Una de las principales virtudes del sociólogo polaco Zygmunt Bauman es su capacidad para redactar los dolores del mundo. Puede fotografiar con palabras los padecimientos globales. Los azotes recibidos por ciudadanos de los más diferentes perfiles adquieren otra dimensión a través de su pluma. Los vuelve comprensibles para un lector de a pie dispuesto a enterarse de otro tipo de respuestas a los porqués de su sufrimiento. Lo llamativo del caso es que su padecimiento es muy parecido al del amigo, al del compañero de trabajo, al del prestador del servicio, al del artista, al del político, al del interlocutor en Facebook, al del protagónico del programa de televisión de moda, al del deportista, al de la madre de familia, al del corredor de bolsa, al del estudiante. A tantos y a tantas esparcidos por los continentes. Así de amplia es la mirada baumaniana. Y también así de prudentes son sus afirmaciones.
Encontrar hilos conductores en la desazón colectiva que va más allá de las fronteras geográficas, sociales, de género, de edad, es una de las medallas mejor ganadas del maestro Bauman, Premio Príncipe de Asturias. Salvo la opinión de quisquillosos analistas que a todo endosan su incredulidad, la labor del catedrático emérito de la Universidad de Varsovia en materia de difusión científica es imbatible.
Su producción editorial es nutrida, pero llama la atención la serie de libros en los que la palabra "líquido/a" está presente. Modernidad líquida (FCE, 1999); Amor líquido (FCE, 2005); Vida líquida (Paidós, 2006); Tiempos líquidos (Tusquets, 2007); Arte, ¿líquido? (Sequitur, 2007); Los retos de la educación en la modernidad líquida (Gedisa, 2008); Miedo líquido (Paidós, 2009); 44 cartas desde el mundo líquido (Paidós, 2011).
Aquí, una triada de citas que buscan picar la curiosidad lectora.
De Tiempos líquidos: "'Si quieres paz, preocúpate por la justicia', aseveraba la sabiduría antigua, y, a diferencia del conocimiento, la sabiduría no envejece. Hoy, igual que hace dos mil años, la ausencia de justicia obstruye el camino hacia la paz. Las cosas no han cambiado. Aquello que sí ha cambiado es que ahora la 'justicia', a la inversa de los tiempos antiguos, es una cuestión planetaria, que se mide y se valora mediante comparaciones planetarias; y ello se debe a dos razones.
La primera es que, en un planeta atravesado en todas direcciones por 'autopistas de la información', nada de lo que ocurra en alguna parte puede, al menos potencialmente, permanecer en un 'afuera' intelectual. (…) El sufrimiento humano de lugares lejanos y modos de vida remotos, así como el despilfarro de otros lugares y modos de vida también remotos, entran en nuestras casas a través de las imágenes electrónicas de una manera tan vívida y atroz, de forma tan vergonzosa o humillante, como la miseria y la ostentación que encontramos cerca de cada durante nuestros paseos cotidianos por las calles de la ciudad. (…) La segunda razón es que, en un planeta abierto a la libre circulación de capital y de las mercancías, cualquier cosa que ocurra en un lugar repercute sobre el modo en que la gente vive, espera vivir o supone que vive en otros lugares. (…) El bienestar de un lugar repercute en el sufrimiento de otro. (…) Hoy se advierte por qué cualquier daño, penuria relativa o indiferencia tramada dondequiera que sea culmina con el insulto de la injusticia; el sentimiento del daño que se ha inflingido, del daño que clama por ser reparado, pero que, en primer lugar, obliga a sus víctimas a vengarse de sus adversidades", (pp. 11-15).
De amor líquido: "El héroe principal de este libro son las relaciones humanas. Los protagonistas de este volumen son hombres y mujeres, nuestros contemporáneos, desesperados al sentirse fácilmente descartables y abandonados a sus propios recursos, siempre ávidos de la seguridad de la unión y de una mano servicial con la que puedan contar en los malos momentos, es decir, desesperados por 'relacionarse'. Sin embargo, desconfían todo el tiempo del 'estar relacionados' y, particularmente, de estar relacionados 'para siempre', por no hablar de 'eternamente' porque temen que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no se sienten capaces ni deseosos de soportar, y que pueden limitar severamente la libertad que necesitan ¿sí, usted lo ha adivinado? para relacionarse" (p. 8).
De miedo líquido: "Nosotros podríamos profetizar que, si nada la refrena o la domina, nuestra globalización negativa ¿y su modo alternativo de desproveer de su seguridad a los que son libres y de ofrecer seguridad en forma de libertad? Hace ineludible la catástrofe. Si no formulamos esta profecía y no la tratamos en serio, pocas esperanzas puede tener la humanidad de convertirla en evitable. El único comienzo prometedor para una terapia contra el miedo que crece, y en última instancia, nos incapacita es ver más allá de él, hasta lo más hondo de sus raíces, porque el único modo prometedor de continuar dicha terapia pasa por enfrentarse a la tarea de arrancar esas raíces" (pp. 227-228).
Para leer a Zygmunt Bauman: Sus libros circulan, con sobria liquidez, en librerías locales. En Youtube, son varias las entrevistas que permiten ver, oír y sentir su tranquilidad en ebullición; su ternura a borbotones. Fumando pipa y escoltado por un oso de peluche intruso, parte de su perfil (Radio Nederland, Servicio Español, https://www.youtube.com/watch?v=X4YGdqgCWd8). También es notable el sitio "The Bauman Institute" (http://baumaninstitute.leeds.ac.uk) respaldado por la Universidad de Leeds, ubicada en el norte de Inglaterra, y dirigido por el joven doctor Mark Davis. De esta página virtual, destaca el videoavance de "El problema de ser un humano en estos días" ("The trouble with being human these days") y el archivo de conferencias e investigaciones sobre los pasos líquidos de la sociedad actual. Del humanitarismo nuestro que corre. Y se va.
@RenataChapa
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