Ahora, todos quieren su "Bronco". El deseo pudiera ser una manifestación más del que para mí es uno de los principales problemas de México: la cultural espera de un mesías salvador que milagrosamente convierta el país en un paraíso terrenal.
No nos damos cuenta de que esa actitud de aguardar pasivamente la llegada de un salvador es la que ha sostenido por décadas a los vividores de la política. No hemos aprendido que la solución a los problemas no puede venir de una persona a la que responsabilicemos de todo y por todo. No logramos escapar de la comodina postura de descansar la prosperidad y futuro de nuestro municipio, estado o país en un semi-dios, mezcla de sabio y santo, capaz de mover todos los hilos del acontecer para asegurar un estado de bienestar.
Tampoco hemos aprendido que, en México, una cosa es ganar elecciones y otra muy distinta es gobernar. En el caso particular del "Bronco", ni siquiera se buscan referencias reales, concretas, de su papel durante sus 30 años de priismo y sus logros como alcalde. Lo que vuelca las miradas sobre él es su capacidad de derrotar a la partidocracia, aunque se haya valido parcialmente de la misma para vencer.
Pero aún bajo el supuesto de que el "Bronco" resultara ser un gobernante exitoso, hemos sido incapaces de entender que lo necesario no es un líder extraordinario sino algo más difícil aún: El amalgamamiento armónico y patriota de un grupo amplio de liderazgo que camine con la convicción de su poder transformador.
Aspirar por un "Bronco" puede también encerrar una actitud egoísta y descomprometida, cuando se hace desde alguna posición de poder y cuando ese poderío, político, económico o del conocimiento, no se pone sino al servicio del bienestar individual, para tener más aunque ello signifique que otros sufran las consecuencias.
Desde esa postura, los "Broncos" no son sino piezas extra de un ajedrez cuyo jugador está dispuesto a sacrificarlo todo (como pretende hacerlo ahora con los partidos) con tal de salvar su propia comodidad fuera del tablero.
¿Qué pasaría si todos esos empresarios e intelectuales de élite (esos que cobran 150 mil pesos o más por conferencia y que están al servicio de los primeros) que hoy claman por un "Bronco", decidieran convertirse en una manada de caballos indómitos que corre de manera sacrificada y comprometida en dirección a la prosperidad de todos los mexicanos?
Que no necesitaríamos de un "Bronco".
