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Sabiduría

Diálogo

YAMIL DARWICH

Alguien le preguntó a Neial DeGrasse Tyson, astrofísico estasdounidense: ¿qué es lo más asombroso del universo?, y contestó: el conocimiento, refiriéndose al mayor don de los seres humanos, saber; buen tema de "Diálogo", útil para la posterior reflexión.

Hurgando en el diccionario revisé la definición de la palabra "sabiduría"; se refiere al conocimiento profundo que se adquiere a través del estudio o de la experiencia; prudencia, cuidado en el comportamiento y modo de conducirse en la vida.

La palabra saber tiene el mismo origen etimológico de sabor, lo que implica dos acepciones diferentes pero, curiosamente, refiriéndose a un mismo fin: la felicidad.

El vocablo sirve para definir al ser humano que es capaz de encontrar las razones de su existencia y para ello busca la sabiduría del conocimiento y pretende disfrutar el sabor de la vida y lo que la naturaleza nos ofrece. Algo muy difícil de lograr, ¿verdad?

De la sabiduría por el conocimiento, Carl Sagan se explaya al referirse al cúmulo de inteligencia humana que está contenida en la escritura, libros y últimamente en los procesadores, que guardan información útil para saber más, tomar decisiones, comprender hechos y circunstancias, aprender de los demás y nos advierte: "el truco consiste en saber qué libros hay que leer."

El reto está en entender y aprovechar el almacenamiento del conocimiento humano, sabedores de nuestras limitaciones, reconociendo que en el mejor de los casos, quizá podremos leer -no necesariamente aprender- una parte infinitesimalmente pequeña de la sabiduría almacenada a través de los siglos. También algo muy difícil de alcanzar, más cuando sabemos que los mexicanos no leemos.

En el texto "Biblioteca de Alejandría", el propio Sagan escribe: "el alfabeto occidental, se inventó en el Oriente próximo hace unos 5,000 años. (...) hacia 1450 no había más de unas cuantas docenas de miles de libros en toda Europa, todos escritos a mano; tantos como en China en el año 100 a. de C., y una décima parte de los existentes en la gran Biblioteca de Alejandría. Cincuenta años después, hacia 1500, había diez millones de libros impresos."

Luego continúa: "grandes bibliotecas del mundo contienen millones de volúmenes, el equivalente a unos 1014 bits de información en palabras, y quizá a 1015 en imágenes. Esto equivale a diez mil veces más información que la de nuestros genes y muchísimo más que la contenida por nuestro cerebro".

Un compañero de trabajo, Humberto Muñoz, es un joven comunicador muy culto -por encima del promedio nacional- que dice con firmeza: "yo me desespero en las bibliotecas al ver cuantos libros no podré leer y tampoco podré comprar". La primera parte de la aseveración tiene que ver con la limitación humana, la segunda con el cerco económico que nos agobia a los mexicanos.

Además de la falta de promoción de la lectura, el círculo negativo de la oferta y demanda encarecen los costos hasta hacerlos prohibitivos. Agregue la voracidad de editores y comerciantes que, para nuestra fortuna, poco a poco vamos rompiendo a través de la comunicación digital.

Sin embargo, las excusas para no leer no llegan a limitar la oportunidad de disfrutar del saber por su sabor, el goce de la vida y del conocimiento.

Aún con un limitado conocimiento del mundo y sus realidades, saborear la vida es privilegio de quienes saben hacerlo.

De nuevo aparece la pérdida de libertad, la esclavitud a la que estamos siendo sometidos en los tiempos posmodernos, misma que nos impide descubrir, entender y disfrutar lo que nos regala la naturaleza.

Nos han engañado sobreponiendo lo superfluo a lo importante; lo artificial sobre lo natural, el consumismo puesto por encima de lo realmente valioso: ser y no pretender parecer. Un buen ejemplo son las modas o el sometimiento de los más jóvenes a la comunicación por medio de teléfonos móviles o computadoras portátiles.

Aquellos que somos A.C. -nacidos antes de las computadoras-, podemos comparar el ritmo y la calidad de nuestras vidas y aunque ningún tiempo pasado fue mejor, si sabemos que en tal esclavitud del engaño consumista les ha negado a las generaciones actuales explorar la felicidad a través de la naturaleza y la simplicidad.

Le escribo algunas pérdidas: los días de campo, los bailes abrazados en pareja, comer alimentos sin conservadores o preparados comerciales, placeres casi desconocidos por los jóvenes. De paso, la no convivencia provocada, que tampoco enriquece los espíritus, y el leer es suplido por escuchar resúmenes o explicaciones de la computadora o tableta electrónica.

Siempre es tiempo idóneo para promover la lectura, alejándonos de las extremosas temperaturas del exterior.

Busque un buen libro y procure despertar la curiosidad de los menores; sé que con astucia podemos llevarlos a ese mundo maravilloso de la lectura, blindándolos de los males de nuestros tiempos, esos que Usted bien conoce. ¿Lo intenta?

ydarwich@ual.mx

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