Apoyo. Don Rosendo pidió al gobierno del estado o federal que los apoye con una pensión.
"Se acabó la familia", dice don Rosendo López de la Cruz, con voz firme, la mirada perdida y el rostro adusto.
Años atrás, el hombre de piel arrugada se dedicaba a la siembra de arroz, pero dejó de hacerlo debido a las plagas y a su enfermedad: la diabetes.
La mañana del viernes Rosendo y su esposa Hermila Lázaro, enterraron a su hija Guillermina, una de las 17 personas que han fallecido a consecuencia de la explosión de gasolina que derramó de una pipa que transportaba alrededor de 60 mil litros de este hidrocarburo, el pasado 26 de marzo.
El matrimonio López Lázaro ha perdido a cinco miembros de su familia por el accidente. Sus hijos Juana (28 años), Víctor (31), Rosendo (26) y Guillermina (37), así como a su nieto José Armando García López, de 16 años.
Además, una nuera y un yerno se encuentran hospitalizados con quemaduras de segundo y tercer grado y siete nietos se han quedado huérfanos de padre o madre.
Rosendo y Hermilia tuvieron seis hijos y en menos de una semana perdieron cuatro; le sobreviven José Reyes y Héctor, a este último la diabetes lo mantiene postrado.
José Reyes con voz baja y arrastrando las palabras, repite la frase de su padre: "Se acabó la familia".
Platica que él miraba el accidente desde un puente y sus familiares andaban de curiosos en el lugar donde chocó la pipa contra un árbol; ellos no fueron a recoger gasolina, asegura.
Los López Lázaro son una familia de trabajo. En un terreno de 2.5 hectáreas que inicia a orillas de la carretera hay unas modestas construcciones en las que viven don Rosendo, su esposa Hermila, además de Héctor y José Reyes, con sus respectivas familias.
Dentro del mismo predio, pero en otras casas, vivían los cuatro hijos fallecidos con sus familias.
Víctor trabajaba como chofer de una empresa abarrotera; Rosendo hijo era repartidor de pollos de granja, mientras que las dos mujeres se dedicaban a las labores del hogar.
El esposo de la fallecida Juana, es un campesino que se dedica "al machete, al jornal, por donde quiera anda barriendo patios", señala don Rosendo, mientras que Arnulfo, el marido de Guillermina, es repartidor, aunque aún sigue hospitalizado.
Al dolor por la pérdida de sus hijos y un nieto, el matrimonio de don Rosendo y doña Hermila está comenzando a resentir en lo material sus ausencias, pues sus hijos eran quienes los apoyaban económicamente para la comida y las medicinas, ya que ninguno de los dos trabaja. Ambos son diabéticos, y a raíz de la tragedia, don Rosendo terminó de perder la vista: "El susto de cuando nos avisaron que mis hijos estaban ardiendo me dejó totalmente ciego."