Quiero a Wu
Sí, quiero a Wu. Lo declaro públicamente. Quiero a Wu, a pesar de nuestras diferencias. Él tiene 62; yo, 47. Él, millonario; yo, lo opuesto. Él, con sangre de la civilización oriental; yo, con mis raíces amestizadas. Él, a más de 13 mil kilómetros de distancia con el mundo a su merced; yo, aquí, entre paredes. Él, con su mandarín; yo, con mi defensa apasionada del idioma español. Él vive en una isla; yo, aislada en mi país. Él que nada sabe de mí; yo, queriéndolo. En espera del día en que Wu llegue a México, a mi ciudad y compartamos una visión.
Porque duele la cadena perpetua al subdesarrollo cultural que cargamos los mexicanos. Porque cala comprobar que las habilidades propias y ajenas ya nunca despertarán o fueron poco incentivadas. Porque cada vez son más los maestros incompetentes formando a generaciones incompetentes. Porque no entiendo ni justifico la razón de no atender el gravísimo problema de la falta de calidad en nuestra lectoescritura, ingrediente básico y diferenciador del hombre como ser racional, espiritual y, en teoría, en constante evolución. Por eso quiero a Wu.
Porque he visto escenas de vergüenza y lágrima en las bibliotecas públicas, escolares y librerías. Porque una de ellas, paradigmática, aún me impregna el recuerdo de aquel aroma a pollo rostizado compartido entre bibliotecarias y bibliotecarios mientras celebraban una fiesta en sus horas de trabajo y una de ellas aprovechaba, además, para teñirse el cabello ante la mirada indiferente de los usuarios. Porque están en mis ojos los espacios de una, dos y acaso tres bibliotecas bellas, equipadas, con personal dispuesto a servir con calidad, pero solísimas, inapetecibles para alumnos y maestros. Porque quiero más librerías, más diversidad informativa, más acción libresca, más de la palabra para resarcir, de alguna manera, tan marcada brecha educativa. Porque me debo contentar a cuentagotas cuando de mi necesidad de la palabra se trata. Por eso quiero a Wu.
Porque se cree que abriendo un "espacio digno" como biblioteca y contratando al primer necesitado de chamba con pinta de formador mágicamente provocará el gusto, la comprensión y la formación lectora. Porque el camino de la intervención educativa será incompleto e injusto sin que entren a permanente capacitación aquéllos que integran las esferas de poder y toman decisiones sobre el destino de muchos de nosotros. Porque urge la sensibilización de gobernantes, empresarios, directores de escuelas, líderes religiosos, políticos, periodistas y cabezas de familias. Porque necesito creer que las plumas de la creatividad y la innovación mexicanas serán encendidas y que las flamas de la crítica serán brillantes, cálidas y elevadas. Por eso quiero a Wu.
Wu es una realidad en Taipéi y una fantasía para México. Wu es un personaje increíble ante quienes, por aquí, en tierras nacionales, hubieran dado por muerto su proyecto por venir de una mente loca e ingenua. Cuántos se hubieran reído de Wu. Cuántos hasta lástima habrían sentido por él. Cuántos, avergonzados, la habrían dado la espalda. Yo, no. Yo quiero a Wu.
Robert WuChing-Yu se dedicaba a dos actividades, principalmente. A vender equipos para cocinas de hospitales y hoteles, y a leer. Las humanidades eran su gusto, sobre todo lo referente a las artes. Los libros que Wu conseguía en la isla de Taiwán no le eran suficientes. Wu quería leer más, pero los ejemplares de su interés eran principalmente distribuidos en EU. Un buen día, Wu tomó una decisión dorada. Wu se inauguró, por fin, más que como vendedor de libros, como un sagaz promotor de la lectura.
En el sótano de un edificio antiguo, inauguró la librería "Eslite", única en su tipo por diversas razones. Una, la principal: abría sus puertas las 24 horas de los 365 días del año. Wu quiso que su librería también fungiera como biblioteca y, a la vez, como hogar acogedor. Deseaba que los visitantes sintieran que tenían la posibilidad, sin sanción alguna, de leer cualquier libro y a cualquier hora.
Conformó un equipo de profesionales en ambientación de espacios. Provocó el confort que bienviene al combinar madera, cojines, mueblería modernista, luces atractivas, música ambiental y un diseño ergonómico en cada rincón. La cantidad, calidad y precios de su acervo bibliográfico fueron imán para los asistentes. Abrió las puertas al paraíso de las palabras."Eslite" jamás duerme, jamás descansa. Siempre está de fiesta, con público de todas las edades, al que no se le pide comprar el libro para leerlo. Más bien se agradece su presencia con un esfuerzo profesional de primer nivel. Todo el mundo de Wu continúa girando alrededor del disfrute que puede provocar la lectura (http://taiwanreview.nat.gov.tw/fp.asp?xItem=144&CtNode=128).
Sí, quiero a Wu. Lo declaro públicamente. No me avergüenza decirlo. Amamos lo mismo. Quizá, uno de estos días, Wu ponga sus ojos lectores en México y en el bien que le vendría no una, sino cientos de sucursales de "Eslite" abiertas las 24 horas, los 365 días del año, con miles de libros a completa disposición. Con precios accesibles, con espacios de ensueño, con servicio de calidad. Un proyecto oriental en pleno occidente a favor de la palabra y su capacidad transformadora.
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