"Todo lo que se puede amar lo amé contigo, en tu sangre arraigué, me moriré contigo".
Enriqueta Ochoa, "Para evadir el cierzo de la muerte que llega", IX. 1972
Cuando voló la cortinilla de terciopelo, también la emoción fue cómplice del aire. Fue respirada una mujer valiente. Sensible. Creativa. Eterna. En altas y a lo alto, en un mural rosáceo, apareció su nombre: Enriqueta Ochoa. Al mismo tiempo, otra palabra se abrió paso: justicia.
Es motivo de gratitud ser parte de una sesión solemne de un Congreso o de una Cámara donde es develado el nombre de un ciudadano ejemplar. Compartir la experiencia de primera mano es ver con los propios ojos -los del corazón, sobre todo- la manera en que la historia es escrita. Estar ahí es convertirse en testigo de lo que será un referente para centenares de consultas, análisis, evaluaciones. Valioso tema para construcciones y reconstrucciones culturales.
Además de lo recién referido, la sesión solemne de aquella mañana en el Congreso del Estado de Coahuila cruzó varios umbrales. En lo oficial, el orden del día indicaba que el motivo de la celebración era inscribir con letras doradas el nombre de Enriqueta Ochoa en el Muro de Honor. Pero en lo sensorial, aquel martes fue una cascada de versos continuos. Fuera y dentro del salón germinó el poema de poemas. Unos y otros agregaron, sin saberlo, metáforas tan robustas como tersas. Símbolos, signos, diálogos, presencias. Cada asistente alimentó la potencia literaria de aquella obra en colectivo. Auténtica maravilla. Sin embargo, las Grandes Redactoras fueron dos. La primerísima primera persona del singular que daba voz a la tercerísima tercera persona del singular. Y viceversa. Era Enriqueta y era Marianne. Era Marianne y era Enriqueta. La madre jamás ausente. La hija, perpetuadora de la alegría. Mujeres poesía, una sola sangre narrativa. Dadoras, compartidas, elegidas. Una hablando a través de la otra. Comunicación sempiterna.
¿Cuántos nombres de mujeres habían estado inscritos en el Muro de Honor del Congreso del Estado de Coahuila? Ninguno hasta antes del primero de julio de 2014. ¿Cuántos nombres de artistas habían estado inscritos en el Muro de Honor del Congreso del Estado de Coahuila? Ninguno, hasta aquella fresca mañana de verano. La maestra Enriqueta Ochoa -lectora, poeta e investigadora, disciplinada amante de la palabra- vino a marcar diferencias.
Enriqueta estaba ahí, en el Congreso, con su mirada siempre aérea. Artista, amiga, maestra. Torreonense, mujer distinguida de Coahuila. Galardones también de oro. Pero fue Enriqueta madre la que obtuvo el premio mayor. El público arropó a su Marianne y, sobre todo, ella compartió cariño y talentos con la sencillez de las grandes. Enseñanzas de cuna, aprendizajes de casa, ejemplo aleccionador.
A punto de celebrar el primer aniversario de tan especial subrayado de Enriqueta Ochoa, un poema expresa la ternura de su fuerza literaria. La intensidad del suave abrazo materno.
Marianne
Después de leer tantas cosas eruditas
Estoy cansada, hija,
Por no tener los pies más fuertes
Y más duro el riñón
Para andar los caminos que me faltan.
Perdona este reniego pasajero
Al no encontrar mi ubicación precisa,
Y pasarme al insomnio acodada en la ventana
Cuando la lluvia cae,
Pensando en la rabia que muerde
La relación del hombre con el hombre;
Ahondando el túnel, cada vez más estrecho,
De esta soledad, en sí, un poco la muerte anticipada.
Qué bueno que naciste con la cabeza en su sitio,
Que no se te achica la palabra en el miedo,
Que me has visto morir en mí misma cada instante
Buscando a Dios, al hombre, al milagro.
Tú sabes que nacimos desnudos, en total desamparo,
Y no te importa,
Ni te sorprende el nudo de sombra que descubres.
Todo se muere a tiempo y se llora a retazos,
Has dicho,
Sin embargo, es azul de cristal tu mirada
Y te amanece fresca el agua del corazón;
Quitas fácil el hollín que pone el hombre sobre las cosas,
Y entiendes en tu propio dolor al mundo,
Porque ya sabes
Que sobre todos los ojos de la Tierra,
Algún día, sin remedio, llueve.
(1968, Retorno de Electra 1978, pp. 69-70.)
Para leer a Enriqueta Ochoa:
Su obra es poesía viva, circulante en las librerías de la localidad. Es recomendable, además, el seminario "Introducción a la poesía de Enriqueta Ochoa", impartido por el maestro Jorge de la Parra, disponible en video gracias a la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey: https://www.youtube.com/watch?v=0JqqkiYD3TM. En el sitio "Palabra virtual", en combinación con "Voz viva de México" (UNAM), pueden ser escuchados y leídos varios poemas de la notable torreonense: http://palabravirtual.com/index.php?ir=critz.php&wid=1210&show=poemas&p=Enriqueta+Ochoa
Twitter: @RenataChapa
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