Un proverbio vietnamita resume con sabiduría: "Cuando comas una fruta, piensa en la persona que plantó el árbol". Además de convocar distintos valores, como son la gratitud y el respeto, la frase también invita a ser imaginativos no sólo con lo que puede ser creado, sino con lo ya existente y que no ha despertado nuestra curiosidad. Preguntarse el qué, quién, cómo, cuándo, dónde, por qué de lo tangible y lo no tangible, es nutriente para la imaginación. Es abonar en el terreno de los sueños que generan nuevas ideas y motivan su cristalización. Sin embargo, un complemento fundamental habrá de considerarse: el de la investigación. Y siendo así, la lectura es imprescindible.
De vuelta a uno de los ejemplos del escritor británico Neil Gaiman (quien, como fue compartido en la pasada entrega, subrayó en una conferencia impartida en The Reading Agency en Inglaterra, el valor del daydreaming: "soñar de día", "soñar despierto", y sostuvo que "imaginar tiene que ser un deber ciudadano") al ver una simple y sencilla pared de un cuarto, es posible trazar una "ruta de la imaginación". Consistiría en los siguientes pasos: primero, sacudir el marasmo del pensamiento y visibilizar lo que nos era indiferente. En este caso, la pared de un cuarto. Es revelador cuánto de lo que nos rodea, y que no era observado así, fue producto de la imaginación y de los sueños de terceros. La valoración de la creatividad y esfuerzo del otro aparecen casi en automático. Segundo, aplicar las preguntas al ejemplo: ¿qué es una pared?, ¿quién la trazó?, ¿cómo fue construida?, ¿desde cuándo existe?, ¿dónde es ubicada en el plano del cuarto?, ¿por qué la construyeron o por qué la construyeron de esa manera? No es de sorprender que las seis o siete respuestas a algo tan de todos los días, acaso bobo para algunos, sea un "No sé". Impresionante revelación. ¿Qué tanto sabemos y no de nuestro propio medio? ¿Cuánto hemos echado a volar la imaginación sobre lo sencillo antes de desear lo complejo? ¿Con qué fundamentos alimentamos los sueños que nos gustaría alcanzar? Y tercer paso, con toda humildad, investigar al respecto. Leer al respecto. Escribir al respecto. Debatir al respecto. Soñar al respecto.
Para contestar las preguntas sobre la pared de cuarto pueden ser leídas varias fuentes o puede recurrirse a informantes clave. Pero, ¿cómo le hacemos para imaginar otro tipo de pared? ¿Para soñar con una diferente textura, grosor, funcionalidades? ¿Para relacionar la pared con alguna figura poética, con una nueva fórmula matemática, con un distinto estilo estético? ¿Para escribir lo que esa pared ha visto y ha escuchado? ¿Para pensar en cómo volver operativo un grandioso sueño a partir de una grandiosa pared?
Neil Gaiman ofrece una alternativa: leer, claro está, pero no sólo los libros con definiciones literales. Para imaginar y soñar, él destaca las obras literarias de ficción. Explica la manera en que un lector conecta su propia realidad a la otra que aparece en una novela o en un cuento, por ejemplo. Considera que ese ejercicio analítico afinará las capacidades imaginativas del lector. Y algo muy importante. Explicita varias "obligaciones" para volver apetecible la lectura. Independientemente del género, sin el interés por leer, ¿cómo vitaminamos la imaginación? ¿Cómo fortalecemos la capacidad de soñar?
"Creo que, como adultos, tenemos la obligación de leer por placer en lugares públicos y privados. Si leemos por placer y si otros nos ven leyendo, no sólo aportamos con el ejemplo, sino que ejercitamos nuestra imaginación (…). También tenemos la obligación de promover librerías y bibliotecas (…) y la de leer en voz alta a otros y de manera entretenida (…). Es nuestra obligación usar el leguaje correctamente, saber sus significados sin que esto nos lleve a manejarlo como excusa elitista(…). Los escritores tenemos la obligación de escribir verdades, especialmente en el caso del género de ficción, donde la verdad no es que alguien o algo hayan existido tal cual. La verdad es aquello que nos definirá cómo somos nosotros, las personas. La ficción en literatura es la mentira que dice la verdad (…). Los escritores también tenemos que provocar que los lectores sientan apetito de seguir leyendo. Nunca escribir algo que ni siquiera nosotros desearíamos leer. (…) Tenemos la obligación de imaginar y soñar con dejar este mundo mejor de cómo lo encontramos. (…) Debemos pedir a los políticos que den a la lectura la importancia que amerita como constructora de ciudadanía" (Ib).
Desde esta perspectiva, imaginar y soñar también son responsabilidades y deberes no sólo de unos cuantos. Las capacidades físicas e intelectuales no son privativas de pocos, aunque así pareciera en los hechos. Es necesario que existan cada vez más miradas quisquillosas porque son de lo más imaginativas. Cuestionadoras. Propositivas. Demasiado difíciles de contener. Un pensamiento motivado por la información literal, pero también, como señala Niesman, por la ficción, es un boleto comprado hacia mejores estadios de vida.
Leer y, en su caso, escribir, son otros dos verbos íntimamente asociados que, puestos en práctica, aportan en positivo. Es cierto que tienen niveles de complejidad y que el analfabetismo funcional nos achica como colectividad. Pero como bien lo menciona Montserrat Fons en "Leer y escribir para vivir" (Ed. Colofón, España, 2012): "a leer se aprende leyendo; a escribir se aprende escribiendo" (p. 30). En esa misma tesitura, entonces, a imaginar se aprende imaginando; a soñar, soñando.
Ahora, abra su puerta interna. ¿Qué alcanza a mirar? Usted defina. Imagine un cuerpo sin sueños. Un cuerpo sin mejor mañana. Ha llegado la hora de leer.
Para leer a Neil Gaiman: su obra circula, como sueño, por las librerías de la localidad. Su página web es recomendable introducción a su obra, a su brillante daydreaming: www.neilgaiman.com/
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