Hoy concluye una semana singular. Una de ésas donde, en la ambivalencia y la contradicción, el país muestra arrojo y miedo, avance y retroceso ante los múltiples desafíos y problemas que lo retan y lo asedian... Días también en que la autoridad se levanta y se dobla, mientras los sectores activos de la sociedad hacen gala de imaginación política frente a la adversidad y la necedad de quienes ven en los problemas ocasión para repetir errores.
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La más apretada síntesis presenta a la administración del presidente Enrique Peña Nieto decidida a ejercer autoridad en el campo de la educación y las telecomunicaciones sosteniendo su postura, pero desaprovechando la oportunidad ofrecida por la Corte para explorar un derrotero que, sin sacrificar libertades y derechos, estreche y encapsule el combate al crimen que conculca con violencia esas garantías. En ese rubro, la administración reacciona con el miedo natural de los medrosos. Reacciona con apuro, no reflexiona con serenidad.
Una semana donde, a destiempo, pero aún con oportunidad, Andrés Manuel López Obrador propone alternativas y no sólo opone resistencias. Pero también donde el perredismo resuelve cavar más profundo en su tumba y postula a un gerente -Silvano Aureoles dixit- en vez de un dirigente capaz de recuperarlo. Días en que el panismo recae en la política de doble cara, práctica que lo hunde desde hace tiempo. Y en los que los magistrados del Tribunal Electoral llevan en la urna electoral las cenizas del Partido del Trabajo... rogándoles a los consejeros revivirlo.
Una semana donde el derecho y la democracia hacen suya una victoria en la Suprema Corte y reciben una derrota en el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal en complicidad con el gobierno capitalino y los asambleístas. Muerto el mandato de Edgar Elías Azar... ¡Viva el mandato de Edgar Elías Azar! Reina, ahí, la disciplina y la obediencia, no la autonomía y la independencia de los magistrados.
Una semana donde organismos de la sociedad se activan y sin salir de los rieles de la institucionalidad instan a concentrar el gasto donde se debe y, en el contraste, algunas instituciones no cejan en despilfarrar el dinero de los mexicanos en los gadgets del poder que tanto los fascinan o, peor todavía, en embolsarlo en su cartera. ¡Venga el extra!, gritan los asambleístas. Días en que el senador Omar Fayad sucumbe ante la tentación de poner en práctica la censura y, luego, se arrepiente.
Días estos donde es obligado agradecer al ministro Arturo Zaldívar amparar la esperanza de realizar un país más libre, resuelto a romper los paradigmas que lo atan... y lo matan.
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Intensa como pocas, en la semana que hoy concluye los actores políticos y sociales enaltecieron el vigor de una sociedad interesada en su destino, en cambiar los términos de los supuestos designios e inercias inamovibles. Sin embargo y a pesar del esfuerzo, no acaban de imprimirle un carácter definitorio a los días donde la nación busca reponer el horizonte de un desarrollo más justo y libre, con menos desigualdad, arbitrariedad y violencia.
Vienen días no menos difíciles. El envío al Senado, por parte del Ejecutivo, de las dos ternas de candidatos a ocupar los asientos de los ministros Olga Sánchez Cordero y Juan Silva Meza, revelará el concepto y el perfil de la justicia que abriga el presidente Enrique Peña Nieto y de la entereza o la transa política de los senadores.
Y días donde urge contar con respuestas concretas por parte de la administración y el Poder Legislativo a las propuestas hechas por la sociedad y las obviedades expuestas por la realidad.
¿Se conservará o se revenderá el superavión presidencial o, hecho el gasto, qué importa la deuda? ¿Se recibirá y estudiará la propuesta de cancelar el nuevo aeropuerto y rehabilitar el actual y la base militar de Santa Lucía o el sólo nombre del proponente anula la consideración? ¿Se concentrará el gasto en el abatimiento de la desigualdad y la pobreza o se mantendrán en sus términos las prerrogativas de los partidos y los privilegios de los funcionarios que, por el solo hecho de serlo, se consideran merecedores de ganar y gastar mucho más de lo que acredita su desempeño?
¿Anulará el Instituto Electoral la construcción de sus nuevos edificios, donde confunde la fortaleza de la institución con el espesor de las varillas y el cocido de ladrillos? ¿Se postergará la reforma política del Distrito Federal que pagarán los capitalinos para darle a los partidos lo que éstos no ganan en las urnas o, sin importar la adversidad económica, se gastará en el capricho político los recursos que no existen?
¿Superada la molestia y viendo cuanto ocurre en el mercado del norte, la administración mirará desde otro ángulo la decisión de la Corte de amparar, por lo pronto, el derecho de los cuatro integrantes de la Sociedad Mexicana de Autoconsumo Responsable y Tolerante a cultivar, producir y fumar marihuana o se mantendrá fiel al dictado de las agencias estadounidenses de combatir a sangre y fuego el cultivo de la hierba, mientras allende el Bravo se curan y divierten con ella consumiéndola sin problema?
En los anuncios por venir y en la respuesta a las interrogantes, incluido el desaire o la indiferencia, se cifrará la postura de la clase política ante el clamor social de replantear muchas de las políticas dictadas por la inercia, el dogma o el capricho que le niegan al país el derecho a rediseñar el porvenir.
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No sin lamentar que las tribus hegemónicas del perredismo y el panismo insistan en ver su ombligo como el centro del universo, esta semana los funcionarios gubernamentales, los legisladores, los ministros y los magistrados pudieron ver de cerca el respaldo y el repudio social que suscita su actuación. En qué la sociedad los apoya y acompaña y en qué resiste ser su súbdito, cómplice o comparsa.
Como en otras semanas, en ésta muchos de los problemas mostraron el rostro de su complejidad, pero también el rostro de la oportunidad. Ojalá, la élite política la haya visto pasar y no la deje pasar como si nada.
