Los columnistas de éste y cualquier periódico buscamos lectores. Entre muy distintas razones, compartir nuestras ideas con otros y generar interlocución genera una adrenalina distinta. Es una especie de inyección que aviva la creatividad, pero también ciertos temores. Estar expuesto ante la ventana pública, independientemente de qué tan ancha sea, tiene sus riesgos. El lenguaje escrito es el punto de encuentro entre autores y lectores. Ya que un texto es la fotografía impecable de quien lo firma, quien nos lee comienza a calificar. De positivo a negativo con sus diferentes intervalos. O con su indiferencia entierra la posibilidad de comunicación y aprendizaje. Pero, en la inmensa mayoría de los casos -tanto los lectores como los redactores- no reparamos en los distintos y pesados procesos mentales que nos representa la lectoescritura.
Leer nos cuesta. Escribir nos cuesta. ¿Por qué tanto pesar? Porque cada uno de estos ejercicios implica, a su vez, una lista de finas y complejas tareas neuronales. Y porque, de manera simultánea, ambas actividades se fusionan y generan un tercer listado de afanes que el cerebro debe ejecutar si se trata de decodificar y, aún con mejor suerte, comprender lo escrito.
La lectoescritura implica distintos esfuerzos físicos. Una de las explicaciones más simpáticas y lógicas para medir qué tan demandante es el leer y el escribir tiene que ver con la demanda calórica. No es gratuito, por ejemplo, que quienes enfrentamos la tarea de leer y/o escribir con cierto rigor comencemos a sentir hambre o sueño. Incluso nos agrada acercarnos una copa de algún fresco vino. Leer y escribir revolucionan el motor intelectual que consume bastante energía. Conforme sube el calibre de la introspección analítica, la actividad indagatoria, la del cruce de datos, lo interpretativo, también aumenta la energía solicitada por las tramas neuronales. Cabe aclarar que el comer y dormir son necesarios, pero jamás suplentes de los procesos mentales en sí mismos. ¿A mayor ingesta calórica mejores lectores y redactores? Pudiera ser, pero siempre y cuando nuestras competencias como lectoescritores cuenten con piso firme.
Un libro que ayuda a comprender la vorágine interna ante la lectoescritura -el despliegue impresionante de nuestro propio cuerpo- es Leer y escribir para vivir (Ed. Colofón, México, 2014) de Montserrat Fons Esteve. Curioso es que su sentencia de portada podría descalificar su revisión porque supone que sólo está dirigido para docentes de preescolar y primaria (Alfabetización inicial y uso real de la lengua escrita en la escuela). Sin embargo, sus páginas iniciales son un auténtico faro para comprendernos, ya sea como lectores, como escritores y como lectoescritores.
Un concepto que la autora retoma de varios investigadores es el de la "sobrecarga cognitiva" y lo comparte con franqueza. Es, sin quizá, una de sus más llamativas virtudes como académica. Su sinceridad auxilia a quitarnos muchas de las culpas que sentimos como lectores y escritores -alfabetas, en teoría- al sentir poco o nulo interés de leer y/o escribir. Por más campañas, promociones, cursos, conferencias, talleres, bibliotecas, salas de lecturas y centros culturales que existan, pareceríamos vacunados contra esos estímulos. Leer y escribir implican procesos y subprocesos. Habrá quienes hayan desarrollado unos cuantos. Habrá otros que continúan desarrollándolos en el camino y varios más que evidencian una "natural" pasión por la lectoescritura producto de años de práctica. Cada quien tiene sus procesos definidos. Las miradas son muy distintas. Y como están íntimamente vinculadas al estado emocional, sentirse incompetente al "leer y escribir para vivir" se convierte en un obstáculo doloroso que frena el proceso de aprehensión y construcción del texto escrito. Del texto por leer.
Dice la autora: "Se constata que la multiplicidad de demandas que confluyen en la textualización puede bloquear al (lector) o escritor aprendiz. Es lo que muchos autores denominan 'sobrecarga cognitiva' que se manifiesta en una debilitación del proceso" (p. 24).
"Vaya pereza", pensarán algunos tan sólo de ofrecer una breve mirada a los procesos implicados al escribir aquí presentados. Este "lector fatigado", el de la "sobrecarga cognitiva", expresa su desagrado por leer, por escribir, como una reacción lógica, y casi siempre inconsciente, al sentirse en medio de una afrenta, sin tener por qué serlo. Si su alfabetización hubiera sido de calidad, contaría con los procesos más desarrollados, más entrenados, más adaptados para no sólo decodificar letras, palabras y frases, sino comprenderlas y "leer la vida" de manera más plena. Ser y sentir a través de la palabra. Maravillas del cuerpo y espíritu humanos.
El gasto calórico de lo redactado y leído en esta columna amerita un brindis. Saber que no es una simpleza ni una cuestión menor el ser un lectoescritor, sino que es un milagro de la exquisita maquinaria cerebral que cada uno de nosotros tiene a disposición, es para celebrarlo. Ser un lectoescritor competente encamina a placeres que premian el esfuerzo y tiempo invertidos. Tener la habilidad de concentrarnos para hablar con nosotros mismos y con "otro" que está presente a través del texto que es leído y que es escrito, es uno de los actos más sublimes del género humano.
Cansancio, distracción, temores y demás circunstancias parecieran que nos jalan para ser de mente frágil. De razonamiento elemental. De creatividad ramplona. En los tiempos que corren, aunque estos rasgos dan la impresión de no tener relevancia o incluso ser parte de una moda donde ser ignorante es lo aceptable, es en la palabra y sus amplios horizontes donde son generados los cambios de sustancia. Complicado, quizá, para el fatigado a priori querer avanzar. Comprensible y ya explicado. Hasta perdonado. Pero incluso en estos casos de fatiga crónica, la nobleza del lenguaje tiene demasiadas puertas abiertas. Es como la parábola del hijo pródigo, recibe tarde o temprano al que regresa a casa. Al que retorna a leer y a escribir para vivir.
Para leer a Montserrat Fons Esteve: el libro aquí mencionado circula en las librerías de la localidad. También recomendable su documento Leer y escribir. 10 ideas clave para los primeros pasos en www.leer.es.
@RenataChapa
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