Meterle razón al instinto y a las pulsiones que encaminan al placer podría ser la más cruel batalla diaria. Es comprensible quebrarse por la disonancia entre el desear, el poder, y las bardas con púas que incluso uno y una misma levantamos. Por más que se quiera, ni en palo, piedra o lodo fue forjada la sensibilidad humana. Sin embargo, la desilusión como un estado incesante, y hasta esperado, es un enfrentamiento contra natura de alto costo, con interminables facturas emocionales y, lo peor entre lo peor: sostenidamente letal.
Un numeroso ejército de dolientes sumamos comunidades desesperanzadas. Hastiadas de intentar para luego caer a empujones. Y ya ahí, en el suelo, de sentir cómo la rasposa suela del prójimo que nos oprime la garganta y no nos permite dar un paso más hasta que ve satisfecho su anhelo de autoridad y realizado su pusilánime egoísmo.
Para otros, las ilustraciones de lo cotidiano están pintadas con matices completamente distintos. Su discurso es vigoroso aun desde el pantano. Otros son los que plantean una narrativa insistente en el amor y en sus felicidades, estados factibles como pilares de una vida que sí amerita, por mucho, ser recorrida de poro a poro. El placer aquí sí, para ellos, es bienvenido con responsabilidad y bonomía espirituales.
Esos otros individuos son congruentes con la no violencia, primero, hacia uno y una mismos. Son esas dulces gotas de alegría a saborear a diario. Son el sueño que dejó de ser metáfora para convertirlo en logro de lo más íntimo, de lo más sincero que nos puede hacer brillar. Tarea de titanes, sí. Ellos lo son. Y nos lanzan el llamado sin miramientos. Tienen fe en contagiar de esa su bendita algarabía a quienes, al parecer, nos han vacunado el alma a rudos jeringazos.
"De la Fe en Paz" nace gracias al acaso no tan fortuito encuentro con el libro "Un sueño de igualdad" (Ed. Sol90, 2010) que compila varios textos de la autoría de Martin Luther King, un empecinado a obrar por la igualdad. Inquebrantable ante la mezquindad hipócrita y sus tantas redes de convencimiento para la no acción. Convencido de que la palabra leída, escrita y hablada, cuando es disciplinada y alimentada de corazón, se vuelve puente real, no negociable, para ser y hacer por el bienestar de este día, de mañana y de las generaciones venideras. Promotor del jamás devolver mal por mal.
Hace 51 años, en 1964, Martin Luther King dio su "Discurso de aceptación del Premio Nobel" de la Paz. Cuatro años después fue asesinado. En ningún momento dejó de tener oposición. Entre más avanzaba, más iracundo el antagonismo. La contracorriente nunca cesó. Tampoco la fe de MLK.
El valor de la oración dictada como discurso en Oslo por el doctor Luther King es corolario del casi concluido 2015. Y es fuente de ánimo para vertebrar el 2016: "Acepto el Premio Nobel de la Paz en un momento en que veinte millones de negros de los Estados Unidos de América luchan en una batalla espiritual para terminar con la larga noche de la injusticia racial. Acepto este galardón en calidad de representante de un movimiento a favor de los derechos civiles que avanza con paso firme y con un excepcional desprecio por el riesgo y el peligro, con fin de instaurar un reino de libertad y la soberanía de la justicia… Soy consciente de que la pobreza más acuciante oprime a mi gente y la encadena ineludiblemente al peldaño más bajo de la escala económica… Concluyo que el premio que recibo constituye el profundo reconocimiento de que la no-violencia es la respuesta al más trascendental de los dilemas políticos y morales de nuestra era: la imperiosa necesidad de que los hombres venzan la opresión y la violencia sin pagar a cambio con la misma moneda…
Me niego a aceptar la idea de que el hombre no es más que un fardo de restos y desechos en el río de la vida y que no es capaz de intervenir en los acontecimientos que se producen a su alrededor… Creo firmemente que la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán la última palabra en nuestra realidad inmediata. Esta es la razón por la que el bien que ha sido derrotado temporalmente es más fuerte que el mal triunfante.
Me atrevo a creer que todo el mundo, dondequiera que se encuentre, ha de tener tres comidas al día para el cuerpo; educación y cultura para la mente; y dignidad, igualdad y libertad para su espíritu… Creo que aquello que los hombres egoístas han destruido pueden reconstruirlo los hombres altruistas… Todavía creo que venceremos…" (pp. 165-168).
Twitter: @RenataChapa
Centrosimago@yahoo.com.mx