Suicidio infantil
El dolor más devastador que puede sentir un ser humano es el relacionado a la muerte de un hijo, sea cual sea la circunstancia; cualquier padre daría todo, hasta su vida misma para no vivir una tragedia como esta.
Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida, y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada.
Elizabeth Kübler-Ross.
Hace un par de meses nos consternamos con la noticia de que un menor de 12 años de edad, quien estaba al cuidado de su abuelita se quitó porque ella no le dio permiso de salir a jugar sin haber hecho la tarea. Desafortunadamente nuestra sociedad tiene otra llamada de atención ante el suicidio de un niño de apenas ocho años luego de que su padre le quitara el celular. Aparentemente ambos casos sucedieron por la falta de tolerancia a la frustración.
Ante estas noticias tan lamentables surgen dudas y preguntas que tal vez nunca tengan una respuesta certera por la complejidad del funcionamiento interno de cada ser humano. No se puede generalizar sobre los motivos que llevan a alguien a consumar el acto, es necesario hacer un análisis clínico detallado sobre su historia familiar y un diagnóstico diferencial de algún trastorno de la personalidad, de control de impulsos, depresión infantil o alguna disfunción en el sistema neuroendocrino.
MOTIVOS INCONSCIENTES
Los niños menores de cinco años aún no tienen la madurez emocional y cognitiva para lograr comprender el concepto de la muerte como algo irreversible y universal, es decir, que a todos nos va a suceder, aunque se den cuenta de algún fallecimiento cercano, no están consientes de que esa persona no regresará jamás, esa idea les puede generar mucha angustia, de modo que su mente, en un instinto de supervivencia, se defiende a través de la fantasía, pensando que en algún momento la persona fallecida regresará o despertará de algo que conciben como un sueño profundo y momentáneo.
Alrededor de 1910, Freud identificó un conjunto de rasgos característicos del suicidio, como los sentimientos de culpa por deseos de muerte hacia terceros, especialmente de los propios padres; el rechazo a aceptar la pérdida de la satisfacción; deseos de venganza, especialmente por la pérdida de placer; la identificación con un padre o madre suicida; la huida de una situación de humillación y la significación de un mensaje o demanda de ayuda.
SEÑALES DE ALERTA
Desde la perspectiva psicoanalítica, el suicidio es una conducta de autodestrucción, es una agresión aniquiladora hacia el propio yo, quien se siente incapaz de mediar la realidad entre los impulsos y la necesidad de castigarse. Se puede manifestar de diferentes formas que no solamente abarcan la consumación del acto, sino también los deseos de hacerlo, las amenazas, los pensamientos recurrentes e ideas encubiertas en relación a dejar de existir.
Los deseos inconscientes de autodestrucción o castigo en los menores se manifiestan a través de accidentes recurrentes y caídas, en actos como cruzar la calle sin fijarse, jugar a saltar desde lugares altos, comportamientos agresivos o de rebeldía, incluso retan directamente a sus padres buscando de forma inconsciente ser castigados. Síntomas como alteraciones en los ciclos de sueño, ansiedad, irritabilidad, enuresis o encopresis, aumento o disminución significativa de peso, aislamiento, inseguridad, comentarios de no sentirse querido, falta de tolerancia y pérdida de interés de realizar cualquier actividad son señales de alerta a las que se debe poner mucha atención.
La baja tolerancia a la frustración es normal en los niños pequeños, los bebés no toleran la demora en la satisfacción de sus deseos y reaccionan con llanto o rabietas ante cualquier sentimiento o sensación desagradable si tienen hambre, sueño o se sienten incómodos por su necesidad de higiene. Cuando son menores de dos años de edad, gradualmente se pueden ir haciendo más tolerantes a la espera si reciben una respuesta emocional que les de tranquilidad mientras sus necesidades se satisfacen, esto les ayudará a desarrollar la tolerancia y poco a poco aprenderán a gestionar sus emociones y controlar sus impulsos.
FACTORES DE RIESGO
Los factores de riesgo son diversos, se debe considerar si hay o no predisposición genética, el niño puede percibir un entorno familiar hostil y caótico, demostraciones de afecto casi nulas o inexistentes, contexto social desfavorable, demasiado estrés por demandas externas y sentimientos de incapacidad para cumplir expectativas de los papás, abuso emocional, físico o sexual, falta de comunicación dentro del sistema familiar.
Sucesos como los descritos al inicio son un llamado de atención a la sociedad en general. Es común que ante ellos se hagan señalamientos directos hacia las familias de los niños, sin considerar el terrible dolor que están sintiendo.
La tecnología nos alcanzó y pretender restringir su acceso es involutivo, mientras los padres discuten sobre la edad adecuada de los niños para el uso de las tecnologías de información, en las instituciones educativas ya tienen acceso ellas desde nivel preescolar. No podemos cegarnos, la solución no está en la restricción sino en la adaptación. Las nuevas generaciones son tecnológicas y multifuncionales. Cada día son más niños los que tienen un teléfono celular o una tableta, no contar con este tipo de recursos puede generarles una sensación de no pertenencia, el proceso de adaptación implica asegurarnos de comunicar nuestros afectos.
Algo estamos haciendo mal, nos cimbra el alma el hecho de que un pequeño se quite la vida sin pensar que tal vez es un reflejo de que como sociedad nos estamos muriendo. Las familias que están atravesando por este dolor tan devastador no necesitan jueces. A veces pareciera que tomamos cualquier situación como motivo de división, pero una herida tan profunda es una oportunidad de acercarnos y mostrar nuestra solidaridad y apoyo a estos padres, hermanos y abuelos lastimados a quienes les espera un proceso de duelo muy difícil y es normal que se sientan desorientados, enojados y tristes. De niños aprendemos que el orden natural de la vida es que las personas adultas mueran primero. Algunas parejas que han pasado por una situación similar sienten que con la muerte de su hijo una parte de su corazón también muere, les cuesta mucho reorganizarse y retomar su vida, nada vuelve a ser igual pero con la ayuda de las personas cercanas y el paso del tiempo pueden poco a poco seguir adelante.
Twitter: @Marimar_Centeno