Duele leer el sufrimiento de una mujer inteligente. Su padecer entra y sale de muy distintas maneras. Tantas como la cantidad de información que ella posee. Su vasto techo cultural aumenta la sensibilidad con la que se enfrenta a sí misma, a los suyos, a su comunidad. Al mismísimo mundo. Cerebro y corazón de una mujer competente llegan a ser muy frágiles a pesar de la invulnerabilidad que muchos pudieran endosarle y que ella a veces cree y repite por añadidura. Pero el pesar está ahí. Es una constante en sus días y sus noches por su especial habilidad para detectar, analizar y evidenciar tropelías. Una tras otra. Aun y cuando sabe que junto con lo oscuro camina lo claro, la desigual batalla que libra con lo zafio es extenuante. Perturbadora. Trastoca hasta al más cuidadoso y consciente afán de tolerancia. La vileza y sus tantos látigos son inmisericordes. Sin embargo, es precisamente aquí cuando el dolor es luz del conocimiento para la mujer que nació con el don del bien saber.
Si a la condición de género, si a la inteligencia y a la sensibilidad superlativas es sumada la denominación "extranjera", "migrante", "foránea", arreciarán los huracanes viperinos para aventar a esa mujer más lejos, incluso, de su tierra de origen. Será vista como un peligro. Indeseable. Loca. Neurótica. Amargada. Cabrona.
Algo más o menos aproximado -sólo ella podría precisarlo- fue lo que experimentó en varias ocasiones durante su estancia en México Ikram Antaki, una mujer diamante. "Nacida en Damasco (1948) en una familia de juristas, humanistas y amantes de los libros. Su madre trabajó toda su vida sobre la literatura rusa del Siglo XIX y su abuelo (que fue el último gobernador de Antioquía) salvó a miles de armenios del exterminio en 1915 durante el asedio otomano. La saga familiar de los Antaki puede rastrearse hasta el Siglo XI por lo que Ikram se sabía heredera y continuadora de una importante historia ancestral. A los cuatro años ingresó a una escuela de monjas franciscanas francesa, por lo que aprendió a leer simultáneamente en árabe y francés, y permaneció ahí hasta que concluyó el bachillerato. En 1969 viajó a Europa, donde estudió Literatura comparada, Lingüística y Antropología social. Se posgraduó en Etnología del mundo árabe en la Universidad de París VII y en la École Pratique des Hautes Études. En 1975 abandonó Francia para dirigirse a México. Ella contaba que esa decisión la tomó abriendo un compás sobre un mapamundi y, siguiendo una línea horizontal imaginaria paralela al Ecuador, determinó que México era el país más lejano a Siria, es decir, 'era el fin del mundo', un lugar que ella quería conocer. Llegó al D.F. un 14 de diciembre. Un año después nació su hijo Maruan, razón por la cual tuvo que afincarse y combinar la maternidad con un arduo trabajo intelectual. La capacidad de organización de Ikram le permitió dedicarse con gran éxito a la docencia, el ensayo, el periodismo y la radio".
Estos referentes provienen de la solapa del libro "El pueblo que no quería crecer" (Ed. Joaquín Mortiz, 1ª reimpresión, México, 2012), obra en la Ikram Antaki presenta los grilletes que, conforme a lo vivido, frenan el crecimiento de nuestro país. Del México y de los mexicanos que no queríamos -no queremos- crecer. Obra políticamente incómoda, sin duda. Narrada en primera persona del singular, pero desde la óptica de "Polibio de Arcadia", personaje imaginario, historiador aqueo, que da voz a los más profundos desgarramientos sufridos por la investigadora durante sus años de convivencia con nuestra cultura.
Al prólogo le acompañan cuatro divisiones capitulares: Elementos de una génesis, Los hombres y su mundo, El accidente y La despedida. De capítulos como, por ejemplo, "La mentira", "El conocimiento", "La responsabilidad", "La liviandad", "La inferioridad", "Lo posible, lo imposible, lo necesario", "La moral", "La justicia", "La política" y "El amor" pueden ser subrayadas bastantes frases que ameritarían ensayos exhaustivos. El libro parecería de rápida lectura. De hecho, es pequeño y medianamente delgado. Mas no así el peso de cada reflexión que hila de manera cuidadosa la maestra Antaki.
Imposible no recrear durante la lectura experiencias personales, vivencias en ambientes de todo tipo: político, educativo, familiar, empresarial, religioso, deportivo, artístico. Las sentencias inspiradas en el pueblo que no quería crecer y millones de pobladores son generalizadoras. Lo mismo sucede en obras escritas con los mismos fines sociológicos, antropológicos, históricos, filosóficos. Octavio Paz, Samuel Ramos, Roger Bartra, por mencionar a los tres más ubicables en la tarea de definir "la mexicanidad" también proceden a presentar afirmaciones totalizadoras en las que todo mexicano, literalmente, se comporta de tal o cual manera. Interesante resultaría complementar con las excepciones a la regla, es decir, con aquellos casos en los que el mexicano que logra "erguirse vertical", tal y como narra la letra del tango "Honrar la vida" de Eladia Blázquez.
Aquí, entonces, un breve paseo por una decena de frases sacudidoras de El pueblo que no quería crecer. Ésas que encienden y deberían llevar a la acción:
1. "Este mundo destinado al orden que resulta de la multiplicidad organizada y que depende del libre albedrío del hombre, no tiene cabida en México. Las proclamas amorosas del pueblo y de sus élites, las alusiones voluntaristas a la lealtad, a la pasión nacionalista, cierran el ciclo del pensamiento y tienden a inmovilizar la realidad después de haberla inventado (…). El principio del reposo es la más perfecta contemplación de ellos mismos" (p. 41).
2. "La mentira recita una lógica tan empobrecida que todo cabe en ella. Basta que se dé la contradicción que se quiere para tener siempre la razón" (p. 42).
3. "Pueden llevar el desprecio hasta el punto de robar horas y días de vida a sus semejantes; no llegan o llegan tarde a sus compromisos, y tachan con extremo desprecio a quien se atreve a reclamarles sus hechos. Así la vileza pasaría por el lado de quien reclama, no por el lado de quien causó el reclamo" (p. 44).
4. "El resultado en la vida es que nacen y crecen y se multiplican problemas que no dejan lugar a ninguna réplica seria. (…) La derrota de la libertad y de la moral, y el triunfo de la tiranía política es reflejo de la actitud del pensamiento que rechaza al pensamiento" ( p. 47).
5. "Los mexicanos no gustan de la colaboración. A veces, en los momentos dramáticos, surge una suerte de solidaridad masiva emocional pero ésta se apaga rápidamente; y jamás la he visto surgir para la realización de una tarea racional constructiva y de largo plazo" (p. 62).
6. "Cualquier tentativa de criticar algún aspecto de la vivencia social se enfrenta a la masa de los connacionales, enemigos entre sí en su vida diaria pero solidarios para defender sus particularismos, aun los menos defendibles como el desorden, la deshonestidad o la ineficencia" (p. 62).
7. "En México asistimos al estallido de una cultura que prohíbe la síntesis. Ésta exige valentía y audacia a la vez que mucha práctica" (p. 64).
8. "Quienquiera que contradiga o discuta las afirmaciones de los mexicanos se vuelve su enemigo. La duda basta para tacharse de agresión. Había que quererles y aceptarles fuera de toda razón. Ellos eran libres y aquello era visible evidentemente: libres de morir y de sufrir, libres de cantar su desgracia, libres de abandonar sus familias y su trabajo, libres de violentar las reglas de convivencia, libres de asesinar el tiempo y la obra, libres de no hacer obra, libres de no hacer nada, libres de no tener leyes" (p. 74).
9. "Los he visto sin voluntad frente a la política, el trabajo, el amor, los hechos de la vida. Los he visto indeterminados dejándose llevar por sus pasiones o por la circunstancia, el azar y los demás. He visto la negación de esta madurez del espíritu que permite ubicarse en el mundo. ¿Cómo definirla?" (p. 77).
10. "En México nadie rompe el florero, algo lo mueve, le da una dinámica que lo desequilibra y lo hace caer. El producto del trabajo es malo no porque el obrero lo hiciera mal, sino porque alguna fuerza extraña, fatal, hizo que así resultara. La responsabilidad del error, del daño, no es de nadie; todo es accidente, aun la destrucción, aun el crimen" (p. 79).
Para leer a Ikram Antaki: su obra, en constante crecimiento, en librerías de la localidad. Interesantes tanto la conferencia magistral (https://www.youtube.com/watch?v=onvnEDH0rsw) como el seminario "Hacia una ética ciudadana" de Ikram Antaki, disponibles en Youtube, gracias a la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey.
@RenataChapa
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