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Si el arte no sirve para sanar

SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

Alejandro Jodorowsky decía que si el arte no sirve para sanar, entonces no sirve para nada. En todo caso, y por lo menos, que a él no le interesaba ese tipo de arte.

Frase afortunada que rescatamos como título, porque ese es el leit motiv de Casa Hidalgo, colectivo de grafiteros de Gómez Palacio, que se han organizado para echar a andar una iniciativa que tiene como fin promover su trabajo como expresión artística valiosa con un mensaje claro para la sociedad, como una instancia para apoyarse entre artistas unos a otros.

Gómez Palacio y el grafiti tienen una estrecha conexión, que quizá no sea tan visible a primera vista, pero es casi un vínculo interno. La zona industrial de la Comarca Lagunera se encuentra en este municipio. Las primeras empresas del parque industrial de Gómez fueron establecidas en los años 60 del siglo pasado. Según los datos de 2010, últimos oficiales disponibles, 83,802 personas, casi la tercera parte de la población total, constituían la población económicamente activa, PEA, y trabajan por mitad en los sectores primario y secundario y en comercio, servicios y transportes la otra mitad. Gómez Palacio es una ciudad industrial.

Igual que los barrios proletarios de la periferia de Nueva York y Paris a mediados del siglo pasado, donde se extendió el grafiti, que junto al dj, el rap y el break-dance, constituyen la cultura hip-hop. Todo como una expresión de resistencia ante lo abrumador que le resultaba el estilo de vida industrial al obrero.

En una casa propiedad de alguno de los familiares del grupo, se reúnen estos jóvenes con el fin de crear un entorno aglutinador de artistas callejeros, principalmente grafiteros, aunque también se han acercado juglares, cantantes, bailarines. Todos unidos por el afán de 'hacer algo' por su sociedad.

Parten de un diagnóstico certero. Dicen ver en la ciudad violencia, indiferencia, drogas, incomunicación, desesperanza. La gente no se merece eso, queremos construir algo diferente, afirman con seguridad.

A nadie le gusta que le rayen las paredes de su casa, por supuesto, pero los artistas están jugando con la transgresión. Quizá no ubican al adversario, de tan difuso que éste es, pero no están de acuerdo con la alienación de la vida cotidiana, con un mercado ciego que en su lógica devora todo lo que se le atraviesa, tampoco con un futuro sin promesas ni perspectivas, menos con un sistema que los tiene por meros engranes para su funcionamiento.

La teoría social tiene formas para explicarlos. El funcionalismo norteamericano setentero los veía como transgresores del orden establecido, buscando formas y modos para domesticarlos e incorporarlos así al mismo sistema.

Sin embargo, perspectivas teóricas posteriores reconocen en las voces transgresoras mecanismos de alerta de lo que funciona mal en la sociedad, para restablecer el orden, pero de otro modo, de tal manera que sean incorporadas sus demandas con una visión de conjunto.

Claro que hay opciones. Encerrarnos en nosotros mismos no ayuda, antes bien, mirar lo que otros han hecho puede ahorrar desgastes innecesarios. Es posible combatir el grafiti, como lo ha hecho recientemente la ciudad de Puebla, donde se criminaliza este acto, al mismo nivel que el robo o el asesinato.

Pero hay otras alternativas, algunas más civilizadas, Barcelona es emblemática en esto. La ciudad emprendió hace más de una década a trabajar directamente con los grafiteros y les ofreció las cortinas de los locales comerciales de las avenidas principales, por supuesto que no fue fácil, como ya se dijo, una parte esencial de ser grafitero consiste en la transgresión, pero lo lograron. Ahora es posible contemplar un espectáculo impresionante en las noches. Cuando se cierran las cortinas el paisaje luce en su belleza la creación de estos artistas.

En nuestro país algo similar, guardadas las proporciones, ocurre en León, Guanajuato, donde desde hace años las instancias de atención para la juventud del gobierno municipal han trabajado con los grafiteros y actualmente están implementando mecanismos similares en la avenida principal de esa ciudad. Pintar las cortinas de los locales con los murales firmados de los artistas.

En nuestra Comarca Lagunera la unidad Torreón de la UAC ha echado a andar un taller de formación estética para los grafiteros, y algo se va logrando. El Reglamento Metropolitano del Grafiti es otro avance, aunque éste no haya terminado por dejar atrás una perspectiva punitiva y persecutoria. Es un avance, pero falta mucho todavía.

No sabemos si la Comarca Lagunera será capaz de lograr coordinación metropolitana en este tema. Los actores han elaborado y colocado sus mensajes. Hace falta todavía voluntad de diálogo, afinar la capacidad de escucha, movilizar posturas iniciales, lograr acuerdos. Está por verse.

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