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San Fermines

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Esta es la temporada en la que se celebran las fiestas de San Fermín, en Pamplona.

San Fermín, es el patrono de Navarra, que forma parte del país Vasco, porque el de Pamplona es Saturnino, que pasa desapercibido frente a los festejos del otro santo.

Pero las fiestas de Pamplona son un derroche de adrenalina, tanto por la cantidad de personas que a ellas acuden a partir del 6 de julio, como por la arriesgada forma de hacer los encierros y las corridas de los toros.

Son unos cuantos metros los que corren los toros, pero el riesgo se incrementa por el número de osados que creen que es muy fácil correr y ganarle la salida al toro.

Cuando menos una vez en la vida hay que acudir a esas fiestas, pero reservando con tiempo un lugar para hospedarse, porque si no, te quedarás a dormir en la calle.

Fue Hamingwey, el que hizo famosas estas fiestas, en su libro "Fiesta" y en las crónicas y reportajes periodísticos que escribió y ya se sabe que a Ernest le encantaba el peligro.

Las fiestas inician con el lanzamiento de un cohetón, "El chupinazo", que es la señal para arrancar el jolgorio y se cierran con "el pobre de mí", que es una canción que canta todo el pueblo a oscuras, sosteniendo una vela encendida en la mano, en señal de duelo, pues tendrán que esperar todo un año para volver a festejar.

Que me perdonen mis amigos de ascendencia vasca, pero ya se sabe que el nativo de esas tierras es obstinado y terco como ninguno.

Íñigo y Juan, son ejemplos vivos de lo que digo. Pero eso sí, son excelentes amigos.

En la ocasión en que visité Pamplona, con motivo de las fiestas, me topé con un gringo que según él, hablaba perfecto español y decía que para un hombre como él, jugador de futbol americano, no tenía chiste correr delante de los toros, porque sabía cómo esquivar las embestidas de los animales.

Yo le seguía la plática, pero bien sabía que aquellos muchachos que corren delante de los toros, se entrenan todo el año para hacer eso y saben algunos trucos para engañar al animal.

Él insistía que no tenía chiste hacer aquello y yo le hacía segunda por no ser descortés.

Y en efecto, en uno de los encierros, vi que Maik se preparaba para correr, ataviado sólo con una pantalón de mezclilla, una camiseta y un paño rojo en el cuello; y pensé: "Si será estúpido este hombre".

No le pude no decir que se saliera, porque yo estaba en un balcón y me concreté a rogarle a Dios que no le pasara nada.

Venían los toros y todos comenzaron a correr y en medio de aquella maraña mi nuevo amigo. En verdad era un tipo ágil, pero no tanto para librarse de caer al suelo y que lo pisaran los toros, como en efecto sucedió, pero no lo cornearon.

Olvidé decirle que los corredores se proveen de un periódico enrollado para pegarle en la nariz al toro si se acerca demasiado y así destantearlo, él no llevaba nada en las manos y le fue como en la feria.

Esa y una tremenda cruda de vino tinto, que son de las peores, son mis recuerdos más vivos de las pamplonadas; fiesta brava, arriesgada y a veces mortal, para los que creen que es fácil.

¡Viva San Fermín!

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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