Mientras que los Estados Unidos cerraban la semana pasada en Atlanta el primer paso hacia la aprobación y puesta en acción del gran acuerdo TPP que ha impulsado, China avanzaba en la conformación de otro gran pacto económico, con los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) y seis más de la Asociación Regional Comprensiva Económica (RECEP) cuyos 16 miembros reunirán una población de 3,300 millones de habitantes, con un potencial de producción y consumo mayor que el TPP, pero con un centro de gravedad en Asia.
Muchos entendemos que el TPP, partiendo del pequeño acuerdo comercial nacido en Brunei en 2005 con Chile y Singapur, es ahora la pieza norteamericana que responde a la creciente influencia económica y política de China. La rivalidad por la hegemonía mundial sería su razón de ser. Ya no son los ejércitos, ni el poder marino, ni las colonias los elementos que determinan el poder. La lucha por la hegemonía hoy se hace dominando mercados e imponiendo las reglas que se aplican a los intercambios comerciales al gusto del más poderoso. El TPP es la pieza que pretende dejar en claro el predominio del país que emergió del Siglo XX económica y militarmente más fuerte. Mediante el TPP Estados Unidos consigue adhesiones políticas en la zona del Pacífico mediante las aperturas de los mercados que el tratado ofrece.
La eficacia política de esta estrategia puede irse disolviendo al presentarse nuevas fuerzas en el ajedrez de poderes del Siglo XXI. El TPP no es la única opción para países que recelan de la apuesta norteamericana al predominio mundial.
La asociación económica que China promueve con países asiáticos propone una vocación de desarrollo al lado de lo comercial. Buscando ampliarse se multiplicarán los casos de países miembros de ambos grupos. Desde ahora siete países pertenecen a ambas agrupaciones: Brunei, Australia, Nueva Zelanda, Indonesia, Vietnam, Singapur y Malasia. Nueva Zelanda ve tanto en el TPP como en el RECEP vías paralelas para llegar a una gran Área de Libre Comercio Asia Pacífico. India y China han estado en contacto para explorar posibilidades de promoción de semejante asociación.
Van conociéndose declaraciones recientes salidas de Beijing y de países miembros de ASEAN que desestiman tales pretensiones. Evitando la confrontación de ambiciones, afirman que la gran agrupación que China está promoviendo es compatible con el TPP. En efecto, Estados Unidos y China, se dice, bien podrían compartir membresías del TPP y del RECEP.
Es interesante advertir cómo los intereses económicos y comerciales aparecen ahora en directa contradicción con las feroces enemistades de antaño, que anidan en reminiscencias históricas y que se espera que no reaparezcan enfrentando nuevamente a las grandes potencias en la catástrofe de una nueva guerra mundial.
Nadie puede analizar lo que el futuro encierra. Pero hay indicios positivos. La fastuosa recepción que la Reina de Gran Bretaña ofreció a Xi Jinping entierra el hondo resentimiento de China hacia su antiguo e infame opresor. A la luz de los nuevos tiempos, ahora extiende su perdón a sus antiguos opresores al ritmo de una promisoria era de cooperación ventajosa. Como se ve, las nuevas hegemonías son comerciales y financieras.
Es posible que muchas de las disputas más enquistadas que persisten lleguen a resolverse mediante compensaciones negociadas. Las pretensiones de dominio y las ambiciones de los gobiernos habrán de continuar, pero usando otras armas para vencer. La búsqueda de poder que obsesionó a generaciones del pasado no se interrumpirá. Las motivaciones más duraderas son las anímicas y las inspiradas en tender puentes hacia grandes metas.
Vale la pena discurrir sobre las metas que animan a México, Chile y Perú, listados dentro del TPP y simultáneamente miembros de la Alianza del Pacífico con Colombia, Panamá y Costa Rica. Es probable que los demás países latinoamericanos se adhieran. ¡Quizá Brasil se pueda convertir en un país del Pacífico a través de un futuro canal con el Amazonas!
El crecimiento inercial de las agrupaciones multinacionales continuará sin detenerse. Las ventajas arancelarias y administrativas que estipulen llegarán, pues, a extenderse al grado de que diluyan todo su significado.
Al uniformarse las reglas del juego ya sin distingos, los intercambios económicos regresarán a un estado inicial ya olvidado.
El comentario con que Barack Obama festejó el término de las negociaciones del TPP el 5 de octubre resultará irónico: "…con esto China no será quien dicte las normas del comercio".