Hubo interés y luego alarma cuando el gobierno anunció un segundo recorte de gasto público por 135 mil millones de pesos para 2016. Esto, porque el primer recorte en enero causó una caída abrupta de la inversión de Pemex y una segura recesión para Campeche, Tabasco, norte de Veracruz y Tamaulipas, así como para muchos proveedores de dicha empresa.
El segundo recorte eleva el ajuste de gasto a 259 mil millones o 1.4% del Producto Interno Bruto. Con ello el gobierno busca no elevar más su déficit fiscal, el cual ha aumentado muy rápidamente.
Con la baja del petróleo debe procurar que no baje la calificación de la deuda soberana de México.
Aunque el recorte es después de la caída del ingreso fiscal petrolero, en el fondo es más que obligado, no ahora, sino desde hace mucho. Un problema del gobierno es que tomó el gasto inflado de Vicente Fox y luego de Felipe Calderón como punto de partido para seguirlo aumentado.
El gasto total del sector público era de 1.2 billones de pesos en el año 2000 y en 2014 llegó a 4.1 billones, sin que se hayan observado en ese lapso grandes obras públicas, ni mejora de servicios sociales -más bien se observó lo contrario-.
Parece, además, que la disponibilidad para gastar no afecta positivamente el crecimiento. Las cuentas nacionales del Inegi indican que en 2013 y 2014, los ingresos fiscales del sector público aumentaron 14.5% y 11.3% en términos reales, respectivamente. En contraste, la inversión pública bajó -1.7% y -6.8%. El gasto no se dirigió a inversiones que estimulan el crecimiento.
El documento de Pre-Criterios de Política Económica para 2016 muestra que aumentar los impuestos con la reforma fiscal no alcanzó para satisfacer las necesidades del gobierno.
El mismo nos recuerda que si no hubiera habido una reforma fiscal, el recorte habría sido 360 mil millones más. Es claro que lo que está fuera de la realidad no es el ingreso, sino el tamaño y los hábitos de gasto del gobierno.
Hoy, en el tercer año de la administración, se menciona que se buscará reprogramar todo el gasto con "base cero", lo cual consiste en reprogramarlo a lo estrictamente necesario.
Eso se dice fácil, pero es casi imposible para un gobierno en su tercer año, pues ya creó una infinidad de organismos nuevos con sueldos muy altos y dejó que la clase política se volviera cada vez más dependiente del ingreso federal. Así, de continuar el letargo económico y la debilidad de precios y producción petrolera, lo lógico es que haya más recortes o, bien que aumente el déficit fiscal y el endeudamiento.
Analista económico
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