Siria, una historia sin buenos
Siria se desangra. El presidente Bashar al Asad asegura que el conflicto en su país, una guerra civil para el mundo, se ha convertido en una lucha contra el terrorismo.
Una infografía publicada en The New York Times, con fecha del 14 de septiembre, muestra que en la guerra civil de Siria han muerto 200 mil personas. El conteo del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, hasta el 5 de agosto, es muy superior: 330 mil muertes.
Cuatro años y medio han transcurrido desde el inicio de un conflicto que es a la vez muchos conflictos en ese país de Oriente Próximo, un resabio inusitadamente dañino de aquellas protestas que exigían libertad y derechos elementales englobadas en la llamada Primavera Árabe.
Al principio eran manifestaciones pacíficas, aunque tuvieran nombres intensamente belicosos como "Día de la ira". Las protestas tuvieron, eso sí, un efecto iracundo: el gobierno de Bashar al Asad decidió salir a jugar al lobo y, como en cierto cuento infantil, sopló y sopló. Los manifestantes, los que pudieron al menos, corrieron a sus casas, pero no todos tenían la intención de esconderse, buena parte fue en busca de algún arma, había que matar a la bestia. El Ejército Libre de Siria se formó gracias al apoyo de una parte de la población y de militares desertores.
Una definición elemental de guerra civil es: guerra que tienen entre sí los habitantes de un mismo pueblo o nación. La realidad, sin embargo, exige ampliar el contenido, destacar que se trata de enfrentamientos causados normalmente por cuestiones como la religión, el territorio, de tipo económico o social. Otro elemento recurrente es que se dan de manera desorganizada, combaten personas sin formación profesional en el uso de las armas. Como las disputas suelen ocurrir en zonas altamente habitadas, las consecuencias fatales alcanzan a muchos inocentes.
La Revolución Mexicana, por ejemplo enfrentó a mexicanos contra mexicanos en la disputa por el poder, un cambio de régimen y un proyecto de nación distinto. El saldo fue de un millón de muertos.
La situación adquirió grosor y horror a medida que llegaban a territorio sirio mercenarios financiados por gobiernos abiertamente anti al Asad, como Arabia Saudita, Turquía, Qatar y Estados Unidos.
Las fuerzas locales vieron cómo la tarea de reprimir se convertía en algo más parecido a combatir. En esta última acción, recibieron un apoyo contra los rebeldes que agregó complejidad a la cuestión, el de grupos armados irregulares como Hizbulah.
LA GRAN HERENCIA
Siria fue alguna vez parte del imperio persa y alguna vez también fue un lugar abierto a refugiados, por ejemplo, cristianos perseguidos en Palestina. La cultura siria que ha llegado al siglo XXI tiene sus orígenes en la conquista musulmana, allá por el siglo VII.
Las ciudades antiguas de Damasco, Bosra y Alepo son consideradas patrimonio arquitectónico y cultural de la humanidad. Siria ha estado presente en la historia misma de la humanidad. En la Ruta de la Seda, en el paso feroz de los grandes imperios de la antigüedad. A través de Siria, por ejemplo, se podía contemplar la grandeza de la gran Mesopotamia. El primer testimonio de Damasco son la tablas de Mari, del 2500 a. C., y los archivos de Ebla.
Esa población en conflicto, que se ha puesto en el mapa mundial por la crisis humanitaria y los refugiados, producto de la guerra civil que actualmente vive, es la misma tierra de Cam, el segundo hijo de Noé. En más de 16 mil años de historia, por Siria han pasado más de 39 civilizaciones (sumerios, acadios, amoritas, asirios, babilonios, persas, griegos, egipcios), por estar estrategicámente ubicada en un lugar que comunica al Medio Oriente, a tres continentes, África, Europa y Asia, ciudades como Damasco y Alepo, han estado habitadas ininterrumpidamente desde hace más de ocho mil años.
Los sirios son árabes, semitas, parientes de todos los pueblos que aparecen en los relatos bíblicos, han sido el resultado de muchos factores históricos, desde los arameos hasta los persas. En este valle ubicado entre el Éufrates y el Orontes, se desarrolló la agricultura, en el año nueve mil ya habían grandes acentamientos agrícolas, uno de los primeros alfabetos en la antigüedad nace en Siria, más allá de la escritura cuneiforme.
Los sirios tienen huellas de toda la historia de la humanidad, desde la antigüedad, a las cruzadas, el cristianismo, el islam, (del que son protagonistas), en el panarabismo, por eso gran parte del país es patrimonio de la humanidad, testimonio del pasado, Mari, Ebla, Palmira, el Crac de los Caballeros, Apamea, Barisha.
Actualmente, su actividad económica no es muy diferente a cualquier otra nación, depende del comercio, del turismo, de la agricultura, de la industria, posee minería y petróleo (aunque no tanto como sus vecinos).
SU PRESIDENTE
Bashar al Asad gobierna una nación ubicada al sur de Turquía que comparte fronteras con Irak, Israel, Jordania y Líbano, un punto de encuentro de tres continentes: Asia, África y Europa, una marca en el camino desde la que podemos dirigirnos hacia el mar Mediterráneo, hacia el mar Rojo, hacia el mar Caspio, o derechito al Golfo Pérsico.
Antes de iniciar el conflicto, todos los menores cursaban primaria. Los días de las armas han representado una deserción escolar del 40 por ciento, alrededor de dos millones de niños.
Bashar al Asad es el presidente desde julio de 2000. Sucedió en el cargo a su padre, Hafez al Assad, quien gobernó desde 1971 hasta su muerte. Los dos habían sido dirigentes del Partido Socialista Árabe Baath, un instituto político creado en 1947.
La vida del actual mandatario, antes de la muerte de su hermano mayor, Basil -quien desde niño había sido preparado para suceder al padre-, era, por decirlo de algún modo, bastante normal. Joven médico, estudió oftalmología y, en un tema relacionado, desarrolló un gusto por la fotografía. Vivía en Londres, alejado de la política de su país. Todo cambió el 21 de enero de 1994, día en que Basil estrelló su Mercedes Benz. Bashar tenía 28 años y regresó a su patria. Asumió la presidencia el 17 de julio de 2000.
Un par de años después, el entonces subsecretario de Estado para el Control de Armas y para la Seguridad Internacional de Estados Unidos, John R. Bolton, incluyó a Siria en la lista de naciones non gratas para el policía del mundo, junto con Libia y Cuba.
El hijo heredó tanto los genes como la línea de su padre: lanzó críticas al vecino israelí y apoyo a la Organización para la Liberación de Palestina, esto pese a las grandes diferencias de pensamiento que lo separaban del ya fallecido líder palestino Yasser Arafat.
El poder fue repartido entre unos pocos hombres de confianza de al Asad. Su hermano menor, Mahir, se convirtió en el jefe de la Guardia Republicana, el cuerpo militar más poderoso. Los servicios de espionaje interno, la Seguridad General y la Seguridad Militar, quedaron en manos de su cuñado, Asef Shawkat.
Si bien al principio el nuevo presidente hizo un intento por acercarse a un amplío sector del empresariado, luego de que las reformas no llegaron con la celeridad demandada, el mandatario se decidió por conservar el favor de los grandes capitales, como Rami Makhlouf, su primo, considerado el hombre más rico de Siria.
La esposa del gobernante y sus hijos Hafez, de once años, Zian de nueve y Karim de siete, ya no están junto al jefe de familia. Se mudaron a Europa mientras la lucha entre simpatizantes y enemigos del marido y el padre, llega incluso a las puertas de la capital, Damasco.
El ecuatoriano, José Orbe León, investigador de la Escuela de Relaciones Internacionales José Peralta, considera que el conflicto sirio bien puede terminar para al Asad con una muerte atroz, similar a la sufrida por Saddam Hussein, en Irak, o Muamar El Gadafi, en Libia.
La soga alrededor del cuello del presidente médico se aprieta más si se considera que los otros dos también desafiaron a Israel y a Estados Unidos.
Abdel Halim Khaddam, quien fue vicepresidente tanto de Bashar como de Hafez, declaró a medios internacionales que el mandatario médico carece de una ideología consistente, es cambiante según los intereses propios y del régimen, también lo definió como una persona indecisa y cruel.
PROMESAS Y PRIMAVERA
El ascenso de al Asad al poder trajo consigo promesas de modernización y democracia. Durante un tiempo cumplió. Emprendió acciones como la construcción de zonas de libre comercio, aprobó la expedición de licencias para que hubiera más periódicos y más universidades privadas, adoptó medidas contra el derroche de recursos y la corrupción gubernamental. Se pensaba que haría reformas de calado en los ámbitos social y económico. El breve período de los cambios incluso se ganó el mote de la “Primavera de Damasco”. El espíritu reformador, empero, duró apenas seis meses.
Las cosas no fueron tan duraderas ni los cambios tan profundos como la mirada internacional demandaba. La oenegé Human Rights Watch calificó a los primeros diez años de Bashar en el poder como una década perdida en la que los disidentes llenaron las prisiones, los medios fueron controlados por el Estado y se ejerció una implacable censura de internet. Siria fue etiquetado como el país con menos espacios de libertad, en franca competencia con Arabia Saudita.
Con la segunda década del nuevo milenio llegó la Primavera Árabe, alzamientos populares en la zona norte de África y Oriente Próximo. Comenzó en Túnez, allí el gobierno de Ben Ali se deshizo luego de más de dos décadas en el poder. La pólvora de la protesta social también prendió en Egipto, los brazos y las voces se alzaron para que cayera Hosni Mubarak. En Libia, una muerte poco acorde con la agenda de derechos humanos alcanzó al coronel Muamar El Gadafi. El presidente de Yemen, Ali Abdalá Saleh, se retiró del poder. En Bahréin y en Marruecos las autoridades cedieron a las reformas exigidas.
En Siria se alzaron primero las voces y luego las armas para darle vuelta a lo que llamaron un reino del silencio. En defensa de los rebeldes habría que decir que las hostilidades se agudizaron con la represión ejercida por las fuerzas del gobierno.
Las protestas iniciaron en marzo de 2011. Como en todas las naciones antes mencionadas, los jóvenes encendieron la mecha demandando oportunidades de bienestar. Los problemas económicos y demográficos son parecidos a los que se encuentran en otros puntos del globo: el petróleo se acaba, más del cuarenta por ciento de la población tiene menos de 15 años y pocas perspectivas de empleo, la riqueza de algunos no gotea hacia los estratos inferiores.
Los olvidados organizaron jornadas de protesta conocidas como “días de la ira” en varias ciudades, incluyendo la capital. Las tropas y los tanques llamados para imponer el orden acabaron empeorando el panorama. El abuso de la fuerza fue condenado por Estados Unidos y Francia en abril de ese año. Un mes después la Unión Europea impuso sanciones económicas.
LOS INTENTOS
En agosto de 2011, al Asad pretendió calmar los ánimos de revuelta y caída del gobierno con una reforma para abrir el sistema político al registro de partidos. En noviembre aceptó una propuesta de plan de paz de la Liga Árabe (organización de Estados del Medio Oriente y el Magreb), que incluía medidas como el alto al fuego, la vuelta de los militares a los cuarteles, libertad para manifestantes apresados. La violencia no se detuvo.
En 2012, en Ginebra, Suiza, se inició un diálogo entre potencias del orbe y autoridades de la nación árabe con la intención de buscar una salida negociada al conflicto. La propuesta básica era que el presidente dejara el mando a un gobierno de transición pactado con la oposición. La mesa, sin embargo, no ha generado ningún avance.
Para buscar la reconciliación, el mandatario sirio propuso crear una nueva constitución, en la que se incluyeran las propuestas de opositores, y someter el documento a un referéndum. En la aprobación participó, según la cuenta oficial, el 57.4 por ciento de los 14.5 millones de individuos con derecho a voto y 89 de cada 100 votantes respaldaron la nueva Carta Magna que incluyó cambios como limitar la permanencia en el poder a un máximo de dos mandatos de siete años cada uno. El año pasado hubo elecciones. Bashar al Asad ganó con el 88.7 por ciento de los votos emitidos. Las críticas no se hicieron esperar, las menciones de la farsa, del cinismo. La reconciliación no ha llegado.
GOBIERNO INTERIOR Y AJEDREZ EXTERIOR
La ONU acusó a las autoridades sirias de tratar con crueldad desmedida y aplicar tortura a detenidos, fueran sospechosos de haber participado en manifestaciones, periodistas, autores de blogs, desertores de las fuerzas de seguridad, personas heridas o lesionadas, mujeres o niños. Los señalados, sin embargo, no acataron las recomendaciones de Naciones Unidas.
Diversos analistas comparten que los gobiernos europeos de Occidente y Estados Unidos tienen en su agenda promover la democracia y contribuir a la fortaleza de los estados árabes para obtener beneficios como cortarle fuentes de recursos al terrorismo y limitar la migración ilegal.
Por ello, explica Orbe León, es prácticamente unánime, en el mundo occidental, la condena del mandatario médico y la exigencia de un cambio.
Al Asad es un gobernante con un marcado antimperialismo, brindó apoyo, permitiendo la entrada a territorio sirio, a miles de palestinos y millones de iraquíes en busca de refugio. Además, el Presidente ha negado en varias ocasiones los excesos de brutalidad cometidos por militares y policías. Defiende que hay una lucha, pero contra terroristas que son financiados por agitadores externos. En ningún momento da muestras de querer renunciar y abandonar su patria.
EL FACTOR RELIGIOSO
El 74 por ciento de la población siria corresponde a musulmanes sunitas creyentes del islam, el 13 son alauitas, los cristianos, ya sea ortodoxos, siríacos y armenos, aportan un diez por ciento, el restante tres por ciento pertenece a los drusos (una fe que reconoce la autoridad de los libros santos, la Torá, los evangelios y el Corán, pero rechaza que este último contenga el dogma definitivo).
El sistema instaurado muestra tolerancia hacia las minorías religiosas, el propio presidente es alauita, una rama muy heterodoxa de creyentes que consideran a Alí, primo de Mahoma y primer imán, el líder espiritual de la comunidad musulmana, y a sus descendientes los legítimos sucesores del profeta. El alauismo interpreta de forma alegórica el Corán y los pilares del islam, no ven como obligatorias los preceptos de las cinco oraciones diarias, el ayuno en Ramadán o la peregrinación a La Meca. Los sunitas, si bien no ven como un requisito indispensable que los líderes procedan directamente de Mahoma, sí consideran que los alauitas son unos herejes. El presidente depende del apoyo de las minorías para gobernar. Su caída dejaría a la minoría alauita en la mira de la insurgencia suní y sin posibilidades de recuperar el poder.
Los cristianos perciben al régimen actual como su protector y han manifestado su apoyo al régimen temerosos de que el triunfo de los rebeldes derive en una islamización forzada, un viraje en las políticas estatales y todas sus instituciones de acuerdo con las leyes del islam, y en ataques contra las minorías religiosas como las registradas en Irak.
Renée Hannah Hattar, profesora de árabe y activista cristiana, afirma que el conflicto sirio no es religioso, aunque se haya difundido esa característica a través de los medios de comunicación.
Argumenta que si bien la constitución establece que el presidente de la república árabe debe ser musulmán, el islam no es la religión oficial.
También expone que si bien la jurisprudencia islámica es la principal fuente de la legislación, los cristianos poseen sus propios tribunales para asuntos civiles como el matrimonio o el divorcio. Además, afirma, los colegios y centros culturales cristianos son bien recibidos por el gobierno de al Asad.
El respaldo de cristianos es importante para Bashar al Asad, al igual que el de sus cuadros oficiales. Para su fortuna, en esos dos grupos se sienten partícipes de un sistema legítimo que hace las veces de baluarte contra el enemigo judeo-cristiano, un gobierno que merece el apoyo ante la amenaza que representa el Ejército Libre de Siria, fuerza impredecible que podría realizar concesiones peligrosas en beneficio de Israel.
EL DESGLOSE DE VÍCTIMAS
Las cuentas de The New York Times suman 85 mil 404 bajas civiles: 28 mil 277 personas han muerto en tiroteos o asesinatos masivos; 27 mil 006 en ataques con mortero, artillería o cohetes, así como 18 mil 866 en ataques aéreos del gobierno sirio.
Además hay ocho mil 871 secuestrados, detenidos o torturados.
Por sustancias tóxicas o químicos se han acumulado 984 fallecidos; a causa del hambre, la deshidratación o la falta de cuidados médicos básicos han muerto 565 personas.
El diario agrega 181 defunciones a causa de los ataques aéreos de Estados Unidos en su campaña contra el Estado Islámico (EI) en la frontera con Irak.
La cuenta se cierra con 654 trabajadores médicos victimados en ataques a hospitales.
Según el registro del Observatorio Sirio de Derechos Humanos las bajas civiles suman 111 mil 624 personas. Han caído también 36 mil 628 rebeldes o combatientes islamistas, 50 mil 570 soldados y oficiales del régimen así como dos mil 541 soldados y oficiales desertores.
El desglose incluye la muerte de 34 mil 375 combatientes árabes procedentes de otros países que peleaban con alguno de los grupos islámicos involucrados en el conflicto, tres mil 304 milicianos pro régimen, 903 combatientes de Hizbulah y tres mil 225 personas sin documentar.
Otras fuentes de muertos han sido: los comités populares, las Fuerzas de Defensa Nacional, el ejército de Liberación Palestina y otras organizaciones que han aportado 33 mil 839 defunciones.
Además, el observatorio tiene un estimado de 90 mil muertos sin identificar.
ATAQUES QUÍMICOS
Diversos testimonios de médicos y víctimas arrojan la certeza de que se han realizado ataques químicos en Siria.
Señalan que los síntomas presentes en víctimas de ataques en ciudades como Sarmin y Marea son consistentes con agentes tóxicos como el gas cloro y el gas mostaza (asfixia, ampollas, ojos llorosos y moqueo nasal). Sin embargo, probarlo de forma definitiva es complicado dada la imposibilidad que tienen los investigadores para trasladarse a los lugares donde han sido liberado los químicos. El gobierno del antimperialista niega haber realizado esos ataques, culpa a terroristas.
La investigación se ha extendido a las fuerzas rebeldes y hacia los agentes del Estado Islámico. Estados Unidos ha alertado a la comunidad internacional sobre la posibilidad de que los yihadistas fabriquen armas químicas y las hayan utilizado en al menos cuatro ocasiones en Siria e Irak.
La posición oficial es que las denuncias por el uso de estos agentes se siguen investigando. Los norteamericanos aseguran que han reunido elementos probatorios suficientes para respaldar la acusación. Según sus fuentes de inteligencia, el EI podría haber obtenido gas mostaza de tres fuentes: una gran instalación iraquí que tomaron en 2014, de las reservas sirias no declaradas ante la ONU y de su propia línea de producción.
En agosto pasado el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, advirtió que el uso de gases tóxicos no será tolerado y que habría consecuencias. También exigió a la comunidad internacional asumir la responsabilidad de presentar ante la justicia a los responsables de los ataques y actuar para impedir que se utilicen armas químicas en conflictos bélicos.
El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó en semanas pasadas una resolución encaminada a identificar a las personas, entidades, grupos o gobiernos que hayan usado o financiado ese tipo de armas y llevarlas ante la justicia.
EL PAPEL DE ESTADOS UNIDOS
La postura del llamado policía del mundo, si bien no ha variado en su intención de que renuncie el presidente médico, sí ha registrado cambios en cuando a la estrategia a seguir. Al inicio del conflicto, Barak Obama demandó la renuncia de al Asad. Luego, el presidente de EEUU afirmó que se haría una intervención si se demostraba que el gobierno sirio usó armas químicas. En 2013, las pruebas aparecieron, pero declinó la opción de atacar.
En Libia, en 2011, Obama decidió poner el poderío militar de su país al servicio de una coalición internacional encabezada por Francia y Reino Unido. El resultado fue el previsto, la caída de Muamar El Gadafi. Sin embargo, las consecuencias no fueron las planeadas, y el caos que sobrevino fue aprovechado por los yihadistas para aumentar su influencia, como ocurrió en Irak.
La amenaza de un escenario similar frena la avanzada militar de la potencia. Que el Estado Islámico y otros grupos radicales consigan posiciones estratégicas gracias al despliegue norteamericano es una consecuencia indeseable.
En 2014, el gobierno estadounidense por fin lanzó sus bombas, pero no contra al Asad sino contra los yihadistas del Estado Islámico. Luego puso en marcha un plan multianual, que recibió un financiamiento de 500 millones de dólares, para entrenar y equipar a rebeldes moderados, cinco mil 400 en el primer año de actividades. Las autoridades de Estados Unidos han afirmado que apenas cuatro o cinco de esos rebeldes entrenados han entrado en combate.
Estados Unidos y sus aliados han fracasado en su intento por impulsar una oposición moderada de gran calado y forzar a las autoridades sirias a negociar. Forzados por las consecuencias del conflicto, los norteamericanos iniciaron un diálogo con la Rusia de Vladímir Putin.
El diálogo con los rusos es indispensable toda vez que Putin respaldó al Presidente con algo más que palabras cuando su ejército perdía terreno frente a los rebeldes. Los estadounidenses han detectado que la potencia europea envió apoyo militar (aviones, tanques, asesores) y suministros para construir viviendas en las que podrían asentarse dos mil personas.
Obama tampoco puede obviar que Estados Unidos, al Asad y Rusia tienen un enemigo en común: el Estado Islámico. Tanto Estados Unidos como Israel ven a al Asad como un enemigo más previsible de lo que podría representar, fruto de la guerra civil, el ascenso de un gobierno orientado hacia el radicalismo islamista. Los norteamericanos necesitan de los rusos para conjurar la guerra civil y mitigar la crisis de refugiados, como antes necesitaron de ellos para negociar un acuerdo nuclear con Irán.
El secretario de Estado de la nación americana, John Kerry, declaró en semanas pasadas que su gobierno está dispuesto a tolerar que Bashar al Asad se mantenga en el poder en el corto plazo. Esta idea fue ratificada por Obama en la asamblea general de la ONU del 29 de septiembre.
CRISIS DE REFUGIADOS
La llegada de refugiados a Europa forzó a los dirigentes mundiales a retomar con mayor ímpetu la búsqueda de una solución a la inestabilidad en el vecino íncomodo de Israel y Turquía.
Son familias enteras, unos llegan a las costas de Grecia y de Italia, otros se adentran caminando por Serbia y Hungría. Miran hacia adelante, hacia Alemania y Reino Unido, por ejemplo. Siria no es el único lugar del que provienen, también llegan de Afganistán, de Irak, de Eritrea (en el noreste africano, también foco de graves violaciones a los derechos humanos contra la población por parte de un gobierno autoritario).
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estima que al final de 2014 había alrededor de 60 millones de desplazados y refugiados en el planeta. En apenas dos años, según las cuentas de la ACNUR la cifra aumentó en casi un 50 por ciento. Se prevé que para el final de 2015 el total supere los 62 millones de individuos.
Para entender mejor esta cantidad, el término "desplazado" hace referencia a la persona que abandona su hogar, pero permanece en su país. El "refugiado", en cambio, se marcha a otra nación.
Según la agencia, entre las dos categorías alcanzan un promedio de 42 mil 500 personas que dejan sus casas cada día, la mitad son menores de 18 años de edad.
En el primer semestre de 2015, Europa recibió a cerca de 480 mil individuos. La ACNUR prevé que la cifra podría llegar a las 900 mil personas al final del año. Los refugiados, por el momento, no representan una cantidad significativa, alcanzan apenas el 0.2 por ciento de los 500 millones de habitantes del viejo continente.
Otro aspecto importante, según el análisis de la agencia, es que la mayoría de los desplazados no vuelven a casa. Apenas 100 mil personas regresaron a sus lugares de origen en 2014.
La Comisión Europea decidió recibir a 200 mil personas, distribuirlos por cuotas entre los países miembros. Sin embargo, la crisis de refugiados ha dejado en evidencia los problemas de liderazgo en el bloque occidental y ha dejado expuestos los límites de la solidaridad.
Húngaros, checos, eslovacos, rumanos y polacos, se rehúsan a abrir sus fronteras a los necesitados. Presentan excusas como la cercanía de algún proceso electoral o una opinión pública que repudia la idea.
En Estados Unidos, congresistas republicanos se opusieron a recibir a 65 mil sirios. Alegaron que se facilitaría la infiltración de terroristas. La Unión Americana ha acogido a mil 500 personas.
LOS CAMINOS LLEVAN A RUSIA
En una entrevista con la norteamericana Barbara Walters, en diciembre de 2011, el presidente hablaba de un conflicto que se agudizó debido a los excesos cometidos por el aparatos oficiales de seguridad. Al Asad afirmó que no existía una política de represión en su país. Las muertes que encendieron el conflicto, afirmó, fueron errores de algunos oficiales. También dijo que se habían iniciado una serie de reformas con la intención de alcanzar, junto a la oposición a su gobierno, una reconciliación nacional.
Casi cuatro años después, en una entrevista con medios de comunicación rusos, fechada en septiembre de este año, al Asad afirmó que la lucha actual no es contra el descontento popular. Defendió que son los terroristas los culpables de la crisis de refugiados. La gente huye, según el mandatario médico, por temor a morir y por la incapacidad de las autoridades para satisfacer sus necesidades básicas debido a la condición de terror que prevalece en suelo sirio.
Criticó que a nivel internacional se ha tratado de vender la idea de que el problema se reduce a su permanencia en el poder y reiteró que si el pueblo desea que se quede, el presidente se quedará, y en caso contrario tendrá que irse sin pérdida de tiempo.
En una declaración más punzante, Bashar al Asad dijo que no espera que la solución al conflicto se produzca en la mesa de diálogo instalada en Ginebra. Si el arreglo se concreta, auguró, será en Moscú donde se logre. A últimas fechas, los caminos de Oriente Próximo conducen hacia la capital rusa. La última confirmación de esa tendencia fue el acuerdo para combatir el avance del Estado Islámico firmado por Irak, ese país al que Estados Unidos llevó una democracia atizada por el fuego yihadista; Irán, ese país al que Estados Unidos quiere ver desarmado; Siria, ese país en el que el policía del mundo lanza bombas para combatir al EI sin ninguna coordinación con el gobierno local, y Rusia. El ajedrez geopolítico no sólo es interesante, a veces resulta devastador.
Correo-e: bernantez@hotmail.com