Las esperanzas y expectativas renacieron anoche en el TSM, al menos en la grada, donde los aficionados se retrataron en buen número, aunque eso sí, con numerosas manchas de color azul en la verde tribuna del moderno Estadio Corona. Volvió la dificultad para avanzar en la carretera Torreón - San Pedro, las sirenas por doquier, el aroma futbolero a su máxima expresión y el tumulto característico de un partido de los llamados "Triple A", no obstante que en esta ocasión los boletos tenían los nombres de dos equipos que han tenido torneos decepcionantes.
Desde temprano se estacionaron los coches en las inmediaciones del Corona, con el particular convivio de aficionados, su música, sus bebidas y su plática incesante, algo que se ha convertido en toda una tradición en este inmueble. No faltaron los que se adelantaron a la celebración del día de brujas, llevando sus máscaras de payasos endemoniados, ogros, monstruos y cuanto le permitía su imaginación a los aficionados laguneros, vestidos siempre con la camiseta albiverde, que presumían a los enfundados con la casaca celeste, incondicionales a la causa de uno de los equipos más acostumbrados a sufrir en el futbol mexicano.
El partido comenzó y algunos ni siquiera alcanzaron a acomodarse en sus asientos cuando ya había estallado el primer festejo, los primeros fuegos artificiales iluminaron el cielo lagunero con el gol del chileno Bryan Rabello, con cierta dosis de fortuna y jugando el destino en contra de Cruz Azul, como les ha sucedido en tantas otras ocasiones. La esperanza de dejar la mala racha como locales estaba más viva que nunca, y la fiesta ya se preparaba a pesar de que faltaba mucho partido por jugarse.
El gol del empate cayó como una fría lluvia en la tribuna santista, mientras el grito resonó debido a la gran cantidad de "cementeros" en las gradas. El medio tiempo interrumpió el juego y la desesperación de los aficionados albiverdes era ya evidente, aunque existía la esperanza de dejar atrás los marcadores adversos en casa. Marchesín era una muralla, y la posesión de la pelota era albiverde, pero un fatídico rebote, una genialidad de Lucas Silva, y se hizo rompió el encanto, los Guerreros estaban abajo en el marcador, en esa posición que les ha acompañado durante los juegos como locales.
Con el andar de las manecillas del reloj, la desesperación era evidente, los fanáticos azules se pusieron a soñar con la inminente victoria, y algunos aficionados de plano tomaron camino hacia la salida del estadio. Santos trató de perforar el arco de Jesús Corona, pero no pasó de avisos, de emociones y de falsas esperanzas. Silbatazo final y un solo sentimiento en la tribuna: frustración, al ver que "la casa del dolor ajeno", sencillamente ha quedado atrás.
Algunos aficionados se fueron antes de que terminara el partido.