Los hechos terroristas acaecidos en París, Francia, en donde fueron asesinados a mansalva en su propia sede once periodistas, más el recepcionista del semanario satírico Charlie Hebdo, a manos de tres radicales yihadistas quienes posteriormente en enfrentamientos derivados de este acto ultimaron también a tres policías (irónicamente, uno de los oficiales victimados era musulmán) y a una civil que cayó cuando fue tomada como rehén de los fanáticos islamitas en el momento que fueron cercados por las autoridades francesas; cimbraron al mundo entero y por la crueldad en el proceder de estos musulmanes radicales que decidieron vengar al profeta Mahoma y por el sitio en que acontecieron tan lamentables hechos.
En las horas y días posteriores al atentado, la reacción del pueblo francés fue por demás ejemplar. Millones de ciudadanos salieron a las calles para protestar por los deleznables hechos y provocó incluso que decenas de líderes de diferentes estados tanto europeos como africanos, e incluso los representantes máximos de Israel y de la Autoridad Palestina, acompañaran al jefe del estado francés, Francois Hollande, encabezaran una marcha colosal para dejar en claro que Francia no está dispuesta a ceder un solo ápice de su libertad por ataques de fanáticos religiosos. En el funeral de los tres gendarmes caídos, el presidente Hollande enfatizó que estos tres funcionarios cayeron defendiendo hasta con su vida la libertad de todos los ciudadanos franceses. Hecho patriótico y heroico a la vez.
Terrible por donde se mire lo acontecido en la capital francesa, que hace recordar nuevamente que existe en el mundo un radicalismo islamita peligroso y terrorista a la vez, pero hay que tener cuidado con la lectura que se le puede dar en las sociedades para abordar el tema con las minorías musulmanas enclavadas en decenas de países europeos, fundamentalmente producto de la inmigración de África y de Medio Oriente hacia el viejo continente. Con el paso del tiempo se ha ido incrementado la presencia de personas practicantes del Islam, pero no por eso deben ser clasificadas como terroristas. Sino que deben ser respetadas y protegidas como el resto de la ciudadanía.
Durísima lección para comenzar el año, pero de ella inevitablemente se debe comparar con las reacciones del pueblo mexicano ante hechos que implican barbarie, y qué mejor ejemplo que la desaparición y ajusticiamiento cobarde y atroz de los normalistas de Ayotzinapa.
Yendo por partes: los normalistas de Ayotzinapa el día que presuntamente fueron asesinados se dirigían a manifestarse a un acto de carácter proselitista de la entonces esposa del presidente municipal de Iguala, María de los Ángeles Pineda. Ante esa intentona, el alcalde activó su red criminal para evitar que los normalistas aguaran la fiesta de su señora, y simplemente su policía local secuestró y entregó a viles sicarios a los estudiantes. Cabe entonces la comparación, los 43 normalistas más los 6 asesinados en el momento mismo del secuestro, cayeron por manos que sencillamente evitaron o coartaron el derecho de expresión, tal y como terminó sucediendo en París, en la que los radicales atentaron contra la libertad de un medio de comunicación específico, pero que arrastró a la muerte a cuatro personas más, que nada tenían que ver. La diferencia claro está es que en México, una parte de los asesinos eran funcionarios públicos, y en eso no hay comparación. Tampoco la hay cuando hay que decir que los periodistas se desenvolvían en el ejercicio de su derecho de libertad de expresión, en tanto los normalistas, iban a bordo de camiones secuestrados para tal propósito.
Otra comparación que no se puede dejar pasar, es que en Francia las protestas han sido multitudinarias en verdad, en tanto para la atrocidad de Ayotzinapa, las manifestaciones se revolvieron con supuestos anarquistas que no son otra cosa que lacras y destructores sociales, lo que fue restándole fuerza a la genuina indignación nacional por lo acontecido en Iguala, Guerrero.
Quizá la más significativa comparación, es que la marcha de protesta francesa fue encabezada, como ya se mencionó líneas arriba, por su presidente, acá nunca vimos a Peña Nieto caminar por las calles de la ciudad de México liderando una legítima protesta.
Lamentable es pues lo que pasó en Francia, pero más penoso es que mientras allá los actores están muertos, producto de una eficaz reacción de la autoridad ante un atropello de ese calado, acá todavía a casi cuatro meses de la masacre de Iguala todavía no se esclarece a cabalidad quiénes son los responsables y sean sancionados con todo el peso de la ley.
Más aún, allá aunque es claro que Charlie Hebdo abusa de la libertad de expresión que allá se defiende a totalidad, insultando entre otros, tanto a musulmanes como cristianos en el centro de su fe, no se ha sabido que durante las marchas de protesta por ello ciudadanos franceses tomen casetas o bloqueen autopistas como reacción, no así en el caso mexicano, que ahora hasta la realización de las elecciones se quiere impedir en el estado de Guerrero, y la autoridad, sobre todo federal, no actúa para preservar el estado de Derecho. No se puede evitar que las comparaciones se hagan, y el resultado es terrible para la realidad mexicana.