A todos nos llegan momentos de duda y de inquietud acerca de nuestra propia vida; cuando nos sentamos a ver las estrellas, cuando asistimos a un sepelio, cuando nace un nuevo ser en la familia y ello nos deja lelos por el milagro. Lo anterior nos anima a reflexionar y nos surgen preguntas: ¿Con cuál fin nos hicieron?, ¿Para qué estamos en este mundo?, ¿Dónde hacemos falta?, ¿De qué sirvió nuestro nacimiento?, ¿Nos estaremos usando bien? ¿Estaremos desarrollando y aplicando todo nuestro potencial?, ¿Nos sabemos usar? ¿Les convenimos a los demás?
Desafortunadamente el impacto de estas reflexiones nos dura sólo unos minutos, tocamos fondo por un rato y luego rebotamos para seguir flotando en la espuma de la vida. Montaigne -filósofo, escritor, humanista y moralista del Renacimiento- cuando preguntaba ¿Qué sé yo?, al darse cuenta de la poca gente que está realmente consciente del quehacer de su vida, decía: "Tenemos más curiosidad que inteligencia, por eso abarcamos todo, pero sólo pescamos algo de viento".
El Ing. Carlos Pérez Valdés decía: "La vida es muy bonita, en ella me la he jugado, le entrado al toro". Pocos agarramos la vida por los cuernos, como se deben agarrar los toros. La sensación de no estar haciendo lo más significante nos pica una y otra vez por pequeños instantes, pero no sabemos platicar en serio con nosotros mismos, le sacamos la vuelta a hacernos una autocrítica severa y a pensar en uno mismo.
Jorge Castañeda preguntaba: ¿Por qué no pasa nada en México? Seguro que él sabe la respuesta: Lo importante no pasa afuera, todo lo importante y lo más interesante tiene que pasar dentro de nosotros mismos y luego, la acción exterior surge como respuesta a nuestra acción interior, provocada a conciencia por nosotros.
Pareciera que los mexicanos nos queremos escapar de la vida resbalándonos, sin hacerle frente, como si esta visión del mexicano escapista tuviera como objeto actuar la vida para hacer caso omiso de la realidad que nunca se enfrenta.
En la vida debemos dedicarnos a cultivar nuestro propio jardín, como decía Voltaire. Ortega y Gasset decía: "Vida es tener siempre que hacer algo, la vida no se me ha dado hecha, tengo que hacérmela yo. Lo que me es dado con la vida es quehacer". Si creemos que somos hijos de Dios, debemos saber usarnos como hijos de Dios. El ser hijos de Dios se demuestra con hechos, no con posturas o con palabras. Nadie nos conoce, nos conocerán por nuestro quehacer, "Por sus frutos los conoceréis" dice la Biblia.
Francis Bacon, quien tuvo una influencia decisiva en el desarrollo del método científico, advirtió: "A los hombres no los beneficia en nada tener buenos pensamientos, a menos que esos pensamientos los conviertan en acciones". Los hombres no viven de ideas, viven de actos.
En un manual de entrenamiento para los ejecutivos de una empresa internacional, leí: "El éxito de una persona en su vida, o inclusive el éxito de su grupo, no depende de lo que sabe o saben, sino de lo que hacen con eso que son y con eso que saben".
No importa a cuál quehacer te dediques, lo que es verdaderamente importante es vibrar con ese quehacer y sentir la necesidad y el orgullo de hacerlo. Puedes llegar a ser más tú, haciendo tu propio pedido de ser más haciendo más, aportando más. Como los animales que tienen los ojos de frente y con ello sobreviven al peligro, nosotros por diseño natural debemos de tender a tomar la iniciativa en el ataque, a ser proactivos. Somos animales activados por la oportunidad, pero la oportunidad debemos visualizarla primero y buscarla o construirla.
Buscar la verdad es buscar lo que nos hace funcionar mejor, la verdad nuestra consiste en ponernos a funcionar en lo mejor nuestro. Pero el intenso tráfico de la vida, sus apremios, sus demandas y preocupaciones vuelven a dominar la cancha de nuestro quehacer y esa preocupación por ser mejores desaparece en el común quehacer cotidiano.
Sin darnos tiempo para pensar en nosotros mismos, atendemos las cosas externas y tratamos de, más o menos cumplir con nuestras obligaciones, no vemos el mapa mismo de la propia vida. No sabemos si vamos bien, nos entretenemos con el vivir, pero no con el quehacer. Muchas veces no sabemos qué hacer con nuestra vida, pero queremos una más larga, más eterna.
Todo se puede transformar al transformar el quehacer, pero la responsabilidad primordial reside en cada uno de nosotros. Ningún patrón puede darte el valor que tú mismo eres capaz de desarrollar, ningún obrero o ingeniero puede darse el lujo de esperar a que su jefe le permita llegar a ser importante. Sin ayuda puede lograrlo, si además logra ayuda, mejor.
La importancia propia no depende de los demás, Muchas personas para convencerse de su propia importancia, se ponen a estorbar, a destruir, a chantajear desanimando a los demás y echando a perder su vida y la ajena. El mismo Montaigne decía: "Evita tratar gente negativa porque te puede destruir". La gente negativa te contagia. Uno debe de tratar con gente positiva, entusiasta, con sano buen humor. Debemos saber seleccionar a la gente con la que queremos tratar.
La satisfacción en tu vida no debe depender de que te reconozcan, tú eres importante porque importas, porque conoces tu aportación para la formación de algo. Hay una construcción, un cultivo, una cosecha de ti mismo. Algo a realizar por ti mismo y en ti mismo.