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'Sursum Corda'

JULIO FAESLER

Esta exclamación no es un viejo grito revolucionario que diga "recuerde que somos del sur" sino es una frase de aliento que abre una entusiasta invitación para elevar los ánimos en un tono de confianza ante la adversidad.

Hoy son tiempos para lanzar este grito con mucho vigor. La simple lectura de los periódicos, el escuchar los noticieros de radio o TV, constatar los acontecimientos frecuentemente terribles o vergonzosos, requiere una preparación previa a fin de inocularnos contra la intensa depresión y decepción que de ellas se desprende.

No sólo es cosa de México. La información que a todos nos llega, sin excepciones, está tan cargada de relatos sobre eventos negativos, fundida con tonos de la derrota de los valores más profundos, que su efecto natural es provocar una severa duda, donde las perspectivas de mejoramiento quedan envueltas en un hondo y oscuro escepticismo.

No hay a primera vista elementos que aporten lo contrario. El panorama educativo en México, ya no el cultural, está devastado, sea por la ignorancia en todos los órdenes en que las no-políticas lo han dejado, o en las instituciones de enseñanza, privadas o públicas, que lo han reducido a un mínimo y vergonzoso nivel.

El gran desperdicio de recursos humanos y materiales que se registra a diario en el país por falta de políticas que inspiren espíritu promotor y el utilizar cabalmente las capacidades individuales, es asunto que condena a las masas sin ocupación a depender para su empleo de la promoción de capitalistas extranjeros que dominan el escenario, en vez de los nuestros. El desarrollo integral no surge de nuestra propia inspiración, sino que se encuentra colgado de lo que desde fuera nos viene.

Las anteriores carencias sobreviven envueltas en el sórdido clima de violencia inhumana, reinado de las mafias, que a diario nos entregan nuevas pruebas de su ilimitada maldad y osadía.

Tampoco hay mucho de donde inspirar optimismo en el resto del mundo. El fin del sistema económico que ha regido a los países no socialistas desde el siglo antepasado, las debilidades del sistema financiero se están anunciando en varias formas: se siente en las calles, en las plantas industriales, en zonas rurales. En todas las asociaciones donde quiera que hay reuniones.

Las relaciones económicas entre los países están tensadas y se buscan nuevas vías que salten por encima de los gastados obstáculos que no ceden por muy frecuentes que se convoquen conferencias internacionales. Los acuerdos multilaterales intentan llevar a nuevos esquemas que respondan a las sobreextendidas cifras demográficas del siglo actual que aún están por aumentar.

Las nuevas formas de organización política de la convivencia humana y de interrelacionar las energías de producción están, en el mejor de los casos, en vías de emanar de las incontenibles confusiones actuales en las que convergen las más atroces versiones de viejos fanatismos rurales o religiosos acompañados de los más condenables distorsiones y discriminaciones económicas. Hay una gloriosa ironía, sin embargo, cuando por el contrario presenciamos las más excelsas manifestaciones de solidaridad humana que brota en escenarios de atroz crueldad y de discriminación racial o sectaria.

Hay un signo que, al lado de todos estos hechos, resalta por doquier en estos tiempos, y que es que todos los retos y todos los triunfos se traducen en términos monetarios. Se aprecia la pérdida de valores humanos y sociales como medidas de realización del individuo o de las sociedades mismas. Reducir cualquier clase de éxito o avance a su cuantificación monetaria resta el sentido más íntimo del acto de superar, por esfuerzo de convicción, los retos de la vida. De igual manera, sintetizar los programas de gobierno a sus términos monetarios sin promover su sentido social, explica que tales programas sean siempre insuficientes y por ende, rechazados por los beneficiados.

Un negro panorama que no ofrece amparo parecería inevitable. Afortunadamente, la visión a mediano y largo plazo indica que el ser humano es íntimamente optimista y constructivo y que la evolución de las sociedades existe. La comparación de las circunstancias actuales con los escenarios del pasado arroja un signo positivo. Se ha avanzado en las instituciones protectoras del individuo en los últimos siglos. Hay más conciencia de los derechos y las responsabilidades del individuo frente a su sociedad. Las instituciones marco cimentadas en la mayoría de los países apoyan.

Sin duda, que todo lo que se ha avanzado en materia política y entrelazado socialmente adolece de lo que hoy día queremos llamar "vulnerabilidades". Pero la tarea de seguir de frente mejorando nuestra comunidad nacional no tiene fin.

Por ello es necesario exclamar "Sursum Corda".

juliofelipefaesler@yahoo.com

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