Hace 6 meses la figura de Peña Nieto era emblemática del jefe de estado renovador. Hoy sus reformas se desploman en la percepción. Economía, violencia, barbarie y corrupción las han desplazado. El velamen lleno de optimismo gira y ya es contrario al rumbo planeado. Crece el pesimismo. Ahora bien, los vientos siempre cambian. Ello demanda que la tripulación sepa reaccionar y mitigar, o mejor aún, aprovechar esos nuevos cursos. Agenda: corrupción.
A la violencia reaccionó el Presidente. Mal que bien el decálogo planteó alternativas viables. Después de eso no ha habido una continuidad notoria. Decálogo y..., vacío. El tema cayó en ese territorio de la memoria donde domina el olvido gubernamental, que no el ciudadano. Ha habido noticias, pero la opinión pública es reacia a creer, y con razón. Allí están las cifras. La economía sigue siendo la principal preocupación, pero lentamente aparecen signos de recuperación. La cancelación de los cobros de larga distancia y la baja en los productos de la canasta básica lograron lo impensable: una tasa de inflación disminuida en enero. Los empleos formales crecen, pero la capacidad adquisitiva de las familias sigue herida. Las reformas van a pagarle al régimen, pero no rápido. El tercer invitado involuntario al velorio de expectativas es la corrupción, o peor aún, la insensibilidad de la gestión hacia el asunto. The Economist, el mismo semanario que hace dos años aplaudía a Peña Nieto, ahora le asesta un golpe demoledor al presidente y a su equipo: ni siquiera entienden que no entienden.
Hay de dos, o son muy provincianos y pensaron que los mismos "usos y costumbres" del Estado de México eran aplicables al país, o es una forma de operar, (la peor opción). Porque en toda esta trágica historia que le puede costar a México muy caro -recordemos que restan cuatro años de gestión- algo no queda claro: por qué la oposición ha estado tan desdibujada en el tema. Será que no tienen demasiadas propuestas, aunque hay que admitir que el PAN ha insistido en el Sistema Nacional Anticorrupción. Pero un muy probable candidato del PRD en Michoacán cayó en la tesis de la conspiración. O quizá sea algo aún más grave, que la hábil gestión de Peña pasó las reformas pospuestas durante décadas "maiceando" a los opositores. Cómo explicar la confusa posición opositora que, en pleno proceso electoral, dejó pasar esta liebre sin tirar a matar. ¿No será que están metidos con "moches" y otras prebendas en la misma lógica y que nadie puede levantar la voz? No será que las reformas cruzaron por el mismo lodazal de la mecánica nacional, la corrupción. ¿Y entonces?
El escándalo ya no sería la Casa Blanca, sino que el modus operandi ratifica a un México corrupto en las entrañas. El "todos son iguales", expresión popular que alienta al abstencionismo tiene raíces muy profundas. Todos son iguales porque sólo operan "aceitados" con dineros públicos. Mover a México... con lana. En esta lectura los conflictos de intereses entre legisladores y ejecutivos federales y locales son la norma de comportamiento generalizada. La esperanza de que la alternancia alivie el problema se desvanece. Hoy México es visto, a pesar de las reformas, como un país corrupto. Cuánto nos cuesta esa imagen, difícil calcularlo, pero existe la oportunidad de la crisis. Si la gestión de Peña reacciona con medidas audaces en ese tema pueden corregir el rumbo a pesar de los vientos. No son los únicos metidos en el lío, de hecho el poder más opaco es el Legislativo.
Las elecciones son una oportunidad. Desde hace meses circula la opción de blindar a los candidatos a puestos de elección. Me manifesté en ese mismo sentido en octubre pasado en este espacio. Ellos piden votos, los ciudadanos pedimos Tres de Tres. Se puede y no es tan complejo. Varias organizaciones ciudadanas están apoyando una propuesta, Tres de Tres: Declaración patrimonial, declaración fiscal de los últimos cinco años y, la más novedosa, declaración de intereses. La patrimonial es obligatoria, pero no pública. Peña Nieto la hizo pública, fue un primer paso. Pero quizá la más importante sea la tercera. La discusión mundial de cuánto tienen ha ido evolucionando hacia una postura más sagaz: si tienen patrimonio y si éste es bien habido, no hay discusión. El problema surge cuando desde el poder toman decisiones que benefician sus intereses. Con frecuencia, en EU, la clase política, proviene de segmentos de la población rica: los Kennedy, los Bush o los Gore. Eso no invalida su participación en la vida pública. Pero ¡ay de aquel que utilice el poder para beneficiarse porque entonces la sanción legal y social es demoledora! Cambiemos el rumbo de la discusión: vigilemos las decisiones. Que salgan todos los casos de vínculos con Higa y otras empresas y observemos las decisiones de gobierno. Acostumbrarnos al modus operandi del "aceite" sería una tragedia.
Max Weber habló de la construcción de legitimidad que se gana en el ejercicio mismo del poder. Peña Nieto tiene problemas serios de gestión que pueden agravarse. Nada impide que adopten, él y su equipo, la iniciativa Tres de Tres. Sería un golpe de timón para no encallar.