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¿También estarán en campaña?

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Es tiempo de aceptar la verdad: a quienes viven como reyes gracias a lo que legal e ilegalmente toman del erario, no les importamos. Cualquiera de las cosas que me dispongo a escribir a continuación, tendrá una nula recepción entre quienes despilfarran lo que no es suyo. Nada de la lógica perversa de quienes ven en la actividad política una forma de enriquecerse groseramente, cambiará gracias a lo aquí expuesto. Sin embargo, el silencio no puede ni debe ser visto como opción.

El cinismo máximo al que hemos llegado, en el que lo único que hace distintos a los miembros cupulares de los partidos políticos, son sus formas de derrochar los recursos públicos, debe ser utilizado por la ciudadanía para romper con la mecánica de la espera: La salvación no llegará de la mano de ninguno de esos lobos, disfrazados de corderos mientras duran las campañas. Seguir suponiendo que en verdad uno es distinto y que ése sí será la solución a todos nuestros males, no es más que danzar al ritmo que a los saqueadores les conviene.

Los ciudadanos necesitamos actuar. La violencia no es opción porque sigue exactamente la misma lógica: la del poderoso que se impone al vulnerable. Se trata, entonces, de hacer estrictamente lo que la clase política gobernante se ha negado a practicar de manera sistemática a lo largo de la historia del país: el respeto irrestricto al otro, como otro. En otras palabras, lo único que en verdad puede romper con la inercia del desastre nacional, es terminar con la sociedad egoísta que hasta ahora hemos construido y comenzar a conducirnos de manera más solidaria.

¿Utópico? Sí, en este punto de la historia lo es, pero todo gran logro de la humanidad comenzó siéndolo y, para que fuera posible, bastó con que uno comenzara a operar el cambio. ¿Qué tal si, en vez de aspirar a una vida de lujos, con relojes al estilo César Camacho; o toallas del tipo que los Fox compraban en Los Pinos; o viajes de compras en Beverly Hills; entre otras excentricidades y banalidades propias de nuestros políticos, mesuramos nuestros gastos superfluos y contribuimos con el excedente a crear mejores condiciones para los más vulnerables?

¿Por qué no, en vez de querer pasar primero porque nuestro vehículo es más lujoso que el de a lado, cedemos cortésmente el paso al peatón, como ocurre en las sociedades que tienen mejores niveles de vida? ¿Qué impide que, en lugar de exigir que se nos atienda primero, usando nuestras "palancas" u ofertando generosas propinas, aguardemos pacientemente nuestro turno, demostrando con hechos eso de la igualdad y la justicia que luego pregonamos a los cuatro vientos de manera descuidada?

¿Y si, al menos, comenzamos por respetar la ley, en vez de hacer "trampitas", para evitar pagar lo que deberíamos o cumplir con nuestras obligaciones? Me parece que si la clase gobernante no nos hace caso, en parte es porque reconoce que somos muy parecidos a ellos. Que de manera similar a lo que, por ejemplo, hacen en tribuna, que vociferan en contra de sus rivales políticos, pero que jamás se auto-señalan como los responsables de un desfalco o de corruptelas, así también nosotros gritoneamos y protestamos, pero sin cambiar nuestros propios vicios. Así las cosas, me parece que si a ellos no les importamos, deberíamos en consecuencia, importarnos a nosotros mismos.

Me imagino a algunos lectores pensando para sus adentros: "yo no, yo sí soy diferente, un ciudadano impecable". Me pregunto, ¿también estarán en campaña?

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