roto acuerdos comerciales empresas transnacionales, repudiado personalidades de la farándula, políticos, profesionistas y hasta otros millonarios, caso de Carlos Slim, al que le pidieron su opinión sobre el güerito hablantín y contestó: "sí, lo conozco, trabaja para mí" y recuerde que se trata de un ciudadano mexicano de origen libanés.

Trump, tristemente antepuso la lengua al cerebro, confundiéndose con el interés político, sin recordar que parte de su fortuna la hizo con el esfuerzo de la mano de obra latinoamericana; que todos ellos son personas que debieron emigrar a buscar las oportunidades que no pudimos ofrecerles en su patria y, despreciablemente, con el abuso contra los indocumentados, casos que empiezan a conocerse por los medios de comunicación de aquel país. En México le decimos "escupir al cielo".

Desde luego que el caso tiene importancia para "dialogarlo", pero no en función de la pobreza espiritual y moral y humana del riquillo, sino en la reflexión que debemos hacer sobre esos latinoamericanos que debieran recibir mejores condiciones de vida entre sus familiares, en su ciudad natal o nación y quienes deben enfrentar el escarnio de la xenofobia y calificativos despreciativos.

Claro que se trata de las personas menos preparadas para enfrentar los retos del "tercer mundo" y no es irrefutable que entre ellos haya criminales y hasta violadores, más cuando pensamos en las cuestiones emocionales que soportan, caso del resentimiento social o hasta la pobreza, en un ambiente donde la opulencia y alta calidad de vida hace que duelan, aún más, las limitaciones.

Sin duda, esos criminales a los que se refiere el Sr. Trump, son minoría, porque la gran mayoría representa la gran fuerza laboral que en mucho mueve con su mano de obra a la economía estadounidense.

Al cuantificar las pérdidas económicas que le representó su desafortunada declaración político-promocional, reaccionó al dolor con una declaración aún más tonta: "afortunadamente soy muy rico y no me importa", proyectando el daño sentido, luego advierte de amenazas recibidas, logrando subir su popularidad entre los republicanos radicales.

Hay pobrezas que son aún más dolorosas y entre ellas sobresale la espiritual; esa que no deja tener visión de verdadera felicidad en el presente y hacia el futuro; cuando nos dedicamos a defender el dinero por el poder mismo que ofrece y dejamos de lado la oportunidad de alcanzar la realización real; si se es creyente, la trascendencia del alma.

Claro que hay un efecto de "anestesia" cuando se pasa la vida buscando retener y tener; acumular para poseer; en la apariencia del dar -falso altruismo filantrópico- que trata de ocultar el interés de promoción política de este desafortunado caso.

No sé si le llega la información -me imagino que sí- de la mofa que ahora hacen los latinoamericanos de su persona, como aquella de apodarle "Sr. Balero" y hacer la caricatura de su persona, transmitiéndose el mensaje de desprecio, que se ha hecho viral en la Internet.

Lo cierto es que a nadie le agradaría ser vejado de tantas maneras; caro salió el comentario en integridad personal y en dinero.

De todas las experiencias y sucesos del mundo hay que sacar experiencias que nos enriquezcan; en esta ocasión, tenemos la oportunidad de pensar en los inmigrados y la pobreza material en que están inmersos al menos el 60 por ciento de los mexicanos.

Recordemos las causas y luego hagamos un verdadero acto de conciencia y preguntémonos: ¿en lo personal, qué estamos haciendo para combatirla?

Lo dejo con sus pensamientos.

ydarwich@ual.mx

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